Cuando
alguien ve una película de nazis, uno siempre se imagina que, de haber estado
allí, uno hubiera sido un héroe ayudando a la resistencia. Pero la película que
se está produciendo ahora está siendo emitida en directo para toda la
humanidad.
Es una historia
que trata de una dictadura completamente consolidada en un macroestado
futurista. Una dictadura con planes de dominación económica mundial que cuenta
con la mejor tecnología y quizá con el mejor servicio de inteligencia del
planeta. Un país que tiene encarcelados en campos de reeducación a vastas
cantidades de sus propios ciudadanos: el número varía entre tres millones y
cientos de miles de personas. Un régimen orwelliano que califica según una
escala a sus propios ciudadanos, premiándolos o castigándolos hasta en los más
pequeños detalles.
En un
momento dado de la película de ficción, el supervillano que domina este
Leviatán somete a su dictadura a siete millones y medio de ciudadanos
completamente libres, incumpliendo sus propios compromisos internacionales: la
comunidad internacional no hace nada, no mueve un dedo. Pero todo es una
ficción.
Sin que
este guion cinematográfico tenga nada que ver con la realidad, me acostaré esta
noche muy tranquilo.
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Cambiando
completamente de tema. Debería habérsele dejado claro a cierto país asiático
que, los pactos internacionales hay que cumplirlos: Hong
Kong tendría que haber sido esa línea.
Haber
fracasado moralmente en una línea tan clara, tan precisa, nos lleva a estar
seguros de que, dentro de diez años, esas líneas estarán en nuestro propio
país.
Hemos
cedido en el campo de lo moral y eso tendrá consecuencias. Mañana cederemos en
nuestro propio país, persiguiendo a los críticos contra ese IV Reich. Y lo
haremos porque ya no tendremos otra posibilidad.
Hoy hemos
entregado a siete millones. Mañana entregaremos a la justicia del Gran Cocodrilo a los españoles que ellos nos exijan.
Será una época en la que la censura respecto a Gran Dragón ya se habrá
establecido en nuestro propio país. Ya ahora muchos poderosos se autocensuran
en Occidente respecto a ese País de las Maravillas. Los peones pueden decir lo
que quieran. Pero las fichas grandes del tablero hace ya algún tiempo que saben
que el Partido castiga dentro y fuera de sus fronteras.
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Ayer vi
un detalladísimo vídeo acerca de cómo la vida en China ha cambiado en los
últimos siete años. La gente aquí no lo sabe, pero la vida en esa nación ha
cambiado radicalmente. Antes de Xi Jinping, China evolucionaba a mejor, año
tras año. Desde hace siete años, la dictadura se va volviendo más y más
férrea, e inculcando (de forma nada sutil) el odio al extranjero occidental.
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Por
favor, de ningún modo, estoy abogando ni por el odio ni por la guerra. Pero si
los jefes de Estado fueran hombres con moralidad, hace mucho que habrían tomado
una serie de medidas evidentes. Pero, al final, será lo que tiene que ser.
China será el martillo, la hoz, el flagelo. Un diluvio de sangre y fuego a la
medida de la Babel actual. Un castigo a la medida de nuestro pecado. Y como en
la película Pactar con el Diablo (Devil´s Advocate), Al Pacino (Milton) nos
dirá histriónicamente: “¡Pero si te lo advertí mil
veces!”.
--Es tu mujer. Está
enferma. Todo el mundo lo entenderá.
Y el otro insiste en que lo único
que le dolerá es no perdonarse a sí mismo, etc., etc.
Sí,
lo mejor del agujero en el que nos estamos metiendo es que descendemos paso a
paso con plena consciencia hasta el día en que nosotros mismos nos pongamos las
cadenas y le entreguemos las llaves al torturador con la esperanza de que la
buena conducta haga que nos trate un poco mejor.
P. FORTEA
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