Soros quiere una sociedad abierta, mientras que nosotros queremos una sociedad segura. Según él, la democracia sólo puede ser liberal, mientras que nosotros creemos que puede ser cristiana. Según él, la libertad sólo puede servir para la realización personal, mientras que creemos que la libertad también puede ser utilizada para seguir las enseñanzas de Cristo, para servir al país y para proteger a nuestras familias.
Muchos creen que el primer
ministro de un país no debería discutir con George Soros. Su razonamiento es que Soros es un criminal económico, porque hizo
su dinero a través de la especulación,
arruinando la vida de millones de personas, e incluso chantajeando a
economías nacionales enteras. Así como los gobiernos no deben negociar con
terroristas, dicen, los primeros ministros tampoco deben debatir con criminales
económicos.
Sin embargo, ahora me veo
obligado a hacerlo, porque en un artículo que apareció en la web de Project
Syndicate el 18 de noviembre, el especulador y multimillonario de origen
húngaro George Soros dio órdenes abiertas a los líderes de
la Unión Europea. En su artículo les da instrucciones para que
castiguen severamente a aquellos Estados Miembros que no quieran formar parte
de un imperio europeo unificador bajo la bandera de una «sociedad abierta» global.
A lo largo de la historia, la fuerza de Europa siempre se ha derivado de sus
naciones. Aunque de diferentes orígenes, las naciones
europeas estaban unidas por las raíces comunes de nuestra fe. La base de nuestras comunidades fue el modelo familiar europeo, basado en
las tradiciones judeo-cristianas. Fue la libertad cristiana la que aseguró la
libertad de pensamiento y cultura, y la que creó una competencia
benigna entre las naciones del continente. Esta magnífica amalgama de
contrastes hizo de Europa la primera potencia mundial a través de siglos de
historia.
Todo intento de unificar
Europa bajo la égida del imperio ha fracasado. Así, la experiencia histórica
nos dice que Europa volverá a ser grande si sus naciones
vuelven a ser grandes y
resisten todas las formas de ambición imperial.
Grandes
fuerzas se mueven una vez más para
erradicar las naciones de Europa y unificar el continente bajo la égida de un
imperio global. La red de Soros, que se ha tejido a sí misma a través de la burocracia
de Europa y su élite política, ha estado trabajando durante años para hacer de
Europa un continente de inmigrantes. Hoy en día, la red Soros, que promueve una sociedad abierta mundial y trata de
abolir los marcos nacionales, es la mayor amenaza a la que se
enfrentan los Estados de la Unión Europea. Los objetivos de la red
son evidentes: crear sociedades abiertas
multiétnicas y multiculturales acelerando la migración, y desmantelar la toma de
decisiones nacionales, poniéndola en manos de la élite mundial.
La Unión Europea sufre
múltiples aflicciones: desde 2008 una crisis
económica de proporciones no vistas durante generaciones; desde 2015 una crisis
de migración; y en 2020 una devastadora pandemia mundial. Europa aún no
se ha recuperado de sus crisis anteriores, por lo que el impacto de la pandemia
de coronavirus puede causar aún más angustia. Ya hay indicios de ello: en varios países la deuda pública, las tasas de desempleo
y la situación económica general han alcanzado niveles críticos. La
necesidad de la solidaridad europea, de que las naciones europeas se unan para
ayudarse mutuamente, nunca ha sido mayor.
Durante todas estas crisis,
este especulador - que se autodenomina filántropo - no tuvo en cuenta los
intereses de los pueblos de Europa, sino que actuó en su propio beneficio. De
manera memorable, atacó el florín húngaro y el banco más grande de Hungría en
la crisis económica, y planeó acelerar, distribuir y financiar el
reasentamiento de los inmigrantes durante la crisis de los migrantes; y ahora propone que los Estados miembros se castiguen entre sí, en lugar de abrazar la solidaridad y la
asistencia mutua.
La red dirigida por George
Soros ha descartado ahora cualquier vacilación que pudiera haber tenido sobre
la intervención abierta. Quiere ejercer más presión que nunca sobre los Estados
nacionales. Está poniendo a los pueblos de Europa unos contra
otros. El sistema operativo de la
red es laberíntico, y está presente en varios ámbitos de la vida pública. En la nómina de George Soros hay una larga lista de políticos,
periodistas, jueces, burócratas y agitadores políticos disfrazados de miembros de organizaciones de la
sociedad civil. Y aunque el multimillonario acusa a todos sus enemigos de
corrupción, él mismo es el hombre más corrupto del mundo. Paga y compra a
quien puede, y aquellos a los que no puede sobornar serán calumniados,
humillados, intimidados y destruidos por
la red a través de su formidable arma: los batallones
de medios de comunicación de izquierda.
Muchos burócratas de alto
rango de la UE están trabajando con la red Soros para crear un imperio
unificado. Quieren construir un sistema institucional que, bajo la égida de la
sociedad abierta, trate de imponer a las naciones libres e independientes de
Europa una forma de pensar unificada, una cultura unificada y un modelo social
unificado. Buscan rescindir el derecho de cada pueblo a decidir
su propio destino. Este es también el propósito de su propuesta de
«estado de derecho», que, de hecho, no reconoce el estado de derecho, sino la
fuerza. Sería más honesto llamarlo «el imperio de
la mayoría».
Las diferencias entre nosotros
son obvias. Soros quiere una sociedad abierta, mientras que
nosotros queremos una sociedad segura. Según
él, la democracia sólo puede ser liberal, mientras que nosotros creemos que
puede ser cristiana. Según él, la libertad sólo puede servir para la
realización personal, mientras que creemos que la libertad también
puede ser utilizada para seguir las enseñanzas de Cristo, para servir al país y
para proteger a nuestras familias. La base de la libertad cristiana
es la libertad de decidir. Esto está ahora en peligro.
Nosotros, en la parte
oriental de la UE, sabemos muy bien lo que significa ser libre. La historia de las naciones de
Europa Central ha sido una lucha implacable por la libertad contra los grandes
imperios, una batalla repetida para ganar nuestro derecho a decidir nuestros
propios destinos. Tenemos la amarga experiencia de primera mano de que cada
esfuerzo imperial trae consigo la esclavitud. Hay todavía bastantes aquí de la
generación de luchadores por la libertad - en el antiguo Bloque del Este, de
Estonia a Eslovenia, de Dresde a Sofía - que pueden recordar personalmente lo
que es oponerse a la tiranía, al dominio del hombre y a su versión comunista: intimidación, ruina material y moral, abuso físico y
mental. No queremos más de eso.
Los
líderes occidentales que han vivido toda su vida en un mundo de libertad heredada y el imperio de la
ley deberían escuchar ahora a aquellos que han luchado
por la libertad y
que, basándose en sus experiencias personales, pueden distinguir entre el
imperio de la ley y la tiranía, o el imperio del hombre. Esos líderes
occidentales deben aceptar que en el siglo XXI no
renunciaremos a la libertad por la que luchamos a finales del siglo XX.
La batalla a favor y en contra
del nuevo imperio de Bruselas aún no se ha decidido. Bruselas parece rendirse,
pero muchos estados nacionales siguen resistiendo. Si queremos preservar
nuestra libertad, Europa no debe sucumbir a la red de Soros.
Viktor Orbán
Publicado
originalmente Project Syndicate el 18 de noviembre. Traducido para InfoCatólica
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