jueves, 4 de julio de 2019

LA NUEVA FORMA DE AMAR.


Por: Alison González Andrade | Fuente: Catholic.net

¿CON QUÉ PODREMOS EQUIPARAR EL SACRIFICIO QUE HACE UNA MADRE O UN PADRE PARA SACAR SIEMPRE ADELANTE A SUS HIJOS?
Estoy segura de que nunca conoceremos todo aquello a lo que nuestros padres tuvieron que renunciar con tal de darnos lo mejor.

Pero algo que si sabemos y que nadie puede negar es la razón por la cual podemos ver a nuestros padres sonreír mientras nos lo entregan todo. Sonreír mientras renuncian a pequeños gustos e incluso a algunas necesidades con tal de que a nosotros no nos haga falta nada. Es el amor que nos tienen.

Un amor generoso, sin límites, un amor dispuesto a mil renuncias, un amor que se desborda sobre el amado, un amor dispuesto al dolor.

DIME, ¿QUIÉN ES CAPAZ DE TRABAJAR DURANTE OCHO HORAS POR SEIS DÍAS A LA SEMANA Y ENTREGAR TODO SU SALARIO SIN RECIBIR NADA A CAMBIO? SÓLO UN PADRE.
Dime, ¿Quién es capaz de sentarse por dos horas en la mesa y explicar matemáticas básicas a alguien que sólo está pensando en irse a jugar? Sólo una madre.

Así pues, cuando alguien ama de tal forma a una persona, se está dispuesto a todo. Se está dispuesto a los grandes, pero también a los pequeños e insignificantes sacrificios.

En esta carta me gustaría platicar contigo sobre el gran gozo del sacrificio. Muchas veces mal entendido como sufrir por sufrir, desperdiciando todas las bendiciones que trae consigo mismo.

Y ¿QUIÉN ES CAPAZ DE HACER SACRIFICIOS? SÓLO EL QUE AMA.
Ahora, yo me pregunto: ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo hacer ayuno cuando la Iglesia nos lo pide? ¿Por qué nos cuesta tanto renunciar a pequeñas cosas como no comer carne los viernes de cuaresma o hacer ayuno una hora antes de recibir la comunión?

¿SERÁ QUE NO AMAMOS A NUESTRO SEÑOR?
Yo no creo eso. Lo que pienso es que no hemos encontrado el verdadero sentido del sacrifico.
Te voy a contar la historia de una amiga que me ayudó comprender el verdadero significado. Te dejo tal cual el relato que mi amiga escribió:

"Hace unos años, en las noticias, en la tele, en twitter, en las conversaciones de mis compañeros, entre mis amigos se escuchaba lo mismo: la terrible persecución a los cristianos en Medio Oriente.

Al principio todo era muy ajeno a mí, no lo sentía personal. No tenía conocidos por allá y todo lo sentía como si fuera una película, como algo que está fuera de la realidad. Fue hasta que escuché el testimonio de una monjita que comprendí la gravedad de la situación, fueron tantas historias de vida con las que me identifiqué y me di cuenta que eran mucho más cercanas a mí de lo que pensaba. Era mi familia que estaba siendo perseguida por hacer exactamente lo mismo que yo: creen en Cristo y profesar la fe.

Entonces, comprendí que las cosas no se podían quedar así, algo tenía que hacer por ellos. ¡Pero estaban muy lejos! Me sentí impotente. Hasta que por primera vez comprendí el gozo del sacrificio.

Seguramente muchos de mis hermanos habían sido despojados de sus cosas, incluso de sus hogares. Sabía que no la estaban pasando bien y que seguro tenían frío y hambre. Entonces decidí hacer oración y sacrificio. Recuerdo decirle a Dios: Sé que no gano nada durmiendo en el piso, más aun teniendo mi cama al lado, sin embargo, quiero acompañar a mis hermanos, quiero que no se sientan solos, quiero demostrarte cuánto me importan.

Durante dos semanas dormí en el piso y recuerdo que era una pesadilla y a la vez una gran conquista. La pesadilla radicaba en mi fobia a las arañas, recuerdo que llegaba a soñar que se me subía una al cuerpo. El gozo llegaba cuando al día siguiente le ofrecía la noche a nuestro Señor para que de alguna u otra forma pudiera abrazar a mis hermanos que estaban a miles de kilómetros de mí.

Mi vida seguía igual, nadie se enteraba de lo que hacía en las noches, sin embargo, yo me sentía diferente. Sentía que estaba amando de una nueva manera, tanto a mis iguales como a Dios. Encontré una nueva forma de ser generosa, de renunciar a comodidades para pensar en alguien más."

Me cambió la vida leer esto y me gustaría que tú y yo intentáramos lo mismo, intentar hacer oración y sacrificio, pero desde una nueva perspectiva con un nuevo corazón. Pensando en que lo que hagamos, por más insignificante que sea, estaremos transformando la realidad.

Aunque sea difícil de comprender, tu sacrificio es una forma de oración muy especial, llena de amor. A Dios le agrada tu sacrificio. No necesariamente por el dolor o el sufrimiento que éste causa, sino por tu entrega, tu generosidad, tu capacidad de renuncia, por tu confianza en Él de saber que tu oración puede cambiar vidas.

Cambia el chip sobre el sacrificio y comienza a ser el santo que necesitamos hoy en día.

Recuerda que sólo el que ama es capaz de entregarse al otro. Cuando tengas alguna preocupación, cuando las cosas no vayan bien en tu familia, en tu escuela o trabajo, encuentra nuevas formas de demostrar tu amor por medio del sacrificio.

Dios no se resiste a estos corazones que una y otra vez renuncian a sí mismos por amor a otro.

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