En octubre, la Iglesia del Perú celebra al Señor de los Milagros y lo conmemora de manera especial el día 28.
En el siglo XVII, en Lima, Perú, un grupo de esclavos de Angola formaron
una cofradía religiosa en el lugar llamado Pachacamilla, y levantaron una
edificación para reunirse cuando el trabajo se los permitiese. Allí podrían
cantar, bailar y adorar a Cristo. En uno de los muros del recinto, uno de los
esclavos pintó una imagen de Jesús crucificado. Posteriormente, en 1655, un
terremoto de grandes proporciones afectó a toda la ciudad, matando a mucha
gente y derrumbando gran parte de las casas y edificios, incluyendo la casucha
de adobe y quincha que hicieron los esclavos. Sin embargo, el muro donde fue
pintada la imagen del Señor permaneció en pie.
Años después, Antonio de León, laico español perteneciente a la
Parroquia de San Sebastián, encontraría la imagen y comenzaría a venerarla.
Antonio se encontraba muy enfermo, padecía terribles dolores de cabeza, había
perdido peso y estaba muy débil. Entonces comenzó a pedirle al Señor de
Pachacamilla -al que visitaba todos los días- que le restituya la salud. Al
poco tiempo, Antonio parecía completamente curado. Así, aquel hombre se
convirtió en un gran propagador de la devoción. Con la aprobación del Virrey y
del Arzobispo construyó una ermita en el lugar y la convirtió en espacio de
oración. En 1746 se produjo un segundo terremoto que volvió a dejar en ruinas a
la ciudad, con miles de muertos y damnificados. El muro volvió a permanecer en
pie. Tal acontecimiento produjo una reacción popular de fe. Se hizo una réplica
de la pintura que fue sacada por primera vez en procesión por las calles de la
ciudad. Mientras tanto, el muro fue trasladado al lugar en el que está hoy, el
Monasterio de las Madres Nazarenas Carmelitas Descalzas.
El amor por el “Cristo moreno” -se le
empezó a llamar así por sus orígenes- ha llegado hasta nuestros días y se le
rinde culto en varios países del mundo. Dicho culto ha articulado desde el
siglo XVII a todas las clases sociales, “castas” y
colores de la ciudad de Lima, y del Perú en general. Su fiesta, hoy, y las
celebraciones de octubre integran a toda la ciudad y cambian su ritmo de vida,
dándole un carácter auténticamente penitencial y de recogimiento, al punto que
algunos se refieren al mes de octubre limeño como “la
cuaresma peruana''.
En 2001, con motivo de la celebración por los 350 años de la venerada
imagen del Señor de los Milagros, el Papa San Juan Pablo II envió una carta al
Cardenal Juan Luis Cipriani, Arzobispo de Lima, en la que afirmaba:
“Ruego al Señor de los Milagros que proteja a los
limeños, convierta a quienes llevan a hombros su imagen en portadores de Cristo
también con su fe y su testimonio de vida intachable, transforme en verdaderos
imitadores de Jesús a quienes visten la túnica nazarena y derrame su gracia
sobre cuantos le invocan con devoción”.
Redacción ACI Prensa
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