En sus palabras previas al rezo del Ángelus este
domingo 14 de junio en la Plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa Francisco
recordó que “hoy, en Italia y en otros países, se celebra la Solemnidad del
Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Christi” y citó dos efectos de la
Eucaristía en la vida del cristiano: uno místico y otro comunitario.
El Santo Padre destacó que el efecto místico o espiritual de la
Eucaristía: “Se trata de la unión con Cristo, que
se ofrece a sí mismo en el pan y el vino para la salvación de todos”.
Explicó que “Jesús está presente en el
sacramento de la Eucaristía para ser nuestro alimento, para ser asimilado y
convertirse en nosotros en esa fuerza renovadora que nos devuelve la energía y
el deseo de retomar el camino después de cada pausa o caída”.
Pero esto “requiere nuestro asentimiento,
nuestra voluntad de dejarnos transformar, nuestra forma de pensar y actuar; de
lo contrario las celebraciones eucarísticas en las que participamos se reducen
a ritos vacíos y formales”, advirtió.
“Y muchas veces, alguno va a la Misa porque se debe
ir, como un acto social, respetuoso, pero social. Sin embargo, el misterio es
otra cosa: es Jesús presente que viene para nutrirnos”.
El Pontífice cito un segundo efecto de la Eucaristía: “El comunitario”. “Se trata de la comunión mutua de los
que participan en la Eucaristía, hasta el punto de convertirse en un solo
cuerpo, como lo es el pan que se parte y se distribuye”.
“La comunión con el cuerpo de Cristo es un signo
efectivo de unidad, de comunión, de compartir. No se puede participar en la
Eucaristía sin comprometerse a una sincera fraternidad mutua”, resaltó.
“Pero el Señor”, continuó
Francisco, “sabe bien que nuestra fuerza humana por
sí sola no es suficiente para esto. Sabe, por otro lado, que entre sus
discípulos siempre existirá la tentación de la rivalidad, la envidia, los
prejuicios, la división... Por eso también nos ha dejado el Sacramento de su
presencia real, concreta y permanente, para que, permaneciendo unidos a Él,
podamos recibir siempre el don del amor fraterno”.
Este es el doble fruto de la Eucaristía: “la
unión con Cristo y la comunión entre los que se alimentan de Él, genera y
renueva continuamente la comunidad cristiana”.
Además, afirmó que “es cierto que la Iglesia
hace la Eucaristía, pero es más fundamental que la Eucaristía haga a la
Iglesia, y le permita ser su misión, incluso antes de cumplirla”.
Por último, pidió “que la Santa Virgen nos
ayude a acoger siempre con asombro y gratitud el gran regalo que nos ha hecho
Jesús al dejarnos el Sacramento de su Cuerpo y su Sangre”.
Redacción ACI Prens
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