Pasé largo tiempo pensando que no merecía ser feliz, que ya no merecía el amor de Dios ni su perdón. Me sentía como lo peor después de fallarle al que dio su vida por mí.
Sé que puedes sentirte
identificado con esto y por eso te lo digo, sea cual sea el pecado que
cometiste, sea cual sea tu debilidad, eres humano y todos los santos en proceso
como tú, fallan.
Después de llegar al fondo y
sentir que no había solución, comprendí que ningún caso es difícil para el
médico del alma: ¡Jesús! ¿Quién soy yo para ponerle límites
al que todo puede?
DESCUBRÍ VARIAS COSAS CUANDO ME ABANDONÉ EN DIOS
Aquí es cuando viene lo bueno,
me acepté débil y entendí que no soy más que polvo comparado con Él. Entonces estuve dispuesto a
dejar todo lo que me impedía seguir a Jesús, me negué a mí mismo por Él.
Decidí que Jesús es y será lo
más importante en mi vida, entonces sentí libertad de verdad, paz y alegría en
mi corazón, y entendí estos dos hermosos pasajes:
«Porque el que
quiera salvar su vida, la perderá. Pero el que pierda su vida por causa de mí,
la hallará» (Mateo
16:25). Y «Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mateo 16:24).
DIOS ES LA FELICIDAD, ¡NO TEMAS SEGUIRLO!
Este es un consejo que te
quiero dar y espero que te ayude, será difícil dejar tantas cosas que desea
nuestra carne, pero valdrá la pena, créeme. Te invito a que decidas firmemente dejar todos
estos vicios, todo lo
que te aleja de Dios y te impide estar en gracia.
Pídele a Él la fortaleza para
hacerlo, tienes que estar decidido a dejar todo esto para seguirlo plenamente.
Ofrécelo por alguna causa, así valdrá el doble todo el esfuerzo, y ten en la
mira la vida eterna.
Repite esta frase mental que
te puede ayudar para cuando estés tentado a volver atrás: «Ya cerré eso, ya no lo quiero más». Y sigue firme
en tu camino.
«Porque
no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio
propio»
(2 Timoteo
1:7). Recuerda poner todo tu esfuerzo, si caes, levántate lo más rápido posible
y vuelve la mirada al cielo.
Mirar hacia el
pasado muchas veces es dañino, perdónate porque Él te perdona y recuerda que no eres las acciones
malas de tu pasado, eres nueva criatura si te dejas
abrazar por su amor y misericordia.
«Pero una voz
del cielo respondió por segunda vez: Lo que Dios ha limpiado, no lo llames tú
impuro» (Hechos
11:9).
MOTIVACIÓN PARA NO RENDIRTE
La próxima vez que sientas que
no eres especial o digno para ser un instrumento de Dios, solamente recuerda la gente a la que llamó para darles una misión: ¡Noé era borracho, Abraham era muy viejo, Isaac era un soñador, Jacob
era ambicioso y mentiroso. ¡Cuando ponemos todo junto suena fuerte ¿no?!
Moisés tartamudeaba y era
violento. Gedeón era miedoso, Sansón tenía pelo largo y era mujeriego, Rahab
era una prostituta, Jeremías y Timoteo eran muy jóvenes, David fue un asesino.
Elías se deprimía y trató de
suicidarse, Isaías predicó desnudo, Jonás huyó de Dios, Noemí era una viuda. Job quedó en bancarrota, Juan el Bautista comió insectos, Pedro negó a
Cristo tres veces. Los discípulos se durmieron mientras oraban.
Marta se preocupaba de todo,
la mujer samaritana había tenido cinco esposos y vivía con otro hombre. Zaqueo
era muy pequeño y Lázaro ¡estaba muerto! (hasta
que Jesús lo resucitó).
Esto no quiere decir que ahora
vayas desnudo a predicar, a comer insectos o a ser ambicioso justificando el
comportamiento de todos a los que mencionamos. Pero sus vidas nos
ayudan a recordar que Dios ¡los tomó en cuenta, a pesar de todo!
¡Puede hacer lo
mismo contigo si se lo permites! Tú no eres el mensaje, tú eres el mensajero. «En
vez de dar excusas como Moisés, tened fe en lo que Dios puede hacer a través de
ti para hacer una diferencia en la vida de otros» —Phil Sanders.
Pablo dijo: «Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido,
no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos
en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros
produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Filipenses
2:12,13).
¡Lo vales todo y también puedes ser
santo si estás dispuesto!
Artículo elaborado por Emilio Muñoz Díaz.
Escrito por Lector invitado
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