Esta
mañana he salido a la calle y un policía nacional me ha preguntado:
Y yo, con
la mayor de las sonrisas, con la mejor de mis amabilidades, le he saludado con
un alegre:
--Hola, don Pepito.
A lo que
él me ha contestado con el mismo tono risueño:
--Hola, don José.
El
agente, quizá aburrido de una sosa jornada, me siguió el juego y me preguntó:
--Pasó, usted, ya por casa.
A lo que
respondí:
--Por su casa yo pasé
Aunque yo
no tenía el gusto de conocerla, me preguntó:
--Vió, usted, a mi abuela.
Esta sí
que era buena: yo controlando a las abuelas de los miembros de las fuerzas del
orden público. Aun así, contesté:
--A su abuela yo la vi.
Pero por
más que quisiésemos seguir con aquella complicidad, sabíamos que el juego
estaba próximo a su fin. Así que resignado le tuve que decir:
--Adiós, don Pepito
Los dos
sabíamos que solo cabía escuchar del agente:
--Adiós, don José.
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