De repente, un
porcentaje significativo de nuestras élites sociales e intelectuales han
sucumbido al engaño de que una niña puede ser un niño, y un niño una niña, o
cualquier él, ella, ne, ze, zi o cualquier otra cosa que deseen.
La palabra «disidente» asociada, normalmente, con aquellos
valientes opositores al régimen soviético durante la ‘Guerra
fría’, puede muy bien ser aplicado hoy, a los psicólogos y psiquiatras
opuestos a diagnósticos extraños. Los disidentes, por lo general, defienden
verdades antipáticas y son silenciados a base de denuncias, ostracismo o
prisión. Aunque no parece muy probable que los psicólogos sean enviados hoy a
un ‘gulag’ físico, en su lugar, son enviados
a uno social, donde esta ideología infiltra toda la profesión. Lo importante es
que hay psicólogos disidentes que están dispuestos a arriesgarse al ‘gulag social o profesional’.
Recientemente, algunos
psicólogos y psiquiatras manifiestan públicamente su desacuerdo con el fuerte
activismo de los ‘lobbies’ para normalizar el «Trastorno
de la identidad de género» (GID, por sus siglas en inglés),
suprimiéndolo de la categoría de ‘trastorno’.
La edición más reciente del «Manual de trastorno
mental, diagnóstico y estadística», volumen 5 (DSM5, utilizado en todo
el mundo) dice que las personas que desean cambiar de género no padecen
desorden o trastorno alguno, más bien padecen ‘Disforia
de género’, es decir: «manifiestan una
marcada incongruencia entre su género experimentado/expresado y su género
biológico». Esto es un cambio enorme. Significa que las personas ‘transgénero’ no se sienten bien en su identidad
natural como hombre o mujer, tal como cualquiera no se encuentra bien por
sufrir un dolor de cabeza, pero ellos no tienen un trastorno o desorden. Pero
muchos psicólogos saben que esto no es verdad, justamente. Las personas con GID
existen y merecen un tratamiento compasivo como todo problema de salud mental.
Es muy importante darse cuenta
que nuestra comprensión de los trastornos cambia con el tiempo. En el siglo
XIX, muchos eran diagnosticados de ‘histeria’, pero los psicólogos
desarrollaron un mejor pensamiento sobre el tema; más tarde, algunos pusieron
su confianza en que la lobotomía (1) ayudaría a los pacientes, pero sabemos que
fue un error y se suprimió; y ahora, algunos piensan que hay muchos tipos de
géneros y que esto es perfectamente normal. Pero esto está cambiando algo que
habíamos considerado correcto desde el principio. Desde luego, nadie tiene que
jurar lealtad imperecedera al DSM5, pero debe confiarse en que los psicólogos y
los psiquiatras aceptan la mayoría de lo que en él se dice, de manera que
exista un acuerdo general sobre lo que es un trastorno psíquico y lo que no lo
es. Este principio funciona razonablemente bien con los trastornos más
importantes, tales como el trastorno bipolar o la esquizofrenia, pero con el
intento por razones políticas de suprimir el GID del manual de diagnóstico se
ha producido una división de alto nivel, totalmente inusual, entre los
psiquiatras y los psicólogos.
Uno de los más importantes ‘disidentes’ es Paul McHugh, estadounidense, y
católico, lleno de razón en su poderosa crítica. Antes, Jefe de Psiquiatría en
el hospital Johns Hopkins, había trabajado en el proyecto original de cambio de
sexo que se implantó allí en los 60, antes de tener segundas ideas al respecto.
Sí, aquí hay un psiquiatra que ha admitido que se equivocó. Se dio cuenta de
las terribles consecuencias para los que se entusiasmaron con la agenda del ‘transgenderismo’, diciendo que el foco del género
variable «ha tomado características de culto»,
«tiene su propia jerga, su propio lenguaje», y «los
chats de internet que dan respuestas resbaladizas» a nuevos reclutas, y
los clubs para un más fácil acceso a vestidos y estilos que apoyan el cambio de
sexo».
McHugh, incluso llamó la
atención de algunos miembros de la clase dirigente por algún tiempo, dándoles a
conocer los resultados de su amplio análisis de lo que ocurría en la dirección
de internet ‘consecuencia del cambio de sexo’:
Lo más llamativo, su
mortalidad (de los transgénero) por suicidio aumentó veinte veces más que los
de la población normal. Este resultado estremecedor no tenía explicación hasta
entonces, pero seguramente reflejaba la creciente sensación de soledad de que
ya habían informado las personas según se hacían mayores, después de la
cirugía. El alto índice de suicidios desafiaba, ciertamente, la política de
prescripción de cirugía para el cambio de sexo.
En 1979, McHugh cerró
completamente la clínica de identidad de género del hospital Johns Hopkins,
explicando que un estudio demostró que la mayoría de las personas que se habían
sometido a la cirugía de cambio de sexo «continuaban
con los mismos problemas en sus relaciones, en el trabajo, en sus emociones,
como antes de la operación. La esperanza que tenían de salir de aquellas
dificultades emocionales y florecer psicológicamente no se habían cumplido». El
tratamiento quirúrgico para la juventud ‘transgénero’,
añadió, es como aplicar la liposucción a una persona anoréxica. Describió,
asimismo, a las ‘mujeres transgénero’ como ‘caricaturas de mujer’, porque la cirugía ‘falló’ por no poder cambiar muchos de sus rasgos,
de sus características masculinas». Creía que
los cambiados de sexo sufren un trastorno de propia aceptación y reafirmó,
después de examinar las dolorosas evidencias, que: «Con
estos hechos en la mano afirmo que el Hopkins estaba cooperando fundamentalmente
con el desarrollo de la enfermedad mental. Nosotros, los psiquiatras, pienso
que lo haríamos mejor si nos concentráramos en tratar de arreglar sus mentes y
no sus genitales».
Otro psiquiatra
estadounidense, el Dr. Richard Fitzgibbons, llegó a parecidas conclusiones,
estableciendo que la reasignación quirúrgica es un «error
categórico», por ofrecer soluciones quirúrgicas a problemas
psicológicos, y lo más importante, que estas soluciones quirúrgicas ponen en
peligro la vida de las personas afectadas.
Indicó, además, que el mayor
estudio realizado hasta la fecha sobre la situación de las personas que se han
sometido a una reasignación quirúrgica de sexo (SRS, por sus siglas en inglés),
fue un análisis sobre más de 300 personas que se habían sometido a estos
tratamientos en Suecia durante los pasados treinta años. Este estudio de 2011
demostró que las personas sometidas a SRS tenían una diferencia
considerablemente mayor de un alto riesgo de mortalidad, de conductas suicidas,
y morbosidad psiquiátrica que la población en general.
En su muy completo estudio de
todo lo escrito sobre este asunto, Fitzgibbons insiste en que, dentro de
ciertos subgrupos, los jóvenes adquieren un mejor status si se someten al SRS
en vez de permanecer homosexuales y se ha encontrado una conexión entre el
autismo y el pensamiento trans-sexual.
Otro psicólogo, William
Kilpatrick, declara que según su punto de vista, »el
pensamiento del engaño (el genderismo) ha llegado a ser una característica de
la mente moderna» y lo que es trágico es que no solo la juventud está
enredada en ello, sino que también ha sido adoptado por los profesionales que
debían conocerlo mejor». En un reciente artículo titulado «La normalización del pensamiento engañoso», manifiesta:
De repente, un porcentaje
significativo de nuestras élites sociales e intelectuales han sucumbido al
engaño de que una niña puede ser un niño, y un niño una niña, o cualquier él,
ella, ne, ze, zi o cualquier otra cosa que deseen. Esto no es solo una rebelión
contra las convenciones sociales, naturales, es una rebelión contra la
realidad.
Si esta rebelión fuera
personal o localizada, podría ser contenida. Pero como Kilpatrick (en conexión
con el psicólogo canadiense Jordan Peterson) señala, hay una más siniestra
motivación: existe la evidencia de un progresivo totalitarismo cogiendo en una
trampa a las instituciones y disciplinas académicas occidentales. Hay
autoridades en las sociedades occidentales que quieren castigar a aquellos que
decidan no honrar el engaño, incluso autoridades de la profesión psiquiátrica.
El castigo se aplica en forma de denuncias públicas, expulsión del colegio
profesional, incluso cargos legales en algunos casos. Aquí, la Psiquiatría y la
Psicología, como en la Rusia soviética, están siendo coaccionadas para que
acepten la nueva ortodoxia política y las denuncias en marea creciente en los
medios siempre ayuda a minar la resistencia. Sin embargo, los disidentes arriba
mencionados y muchos otros (entre ellos los psicólogos australianos), se
mantienen firmes y rehúsan aceptar el engaño.
El joven, 14 años, Patrick
Mitchell, presente en el programa de televisión australiano, «60Minutos», se convirtió en un poderoso testigo
al recuperarse de su proceso transgénero. Patrick, realmente, tenía un problema
de identidad y habló de su confusión, «Yo no
sabía quién era la persona que me miraba fijamente a la espalda». Después de
ser diagnosticado de ‘Disforia de género’ y
después de estar tomando hormonas para alterar su cuerpo durante un año, él
dijo que un día se despertó y se dio cuenta de que no necesitaba cambiar de
género, diciendo «Me di cuenta que podía ser feliz
sin cambiar mi yo por completo». Comentando la situación de Patrick, el
Profesor John Whitehall de la Universidad de Sidney Occidental, dijo que el pedir
la cirugía trans-sexual fue en realidad una llamada de socorro para corregir la
enfermedad psicológica subyacente, pero los ideólogos del ‘género’ ponen las cosas peor al hacer que eso, la
enfermedad, sea considerada una situación normal, llamando a esa solución,
salud. Sus palabras parecen el eco de las de la Dra. Michelle Cretella,
presidente del Colegio Americano (Estadounidense) de Pediatras, quien cree que
aprobando ésta equivocada clasificación del ‘género’
de los pacientes de ‘Disforia de género’, se
está abusando psicológicamente de esos pacientes.
Los así llamados «profesionales» pueden no estar de acuerdo, pero
el ejemplo del joven Patrick nos hizo un favor a todos; él estableció la verdad
de que aunque tú puedas sentir ser de otro género, eso no significa que lo seas
realmente. Si aquellos, los «profesionales», tomasen
en serio la salud y el sentirse bien de los pacientes diagnosticados de ‘Disforia de género’, los activistas del ‘género’ harían bien en escuchar a Patrick. Y los
psicólogos disidentes pueden mostrar su ejemplo a otros jóvenes, ofreciéndoles
así esperanza que hay remedios cuando los conflictos de identidad les asaltan,
sin necesidad de alterar su cuerpo con cirugía.
La verdad, al final, tiene un
camino para triunfar sobre los ruidosos intentos de negarla. Con la ayuda de
los disidentes, otros, como Patrick, llegarán a aprender esto también.
Wanda Skowronska
Traducido
para InfoCatólica por Laudetur Jesus Christus
Publicado
originalmente en Crisis Magazine
_______________________________________________________________________
(1) Un tipo de
psicocirugía, consistente en la sección quirúrgica de uno o más fascículos
nerviosos de su lóbulo cerebral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario