BREVE HISTORIA DE LA COMUNIÓN EN LA MANO.
ORÍGENES HISTÓRICO DE SU USO Y DESUSO
P. Javier
Olivera Ravasi, SE
11 de Marzo de 2020
“La
administración del Cuerpo de Cristo corresponde al sacerdote por tres razones:
porque él consagra en la persona de Cristo… porque el
sacerdote es el intermediario designado entre Dios y el pueblo… porque
por reverencia a este Sacramento, nada lo toca sino lo que está consagrado”
(Santo Tomás de Aquino, S. Th,
III, q. 82, a. 13)
A raíz de varias consultas
sobre el tema de la posibilidad o no de la comunión en la mano, nos hemos visto
obligados a resumir su historia, su conveniencia e inconveniencia, basándonos,
principalmente, en el excelente trabajo de Mons. Juan Rodolfo Laise titulado, La comunión en la mano. Documentos e
historia, Vórtice, Buenos Aires 2005, 152 pp [1], al cual remitimos.
Con las presentes líneas sólo
hemos querido acercar al público en general la historia del uso y desuso de
esta práctica hoy en día tan extendida que comenzó siendo un permiso
excepcional y hoy parece norma general.
Que
no te la cuenten…
P. Javier Olivera
Ravasi, SE
1) CONTEXTO DEL PERMISO PARA RECIBIR LA COMUNIÓN EN
LA MANO
En el documento de Pablo VI
titulado “Memoriale Domini. De modo Sanctam
Communionem ministrandi” [2] del año 1969, el Papa planteaba que, en algunos
lugares, se venían cometiendo diversos abusos litúrgicos al impartir la Sagrada
Comunión en la mano con la excusa de que se seguía, de ese modo, un uso
antiguo.
Puntualmente, la práctica era
seguida en diversos países de tradición protestante (Holanda, Alemania, Bélgica, etc.) que, por aquel
entonces, sufrían una enorme pérdida de la Fe (recordemos el famoso “Catecismo holandés”, que debió ser corregido por
el mismo Pablo VI), poniendo en duda la presencia real
de Cristo en la Eucaristía,
negando cualquier clase de presencia en las partículas o fragmentos de hostia,
al mismo tiempo en que no se distinguía con claridad entre el sacerdocio común
de los fieles y el sacerdocio ministerial.
Es decir: era un tiempo de
crisis de Fe, de allí que Roma rogase “prevenir
todo peligro de que penetren… falsas opiniones sobre la Santísima Eucaristía”, sostenidas,
justamente, por los promotores de la desobediencia.
2) UNA EXCEPCIÓN QUE SE VOLVIÓ REGLA
Ante la práctica generalizada
en estos países, la Santa Sede se vio obligada a actuar y reafirmar que la
comunión en la boca no sólo era la práctica que “ya
debe considerarse tradicional” en la Iglesia (MD, 1278)
sino que el dar la comunión en la mano podía conllevar ciertos peligros, a
saber: “el que se llegue ya a una menor reverencia hacia el augusto
Sacramento del altar, ya a la profanación
del mismo Sacramento, ya a la adulteración de la recta doctrina” (MD, 1279).
Se realizó entonces una
encuesta entre la mayoría de los obispos del mundo sobre qué convenía hacer
ante los abusos: la respuesta fue categórica: la
inmensa mayoría determinó que debía seguirse con la forma de administrar la
comunión (de rodillas y en la boca), pero… ¿qué hacer en aquellos países donde
la costumbre se hubiese, ilegítimamente, arraigado?
Y se respondía: “si en alguna parte el uso contrario… se hubiera
arraigado ya, la misma Sede Apostólica…
confía a estas mismas Conferencias la carga y el oficio de sopesar las
circunstancias peculiares, si las hay, con la condición, sin embargo, tanto de
prevenir todo peligro de que penetren en los espíritus la falta de reverencia o
falsas opiniones sobre la Santísima Eucaristía” (MD, 1282).
Es decir: dejaba en las manos de las Conferencias Episcopales (la
reunión de obispos de cada país) que votasen y, luego, comunicasen a Roma su
decisión, dejando –eso sí– libertad a cada obispo en su diócesis.
El documento se completaba con
una Carta Pastoral en la que se concedía a las Conferencias
Episcopales el indulto (permiso)
de distribuir a los fieles la Sagrada Comunión en la mano, siempre y cuando ese
modo de recibir la comunión ya fuese frecuente allí por la costumbre, dejando
en claro que: “La nueva manera de comulgar no deberá ser impuesta de modo que excluya el
uso tradicional… De modo que cada fiel tenga la posibilidad de recibir
la Comunión sobre la lengua” (n. 1285, 1) por lo que el “el rito de la Comunión dada en la mano no debe ser
aplicado sin discreción” (n. 1286, 2).
Es decir, se trataba de una
excepción y de un indulto (un “perdón” o “permiso excepcional”).
3) EL CABALLITO DE BATALLA: “LOS PRIMEROS
CRISTIANOS COMULGABAN ASÍ”
Quienes han argumentado el
tema de la comunión en la mano han hecho uso siempre de un arcaísmo litúrgico,
es decir, “los primeros cristianos lo hacían así”.
Sobre el tema, el mismo Papa
Pío XII decía, refiriéndose a quienes intentan hacer renacer “lo que se hacía antes”, sin demasiado criterio,
lo siguiente: “la liturgia de los tiempos
pasados merece ser venerada sin ninguna duda; pero un uso antiguo por el mero hecho de su antigüedad no ha de
ser considerado más apto y mejor ya en sí mismo (Mediator Dei, nº 43).
La vuelta a una forma antigua
no es por sí misma un motivo de tranquilidad. Menos aún cuando esa forma fue
abandonada en algún momento, desechada luego y finalmente
prohibida por su imperfección.
Como
sucedió con la comunión en la mano…
Casualmente –y aunque parezca
una paradoja– que debe hacerse siempre y en todo lugar lo que se hizo antes son
normalmente los primeros en atacar, por ejemplo, la misa tradicional, la
comunión de rodillas, el canto gregoriano, etc., etc.
Además; si debiésemos seguir
en todo a los “primeros cristianos”, sin más
criterio que “porque antes se hacía así”, deberíamos:
- Consagrar la
Eucaristía sobre la piel de un asno (como algunos nestorianos hacían).
- Dejar de
comulgar habitualmente (antes se comulgaba apenas una vez al año o en fiestas y
solemnidades importantes).
- Sentarnos por
separados, hombres y mujeres.
- Celebrar de
cara a Dios.
- Ayunar desde
la noche anterior.
- Para las
mujeres, usar el velo.
Es decir: “todo tiempo pasado fue mejor”, cuando conviene.
4) ¿CÓMO COMULGABAN LOS PRIMEROS CRISTIANOS Y POR
QUÉ DEJARON DE HACERLO ASÍ?
Los testimonios antiguos en
este sentido son múltiples y no siempre uniformes.
Uno de los más famosos y más
manoseados, quizás resulte el de San Cirilo de Jerusalén (S IV) que narra así
el rito de la comunión: “Acercándote por lo tanto,
no lo hagas con las palmas de las manos separadas, ni con los dedos apartados,
sino haz con la izquierda un trono para la derecha ya que esta mano está a
punto de recibir al Rey. Haciendo el hueco con la palma, recibe el Cuerpo de
Cristo, añadiendo ‘Amén’… ¿Porque dime: si alguno te diese unas limaduras de
oro ¿no las guardarías con toda diligencia procurando no perder nada de ellas?
¿No procurarás, pues, con mucha más diligencia que no se te caiga ninguna
migaja de lo que es más precioso que el oro y las piedras preciosas?… “Y
después de que hayas tomado el Cuerpo de Cristo y hayas recibido el cáliz de la
Sangre, no estires tus manos sino inclínate haciendo un acto de reverencia y
profunda veneración y di ‘Amén’ y santifícate tomando la Sangre de Cristo
también. Mientras la humedad esté todavía sobre tus labios, tócalos con tus
manos y santifica tus ojos, tu frente, y todos tus otros órganos sensoriales.
Finalmente, da gracias a Dios, que te ha considerado digno de tales misterios”.
Hasta aquí, el texto atribuido a San Cirilo que, por lo extraño de la última
parte (la de tocarse los sentidos externos) ha sido considerado dudoso o, al
menos, con partes interpoladas".
Otros autores antiguos también
narran algo parecido al momento de explicar el rito de la comunión: Tertuliano, dice: “cuidamos escrupulosamente que algo del cáliz o
del pan pueda caer a tierra”; San Hipólito recomienda: “cada
uno esté atento… que ningún fragmento caiga y se pierda, porque es el Cuerpo de
Cristo que debe ser comido por los fieles y no despreciado”; San Efrén: “comed este pan y no
piséis sus migas… una partícula de sus migas puede santificar a miles de miles
y es suficiente para dar vida a todos los que la comen”; y Orígenes: “Con qué precaución y
veneración, cuando recibís el Cuerpo del Señor, lo conserváis de manera que no
caiga nada o se pierda algo del don consagrado. Os consideraríais justamente
culpables si cayese algo en tierra por negligencia vuestra”.
Todos estos autores, vale
decirlo, narraban el rito mientras la Iglesia carecía de libertad, es decir, en
tiempos de persecución, antes del Edicto de Milán y la relativa paz que trajo
Constantino (313) de allí que, casi por la misma época, otros autores narrasen
expresamente el contexto de esa “comunión en la
mano", como es el caso de San Basilio Magno (330-379):
“No
hace falta demostrar que no constituye una falta grave para una persona
comulgar con su propia mano en
épocas de persecución cuando no hay sacerdote o diácono” (Carta 93)
Esto ha hecho que, algunos
estudiosos hayan planteado que la comunión en la mano se dio, en los primeros
siglos, con mucha reverencia siempre, a causa de la persecución que se padecía
y en tiempos en que no había diáconos o sacerdotes que pudiesen administrarla
(vgr. Leclercq, “Comunión” en el Dictionnaire d’Archéologie Chrétienne).
Sin embargo, ese argumento, no
parece convencer del todo pues, como narra el Cardenal Du Perron al
refutar al hereje Du Plessis Mornay (quien
aducía que, porque antes se comulgaba en la mano, no habría conciencia de la
presencia real de Cristo en la Eucaristía entre los primeros cristianos) la
eucaristía se daba incluso en tiempos en que la persecución primera había
pasado ya, sobre todo, en los lugares alejados de Roma.
Sin embargo, pasado el tiempo
y poco a poco, la Iglesia comenzó mutar al respecto, como se lee ya en el Concilio de Zaragoza (a. 380), otro será el planteo de la Iglesia: “Excomúlguese a cualquiera que ose recibir la Sagrada
Comunión en la mano” o el Sínodo de Roma del año 404, celebrado bajo
el Papa Inocencio I, en el cual se impone el rito de la Comunión en la lengua,
o el Concilio de Rouen (año
650) donde se dice: “No se coloque la
Eucaristía en las manos de ningún laico o laica, sino únicamente en su boca” o el de Constantinopla: (680-681): ”Prohíbase a los creyentes tomar la Sagrada Hostia en
sus manos, excomulgando a los transgresores"; o el
Sínodo de Ruán (año 878): “No se debe entregar la Eucaristía en manos de ningún laico, hombre o mujer, sino solamente en la boca.
Si alguien transgrediese esto, dado que desprecia a Dios omnipotente, y no
rinde honor a cuanto en él hay, que sea excluido del altar”.
A primera vista, podría decirse
que, la comunión en la mano, comenzó siendo el uso normal de la Iglesia que
nació en tiempos de persecución. Con el tiempo, sin embargo y a medida que el
mundo conocido iba siendo evangelizado el uso se mantuvo pero volcándose, poco
a poco, a la praxis de la comunión en la boca por mano de los clérigos y
-siempre- con extrema veneración, de allí que Pablo VI, en MD,
indique que: “consta que los fieles creían y con
razón, que pecaban… si, habiendo recibido el cuerpo del Señor y conservándolo
con todo cuidado y veneración, algún fragmento caía por negligencia”.
Es por todo esto que, a
nuestro juicio, sería engañar a los fieles sin contextualizar el cómo se daba
esa “comunión en la mano” en la “Iglesia primitiva”.
Veamos, sin querer abundar, el
espíritu con que se hacía; para ello nos puede servir el ejemplo de la secta de
los nestorianos, existente aún hoy (quizás los cismáticos más antiguos que
existen hoy en día, cuyo origen se remonta al siglo V). Así se narra el rito de
la comunión: “Todos avanzan con gravedad y con
un aire recogido. En la entrada del Santuario, del lado de la Epístola, hay un
incensario humeante. Cada comulgante, al pasar delante se perfuma con él las
manos, el rostro y el pecho; luego, llegando ante el sacerdote y permaneciendo
de pie, le besa la mano y presenta su mano derecha extendida y cruzada sobre la
izquierda. El sacerdote deposita allí una partícula de Hostia que el comulgante
absorbe enseguida, lamiéndose la mano y pasándola luego por la frente para
secarla, luego va delante del subdiácono, le besa la manga del alba, bebe del
cáliz, se seca la boca con el purificador y se retira del costado del
Evangelio, manteniendo su mano sobre los labios. Las mujeres comulgan del mismo
modo, pero al fin de la Misa, después de que los hombres se han retirado”.
Mons. Athanasius
Schneider, experto en Patrística e Iglesia primitiva,
explica que hay una enorme diferencia entre la forma de comulgar en la Iglesia
primitiva y la actual práctica de la comunión en la mano: “En la Iglesia primitiva había que purificar las manos
antes y después del rito, y la
mano estaba cubierta con un corporal, de donde se tomaba la forma directamente
con la lengua. Tras sumir la Sagrada Hostia el fiel debía recoger de la
mano con la lengua cualquier mínima partícula consagrada. Un diácono supervisaba esta operación”
[3].
Nos preguntamos: quienes defienden el comulgar en la mano “porque así se
hacía antes”, ¿comulgarán hoy de la misma manera? Pues bien, independientemente de si el uso de la comunión en la mano se dio en
tiempos de persecución o no (cosa
que, al parecer, es bastante discutida entre los historiadores de la liturgia),
el tema más importante es que, la Iglesia, en un momento, cambió de postura al
respecto y comenzó a distribuirla en la boca.
5) UN USO QUE LA TRADICIÓN INTERRUMPIÓ Y HASTA
PROHIBIÓ
Pero, si no constituía (ni
constituye per se un sacrilegio); si en los primeros tiempos
se hacía con enorme devoción…, entonces: ¿por qué
la Iglesia, en un momento de la historia, llegó a prohibir este uso?
Según señala el gran
historiador Jungmann,
“esta costumbre de entregar la Eucaristía en la
mano traía consigo el peligro
de abusos… Con todo, más que el temor a los abusos, influyó, sin
duda, la creciente reverencia
al sacramento a que se diese más tarde la sagrada forma
directamente en la boca” (El Sacrificio de la Misa, B.A.C., Madrid 1963,
pp. 942 ss.). Es decir: se trató del desarrollo y
profundización del dogma del misterio de la Transubstanciación lo que llevó a
que, con el tiempo, la reverencia fuese más y más crecida hasta que la Iglesia,
comenzando por Roma y hacia afuera, comenzó a mandar que la eucaristía se diese
en la boca.
Se
cuenta que la reverencia era tan grande entre los siglos XIII y XV, que muchos sacerdotes
llegaban a comulgar tomando la hostia directamente de la patena con la lengua
(uso exagerado testimoniado por San Buenaventura y por las rúbricas de varios
misales del siglo XV).
Es el mismo Papa Pablo VI el
que, en Memoriale Domini plantea
las causas de este cambio: “después de que la
verdad del misterio eucarístico, su eficacia y la presencia de Cristo en el
mismo fueron escrutadas más profundamente, por urgirlo ya el sentido de
la reverencia hacia este Santísimo Sacramento, ya el sentido
de la humildad con la que es preciso que éste sea recibido, se introdujo la costumbre de que el ministro
pusiese por sí mismo la partícula de pan consagrado en la lengua de
los que recibían la comunión” (MD, 1276).
TRES RAZONES
ENTONCES LLEVARON A LA IGLESIA A CAMBIAR EL USO ANTERIOR:
- El
conocimiento de la verdad del misterio eucarístico.
- La reverencia
hacia el Santísimo Sacramento.
- La humildad
que conlleva recibirlo de esta manera.
Y este cambio se produjo en la Iglesia universal (es
decir tanto en Oriente como en Occidente).
Tan notorio era el significado
de reverencia de recibirlo en la boca que varios “reformadores”
protestantes (como Martín Bucero, asesor de la reforma anglicana), se
esforzaron rápidamente en cambiar el uso de la comunión en sus países, introduciendo la comunión en la mano para que sus fieles, ni pensaran en la presencia
real de Cristo, ni hicieran distinción entre el sacerdocio común de los fieles
y el sacerdocio ministerial.
6) LA MEJOR FORMA DE RENDIR CULTO: EN LA BOCA
Uno podría preguntarse: ¿hay una mejor forma de recibir la Eucaristía? Y
la Iglesia ha respondido que sí: en la boca. Y esto no hace a una persona más
santa que la otra (eso sería fariseísmo), sino simplemente a ser humilde y a
recibir el Santísimo Sacramento, como la Iglesia lo ha mandado, incluso al día
de hoy.
La comunión en la mano ha
sido, en nuestros tiempos, una excepción que intentaba
subsanar un abuso litúrgico especialmente, en los países de
tendencia protestantizante, de allí que según el documento Memoriale Domini, se
enseñe que hay un modo que es mejor que otro pues, con
la comunión en la boca, “se asegura más eficazmente
la distribución reverente, decorosa y digna de la Eucaristía, se aparta todo
peligro de profanación y se guarda más perfectamente el cuidado para con los
fragmentos de hostia”.
7) ¿SE PUEDE NEGAR LA COMUNIÓN EN LA BOCA?¿SE PUEDE
IMPONER LA COMUNIÓN EN LA MANO, DE CUALQUIER MODO?
La respuesta merece una
aclaración previa. La normativa vigente impide que se imponga la comunión
en la mano así porque sí.
Así lo dice la misma Instrucción Redemptionis Sacramentum: “Todas las normas referentes a la
liturgia, que la Conferencia de Obispos determine para su territorio, conforme
a las normas del derecho, se deben
someter a la recognitio de
la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, sin la
cual, carecen de valor legal. [28]
Por “recognitio",
se entiende en derecho canónico, el acto de la autoridad eclesiástica
que toma conocimiento de un acto de otra autoridad u organismo subordinado y le
da su visto bueno para que pueda surtir plenos efectos jurídicos.
Y se aclara: “En la distribución de la sagrada Comunión se debe
recordar que «los ministros sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes
los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y no les sea prohibido por el
derecho recibirlos» ( cfr. 177). Por consiguiente, cualquier bautizado
católico, a quien el derecho no se lo prohíba, debe ser admitido a la sagrada
Comunión. Así pues, no es lícito
negar la sagrada Comunión a un fiel, por ejemplo, sólo por el hecho de querer
recibir la Eucaristía arrodillado o de pie" [91].
Y es por ello que nadie puede
ser obligado a recibirlo en la mano y todos pueden recibirlo en la boca y, si
quieren, de rodillas, como ha señalado la Sagrada Congregación para el Culto
divino al decir que “aún en aquellos países donde
esta Congregación ha aprobado la legislación local que establece el permanecer
de pie como la postura para recibir la Sagrada Comunión… lo ha hecho con la condición de que a los comulgantes que
escojan arrodillarse no les será negada la Sagrada Comunión… Los
sacerdotes deben entender que la Congregación considerará cualquier queja
futura de esta naturaleza con mucha seriedad, y si ellas se verifican, actuará disciplinariamente
en consonancia con la gravedad del abuso pastoral” [4].
8) OBJECIONES FRECUENTES Y RESPUESTAS
A. ES SÓLO UNA VUELTA A LA PRÁCTICA PRIMITIVA
Falso: la comunión en
la mano, a lo que nos ha llevado, no es a las fuentes de la Iglesia primitiva,
reverente y venerante del Santísimo Sacramento, sino una postura cercana al
protestantismo, donde el Santísimo Sacramento puede verse devaluado.
B. ES MÁS ACORDE A LA DIGNIDAD DEL CRISTIANO Y
CORRESPONDE A UNA ETAPA DE ADULTEZ
La Iglesia, por medio del
documento de Pablo VI (MD) dice que es preciso recibir la
Eucaristía con humildad (“de los que se hacen como niños es el reino de los
cielos”, decía el Señor) y que éste fue, justamente, uno de los motivos
para comenzar a comulgar en la boca.
Además, la dignidad del
cristiano ya queda suficientemente destacada por el hecho de poder recibir en
la comunión el cuerpo y la sangre del Señor.
C. COMULGAR EN LA MANO TRAE UNA MAYOR CONCIENCIA
DEL “SACERDOCIO COMÚN DE LOS FIELES”
El sacerdocio común está ya
suficientemente expresado por la posibilidad de participar en la liturgia y
recibir la Comunión, cosas que sólo puede hacer un bautizado. Se halla muy
difundida, sin embargo, una concepción exagerada del sacerdocio común que
ignora por completo la distinción esencial entre éste y el sacerdocio
ministerial.
D. TAN DIGNA LA MANO COMO LA BOCA
Estrictamente hablando todas
las partes del cuerpo son dignas pero en cualquier cultura hay partes del
cuerpo que son consideradas nobles y otras innobles, pudendas y no pudendas. Y
no es necesario ejemplificar.
Además, las manos del fiel se
distinguen de las manos del sacerdote porque estas últimas fueron especialmente
ungidas para tocar el Cuerpo del Señor desde su ordenación sacerdotal (así lo
decía Juan Pablo II: “El tocar las Sagradas
Especies, su distribución con las propias manos, es un privilegio de los
ordenados y señala una participación activa en el ministerio de la Eucaristía”; Domin.
cenae, 11”).
E. RESPETO A LA LIBERTAD DE LOS FIELES
Si se propone a los fieles
elegir, sin advertir los peligros que este uso conlleva, en realidad se les
está ocultando la verdad y, “sólo la verdad os hará
libres.
F. ESTÁ MÁS ACORDE A LA SENSIBILIDAD ACTUAL EN LO
QUE RESPECTA A LA HIGIENE
El punto no tiene ningún apoyo
en la tradición o el magisterio.
Se plantea que el presunto
peligro de contagio de enfermedades sólo se evitaría prohibiendo la Comunión en
la boca (o permitiendo el “autoservicio”)
pues de lo contrario, aun comulgando en la mano, la hostia que se recibe es
tocada por los dedos del ministro que pueden haber tenido contacto con una
enfermedad contraída por medio de la mano del otro.
*
* *
Hasta aquí entonces, un
simple resumen acerca de este tema tan controvertido que, muchas veces, en vez
de ser sopesado con serenidad, embandera posturas ideológicas más que verdades
lógicas.
Bendito
y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar. Sea por siempre bendito y
alabado.
P. Javier
Olivera Ravasi, SE
11 de Marzo de
2020
[1] La mayoría de las citaciones han sido
tomadas del libro de Mons. Laise, al cual remitimos.
[2] Desde ahora, MD.
[3] https://www.religionenlibertad.com/polemicas/17082/la-comunion-en-la-mano-no-tiene-nada-que-ver-con.html
[4] Congregatio de Cultu Divino et
Disciplina Sacramentorum, Prot Nº 1322/02/L.








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