¿En algún o varios momentos de tu vida has olvidado
a tu Ángel de la Guarda? Aquí hay ocho razones contundentes para que siempre lo
tengas presente.
1. TE ACOMPAÑA DESDE LA
CONCEPCIÓN
Cada ser humano desde el momento de su concepción tiene un Ángel de la
Guarda. Dice el Catecismo en el numeral 336: “Desde
su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su
custodia y de su intercesión”. Asimismo, añade una frase de San Basilio
Magno: “Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su
lado un Ángel como protector y pastor para conducir su vida”.
Con estas afirmaciones se entiende que la misión del Ángel de la Guarda
es la de velar por cada uno, protegiéndonos de los peligros y alentando nuestra
vida en Cristo. Por ello San Juan María Vianney (el Cura de Ars) indicaba: “Qué feliz es ese Ángel de la Guarda que acompaña al alma
cuando va a Misa”.
2. SU EXISTENCIA NO ES
UN INVENTO, SE FUNDAMENTA EN LA BIBLIA
La existencia de los ángeles, una verdad de fe. En la Biblia, desde el
Antiguo Testamento hay numerosas citas que hablan de los ángeles que custodian,
como en Éxodo (23, 20-21): “Yo voy a enviar un
Ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el
lugar que te he preparado. Respétalo y escucha su voz”.
De igual manera en el Nuevo Testamento, Jesús dice (Mt. 18,10): “Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños,
porque les aseguro que sus Ángeles en el cielo están constantemente en
presencia de mi Padre celestial”.
3. SON COMPAÑEROS
CERCANOS DE LOS SANTOS
Muchos santos han dado testimonio de la inseparable relación que
tuvieron con sus Ángeles Custodios. Entre ellos tenemos a San Francisco de
Sales, Santa Teresita del Niño Jesús, San Pío de Pietrelcina, San Josemaría
Escrivá, entre otros.
Se dice que Santa Francisca Romana (1384-1440), patrona de los
conductores, tuvo la fortuna de ver a su Ángel de la Guarda, quien velaba por
ella día y noche. La santa lo describe así: “Era de
una belleza increíble, con un cutis más blanco que la nieve y un rubor que
superaba el arrebol de las rosas”.
“Sus ojos, siempre abiertos tornados hacia el
cielo, el largo cabello ensortijado tenía el color del oro bruñido. Su túnica
llegaba al suelo y era de un blanco algo azulado y, otras veces, con destellos
rojizos. Era tal la irradiación luminosa que emanaba de su rostro, que podía
leer maitines en plena media noche”.
4. PROTEGE EN LOS
MOMENTOS DIFÍCILES
En el siglo IV San Basilio Magno decía que "todo
fiel tiene a su lado un Ángel como protector y pastor, para llevarlo a la
vida". Por su parte, San Bernardo de Claraval enseñaba que los
Ángeles Custodios son demostración de que "el
cielo no descuida nada que pueda ayudarnos", por lo cual pone "a nuestro lado estos espíritus celestes para que
nos protejan, nos instruyan y nos guíen".
En una ocasión San Juan Bosco narró que el día de la fiesta del Ángel de
la Guarda, recomendó a sus muchachos que en los momentos de peligro invocaran a
su Ángel Custodio. En aquella semana dos jóvenes obreros estaban en un andamio
altísimo alcanzando materiales y de pronto se partió la tabla y ambos se
vinieron abajo.
Uno de ellos recordó el consejo del santo y exclamó: “¡Ángel de mi guarda!”. Cayeron sin sentido y
cuando sus compañeros fueron a verlos, encontraron que uno había muerto, pero
el que había invocado al Ángel Custodio recobró el conocimiento y subió la
escalera del andamio como si nada le hubiera pasado. Luego el muchacho contó
que al invocar a su ángel sintió que le ponían por debajo una sábana, que lo
bajaban suavemente y que después de eso ya no recordaba más.
5. SON PODEROSOS
SERVIDORES DE DIOS
El Catecismo en el numeral 329 especifica que “con
todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan
‘constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos’ (Mt 18,
10), son ‘agentes de sus órdenes, atentos a la voz
de su palabra’ (Sal 103, 20).
San Bernardo Abad en uno de sus sermones indicó que “ellos, los que nos guardan en nuestros caminos, no
pueden ser vencidos ni engañados, y menos aún pueden engañarnos. Son fieles,
son prudentes, son poderosos: ¿por qué espantarnos? Basta con que los sigamos,
con que estemos unidos a ellos, y viviremos así a la sombra del Omnipotente”.
6. ACUDEN VELOZMENTE
CUANDO SE LES LLAMA
Santo Tomás de Aquino detalló en la Summa Theologica que “la rapidez de movimiento del ángel no se mide por la
cantidad de su poder, sino de acuerdo con la determinación de su voluntad”.
Los ángeles no están obligados por un cuerpo material como nosotros,
para que puedan moverse muy rápido, a la velocidad de “pensamiento”.
Si se le pide al ángel Custodio que ayude a alguien más, este estará de
vuelta inmediatamente.
7. LA VENERACIÓN A LOS ÁNGELES
CUSTODIOS ES LEGÍTIMA
En el 2002 la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos declaró en el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia que
la devoción popular a los Santos Ángeles “es
legítima y buena”.
Sin embargo, precisó, el fiel debe tener cuidado con algunos pensamiento
erróneos, como: “creer que el mundo y la vida están
sometidos a una lucha incesante entre Ángeles y demonios, en la cual el hombre
resulta arrollado por poderes superiores a él, ante los que no puede hacer
nada; o interpretar de una manera esquemática y simplista, casi infantil,
algunas acontecimientos de su vida atribuyendo al Maligno incluso las pequeñas
contradicciones, y por el contrario, al Ángel Custodio los éxitos y logros”.
También hay que rechazar, señala, “el uso de
dar a los Ángeles nombres particulares, excepto Miguel, Gabriel y Rafael, que
aparecen en la Escritura”.
8. SE LES PUEDE INVOCAR
EN TODO MOMENTO Y LUGAR
Se les puede invocar en todo momento. Sin embargo, la tradición de la
Iglesia recomienda saludar e invocar al Ángel de la guarda durante el día,
especialmente con las siguientes oraciones:
Ángel
de Dios, que eres mi custodio, pues la bondad divina me ha encomendado a ti, ilumíname,
guárdame, defiéndeme y gobiérname.
Amén.
ORACIÓN II
Ángel
de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día.
No
me dejes solo que me perdería.
Hasta
que amanezca en los brazos de Jesús, José y María
Amén.
Redacción ACI Prensa
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