¿Cómo
estar seguro de mi fe? Parece tabú dentro de nuestras comunidades creyentes
decir: «Tengo dudas» o peor… decir «no sé», porque sentimos que saberlo todo es
signo de ser fieles a Dios o a nuestra comunidad.
Dudas como ¿qué es bueno y qué es malo?, ¿existe tal cosa?, ¿quién
tiene la verdad o cada quien puede tener su verdad?, ¿es el infierno una teoría
o existe?, ¿es un estado del alma que empieza en vida o es un lugar después de
la vida?, ¿en todas las religiones está Dios o no?, ¿cómo encontrar respuestas
tan profundas?
1. RECLAMA Y LLORA A DIOS, SIN GUARDARTE NADA
Busqué acompañamiento espiritual con Él en medio de la
pandemia y un jesuita me dijo: «Yo sé que tienes
miedo, todos tenemos: nos cuestionamos la vida, el futuro, el sentido de todo
esto. Qué hace Dios, dónde está, pero mientras más dejes que esas preguntas
salgan, más rápido hallarás respuestas».
Y es verdad, es como el método
socrático de preguntar y preguntar. Y como decía san Ignacio de Loyola: «lo que no sale a la luz, lo aprovecha el demonio para seguirnos
paralizando en confusiones».
Llórale a Dios, dile que no
puedes más con esas dudas… Al final nuestra frustración es un dolor del corazón
que busca incansablemente a su Todo.
2. PÍDELE SU SABIDURÍA
Hay una verdad que me queda
clara: ¡Yo no soy Dios! Cuando entramos a lo
profundo de la verdad, de la búsqueda de lo absoluto… tenemos dos opciones: o
nos enredamos en nuestro pequeñísimo entendimiento o nos abrimos al Creador:
«¡Ey!
¡Dios! Eres demasiado complicado para mi pequeñez, ¡dame siquiera tu
sabiduría!»
(eso que los
profetas y Jesús afirman que Dios no niega ni al más pecador cuando la pide
(Santiago 1:15).
3. RECONOCE QUE DIOS NO TE DEJARÁ DECEPCIONADO
¿Cómo voy a
encontrar respuestas si no soy Dios? Mujeres y hombres en el antiguo testamento también, como tú y yo hoy,
tuvieron miles de interrogantes que ponían en cuestión su vida, su camino, su
fe… ¡Inspírate en ellas y ellos, que no dejaron de
cuestionarle, de mostrarle su miedo, su incertidumbre, su cansancio!
Porque Dios no premia a los
perfectos ¡pues ellos no le necesitan ni le buscan!
Dios ayuda a los imperfectos, ¡porque ellos
aceptan necesitarlo! «Yo te doy gracias, Padre, porque has
revelado estas cosas a los sencillos», decía Jesús.
4. ¿SOY UN TONTO QUE TIENE QUE BUSCAR SIEMPRE
AFUERA?
Esta es la otra cara de la
moneda: por un lado somos incapaces de escrutar
nosotros solos los pensamientos de Dios, pero por otro lado ¡somos seres
capaces, talentosos e
inteligentes!
¿Entonces? Pues tenemos una naturaleza
sagrada, divina. Algo que nosotros asumimos como
«imagen y semejanza de Dios». No somos cualquier cosa, no somos un
objeto o un animal, ¡somos hijos de Dios!
5. NO POSEEMOS A DIOS
Hay una tensión entre estas
dos: a) No soy Dios y por tanto sé muy poco y b) Soy inteligente y no necesito que me digan siempre
qué hacer. Y estás en lo correcto (si es que lo meditamos desde la humildad),
dice Dios en Jeremías y Deuteronomio: «La ley está
escrita en sus corazones».
Significa que hay sabiduría en
nuestro interior, ¡en nosotros mismos! Pero la tentación es creer que «Yo soy la sabiduría» y ahí es cuando fallamos.
Tal vez nos hace falta aprender a escuchar la voz
de Dios en nuestro interior.
6. BUSCA RESPUESTAS EN FUENTES SAGRADAS
Por lo mismo que yo tengo
verdad pero no soy la Verdad… debo recurrir a fuentes más divinas que humanas.
Cuando tuve mi mayor crisis de fe, me preguntaba ¿qué
religión quiero seguir entonces?
Y si algo tenía claro es que
no podía confiar en un libro sobre ateísmo escrito hace 60 años. Porque las
respuestas más universales están en textos mayores, de pueblos grandes, no
guiando generaciones sino humanidades.
La Torah, la Biblia, de los
cuales surge el Corán —estas son religiones monoteístas y reveladas—. Hay
movimientos, ideologías, sectas o caminos espirituales no revelados, sino
iniciados por humanos.
¡Por gracia de
Dios, los años y las experiencias con Él, me hicieron entender que solo hay un
camino, y es Cristo!
7. BUSCA GUÍAS ESPIRITUALES
Contacta con personas que te
inspiren confianza, que sean genuinas y que puedan tener respuestas: sacerdotes y
acompañantes espirituales tendrán
cómo guiarte.
Al final ¡para eso estamos! Y si no te ayuda esa primera
persona a la que recurres, ¡ve con alguien más
hasta que te entienda y te sepa ayudar! No te canses, no te quedes con
dudas. No estás mal por tener dudas o porque no te convenza lo que te
responden.
8. MISMAS PREGUNTAS, DIFERENTES BUSCADORES
«Lee Salmos, lee
la Biblia» —me decían—,
sentía que era solo para convencerme de ser como ellos, creyente. Pero ¡increíble ver que esas mismas preguntas que yo tenía
ellos, nuestros padres en la fe, antes ya las habían puesto en palabras!
«Job respondió (al sabio) con estas palabras: «¡Qué bien sabe ayudar al débil y
socorrer al inválido! ¡Qué buenos consejos das al ignorante, qué profundo
conocimiento has demostrado! Pero ¿a quién van dirigidas tus palabras y quién
te las inspiró?»: Job, 26.
«Job tomó la
palabra y dijo: «Hoy aún es rebelde mi queja, no puede mi mano acallarla en mi
boca. ¡Ah, si supiera dónde vive, iría hasta su casa! Expondría ante él mi caso
y le diría todos mis argumentos. Por lo menos conocería su respuesta y trataría
de comprender lo que él dijera…
Pero si voy al
oriente, no está allí, al occidente, tampoco lo descubro. Si lo busco al norte,
no lo encuentro, si vuelvo al mediodía, no lo veo» Job, 23.
«Sediento estoy
de Dios, del Dios de vida, ¿cuándo iré a contemplar el rostro del Señor? Lágrimas son mi pan de noche y
día, cuando oigo que me dicen sin cesar: «¿Dónde
quedó su Dios?» Salmos, 42.
«Al ver tu
cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has fijado, ¿qué es el
hombre, para que te acuerdes de él?, ¿qué es el hijo de Adán para que cuides de
él? Un poco inferior a un dios lo hiciste, lo coronaste de gloria y esplendor»
Salmos, 8.
¡Así que no
temas, no te acobardes cuando dudes, cuando sientas que tienes una crisis de
fe! Porque esa
crisis solo te está acercando más al Señor. ¡Habla,
grita, llora, pero no dejes de dirigirte a Él! Verás que tus dudas se
irán aclarando, de la manera en que menos lo pienses.
Escrito por Sandra Estrada
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