La sustancia espiritual e inmortal del hombre que anima a su cuerpo.
Por: P. Miguel A. Fuentes, IVE | Fuente: TeologoResponde.org
PREGUNTA
Les envío un cordial saludo
desde Venezuela y aprovecho la oportunidad de hacerle la siguiente pregunta ya
que soy ministro de la palabra en mi parroquia: ¿me podría dar su opinión sobre
la sustancialidad del alma? Gracias de antemano por su respuesta y que Dios los
bendiga. Atentamente José.
RESPUESTA
Estimado José:
El término alma viene del latín anima, de la
misma raíz que el griego ánemos, viento. Por alma, y con el mismo significado
que spiritus (en griego psikhé, soplo, aliento, vida), se entiende por lo
común el principio vital del cuerpo, o el principio inmaterial que se
considera origen de la vida material, de la sensibilidad y del psiquismo del
hombre. A veces se da este nombre a la mente humana, o también se la llama
espíritu.
El concepto de alma surge a partir de la
pregunta que el hombre se ha hecho sobre sí mismo, sobre el núcleo íntimo de su
naturaleza, y es un concepto que se vincula simultáneamente a dos cuestiones
distintas: por una parte, la naturaleza de la vida, caracterizada por el automovimiento
y la reproducción y, por otra, la naturaleza de los actos intelectivos. Desde
la primera perspectiva el alma se concibe principalmente como principio vital
(los seres vivos están animados y para muchos el alma sobrevive al cuerpo);
desde la segunda perspectiva, que puede compatibilizarse con la anterior -no
sin ciertas dificultades-, el alma es el principio de la racionalidad, el
principio explicativo del pensamiento, la sensibilidad, los afectos y la
voluntad. A su vez, si se parte de la concepción del alma entendida como
principio vital, debería poderse hablar de un alma de los seres vivos no
racionales, incluidas las plantas. Es la cuestión suscitada bajo el problema
del alma de los brutos o alma de los animales. Si, en cambio, se parte de la concepción
del alma entendida como principio de racionalidad, se manifiesta en toda su
claridad el grave problema de las relaciones entre el alma y el cuerpo, o
problema de la relación mente-cuerpo.
Para Aristóteles el alma debe entenderse a
partir de su teoría hilemórfica y de su
teoría del acto y la potencia: el alma, ‘aquello
por lo cual primariamente vivimos, sentimos y entendemos’, es sustancia
porque es la forma del cuerpo que está en potencia de vida (‘El alma es la
entelequia primera de un cuerpo natural que posee la vida en potencia’, De
anima, 412a-b) y, por tanto, el alma no puede existir sin el cuerpo, razón por
la cual no puede ser inmortal. El alma es concebida como acto (de los cuerpos
que poseen la vida en potencia), y como forma (desde la perspectiva hilemórfica, es la forma del cuerpo material).
Así, en cuanto que acto, el alma es forma, y en cuanto que forma es sustancia,
en el sentido de la forma de un cuerpo que posee la potencialidad de la vida.
A partir de san Agustín, que subraya el carácter
pensante del alma, esta noción, muy influenciada por la tradición neoplatónica,
se espiritualiza cada vez más. Para él es una sustancia plenamente
espiritual e inmortal, no dependiente del cuerpo, que surge por la voluntad
creadora divina, y es el centro de la subjetividad del hombre, que es ‘un alma racional que se sirve de un cuerpo mortal y
terrestre’. Es en el alma donde el hombre encuentra a Dios y a la
verdad, y es, al mismo tiempo, imagen de la Trinidad. Como en el caso de la
Trinidad, el alma es una, pero posee facultades distintas.
Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles, hará del
alma forma sustancial del cuerpo, de modo que el hombre no es ni alma sola ni
solo cuerpo, sino cuerpo y alma a la vez y atacará la doctrina averroísta de la
unidad del entendimiento que ponía, de nuevo, en peligro la inmortalidad del
alma. Tomás de Aquino, apropiándose del aristotelismo, distingue el alma
vegetativa, el alma animal y la humana, y distingue también el ánima y el animus (principio vital y entendimiento,
respectivamente).
Fuente: The Catholic
Encyclopedia
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