"A las almas que propagan la devoción a mi misericordia, las protejo durante su vida como una madre cariñosa a su niño recién nacido y a la hora de la muerte no seré para ellas el juez, sino el Salvador Misericordioso”, le dijo el Señor de la Divina Misericordia a su servidora, Santa Faustina Kowalska (1905-1938), cuya fiesta se celebra el 5 de octubre.
Santa Faustina nació en Lodz, Polonia, en 1905. Desde pequeña mostró una
sensibilidad especial para la vida espiritual, que sus padres -piadosos y
disciplinados- ayudaron a forjar. El día que recibió la Primera Comunión,
Faustina estaba tan emocionada por el don recibido que expresó su gratitud
besando las manos de sus progenitores, agradeciéndoles que la educaron en el
amor a Cristo y pidiéndoles perdón por haberles ofendido.
Faustina era la tercera de ocho hermanos, así que aprendió rápido a
ayudar en los quehaceres familiares. En casa, o estaba ayudando a su madre en
la cocina o cuidaba de sus hermanos; en el establo, se ocupaba de ordeñar a las
vacas. Asistió a la escuela, pero sólo pudo completar tres años de estudio
porque la familia no tenía dinero suficiente y había que trabajar.
A los 15 años empezó a tener inquietudes por la vida religiosa. Sin
embargo, sabía que no sería aceptada en un convento sin tener algo de dinero.
Por eso, empezó a trabajar como empleada doméstica para ayudarse económicamente
y, al mismo tiempo, seguir apoyando a su familia. Cuando le contó a sus padres
que quería ser religiosa, ellos se opusieron. Eso la desanimó por un tiempo,
hasta que un día mientras rezaba, sintió que Jesús le pedía dejarlo todo e ir a
Varsovia para ingresar en algún convento.
Sin despedirse personalmente de sus padres, viajó a dicha ciudad solo
con el vestido que llevaba puesto. Allí habló con un sacerdote, quien le
consiguió hospedaje en casa de una familia amiga. Para sostenerse, tuvo que
trabajar de nuevo como empleada doméstica. Aquél fue un tiempo de gran
incertidumbre para ella, dado que ninguna casa de religiosas parecía poder
acogerla.
Finalmente, fue recibida en la Casa Madre de la congregación de las
Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia. Pocas semanas después de haber
sido aceptada, enfrentó la tentación de dejar el convento. Sin embargo, de esos
días data una de sus primeras visiones. Vio que Jesús se le aparecía con el
rostro destrozado y cubierto de llagas. Ella le preguntó: "Jesús, ¿quién te ha herido tanto?". El
Señor le contestó: "Este es el dolor que me
causarías si te vas de este convento. Es aquí donde te he llamado y no a otro;
y tengo preparadas para ti muchas gracias".
Faustina entendió entonces lo que Dios quería de ella. No dejó el
convento y empezó a enamorarse de la vida que allí encontraba. Así, pasaron el
noviciado, la recepción del hábito y los primeros votos. Más adelante vendría
la consagración a perpetuidad. Fueron años vividos con sencillez, con gran
vocación de servicio. Faustina había pasado por distintos cargos u oficios:
cocinera, jardinera y portera.
A esta sencilla mujer, recogida y piadosa, pero a la vez alegre y
caritativa, Dios la tenía destinada para entablar una relación muy especial con
Él. Jesús se le apareció en diversas ocasiones para mostrarle su amor
misericordioso por la humanidad. De esas visiones místicas de Cristo proviene
la imagen de la Divina Misericordia, en la que se ve a Jesús vestido de blanco,
mostrando el corazón, desde el que emanan rayos de luz blancos y rojos. Se
trata, pues, de la representación pictórica del Señor Jesús, tal y como Santa
Faustina lo vio, a la que se añadió la expresión: “Jesús,
en vos confío”, por pedido expreso del Señor.
Aún cuando Faustina había recibido gracias extraordinarias -los estigmas
ocultos, el don de profecía y numerosas revelaciones particulares, como la
Coronilla de la Divina Misericordia-, fue consciente de que los favores que de
Dios recibía fueron siempre inmerecidos: “Ni las
gracias ni las revelaciones, ni los éxtasis, ni ningún otro don concedido al
alma la hacen perfecta, sino la comunión interior del alma con Dios... Mi
santidad y perfección consisten en una estrecha unión de mi voluntad con la
voluntad de Dios”.
El 5 de octubre de 1938, después de un período de sufrimientos
soportados virtuosamente, Faustina fue llamada a la Casa del Padre. En el año
2000, fue canonizada por su compatriota, San Juan Pablo II, quien estableció el
segundo domingo de Pascua como el “Domingo de la
Misericordia Divina” y el día de su muerte como su Fiesta.
Redacción
ACI Prensa
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