jueves, 2 de noviembre de 2017

PARA JESÚS NO EXISTE NOVENA MEJOR QUE ESTA (Y SÓLO TIENE 9 PALABRAS)

DESCUBRE EL PODER DEL ACTO DE ABANDONO
Pido a Dios todo lo que necesito. Mucho. A veces, parece que esto es constante, y que vivo diciendo de la mañana a la noche: “Señor, por favor, dame eso” o “necesito eso”. A menudo, mis necesidades también se extienden a las conversaciones con mis amigos. Siempre pido que oren por mí por varias intenciones.
Aunque intente no dejar que mis necesidades estén en el centro de mi oración, eso es casi inevitable. Tanto que a veces me pregunto si no está siento muy pobre.
Y llego a la siguiente conclusión: todos somos pobres; esto forma parte de la condición humana. Sin embargo, aunque nuestra necesidad nos vuelva un poco vulnerables, Dios lo ve de forma diferente. Él conoce nuestras necesidades. Y ellas le glorifican, dándole la oportunidad de respondernos con su bondad y piedad.
Dolindo Ruotolo, un fraile capuchino que vivió de 1882 a 1970, comprendió profundamente la relación entre nuestra necesidad y la bondad de Dios.
Ordenado a los 23 años, Dolindo pasó la vida en oración, sacrificio y servicio. Él escuchó confesiones, dio orientación espiritual y cuidó a los necesitados. Por un tiempo, sirvió como director espiritual de Padre Pío. Incluso, cuando algunos peregrinos de Nápoles, donde residía Dolindo, iban a Pietrelcina, Padre Pío acostumbraba a decir: “¿Por qué vienen aquí teniendo a  Dolindo en Nápoles? ¡Vayan a él, es un santo!”
El fraile se dio a conocer por su espiritualidad de rendición. Muy consciente de la flaqueza y de la necesidad humana, Dolindo vio esto como una forma de promover una unión continua con Dios.
Al invitarnos a llevar continuamente nuestras preocupaciones y preocupaciones al Señor, él nos enseña que el foco de nuestras oraciones no debe permanecer en nuestras necesidades. Nos anima a llevar nuestras necesidades a Dios, dejándole libre para cuidar de nosotros con su sabiduría. Dolindo nos dice que el Senhor prometió asumir plenamente todas las necesidades que le confiamos. En las palabras de Jesús a Dolindo: “¿Por qué te confundes con tu preocupación? Déjame a mí el cuidado de tus asuntos y todo estará en paz. Te digo, en verdad, que todos los actos de entrega verdadera, ciega y completa producen el efecto que deseas y resuelven todas las situaciones difíciles. (…)
Mil oraciones no son iguales a un acto de abandono; nunca olvides esto. No hay mejor novena que esta: oh Jesús, me abandono a ti. Jesús, asume el control.”
Muchas personas han atestiguado curaciones y gracias después de seguir los consejos de Dolindo sobre la constante realización del acto de abandono a la Divina Providencia. La oración de rendición también puede ser hecha en su totalidad o en nueve segmentos más cortos, como una novena diaria.
Yo hice la novena sugerida por fray Duolindo hce casi un año, y creo que no sólo es un recuerdo de la importancia de traer mis necesidades y preocupaciones al Señor, sino también una fuente de gran consuelo y aliento.
Dolindo Ruotolo es actualmente Siervo de Dios; su causa de beatificación está abierta.
ACTO DE ABANDONO A LA DIVINA PROVIDENCIA
“Mi Dios, no sé lo que va a pasar en este día. Sé, sin embargo que todo lo que me suceda Tú lo has dispuesto, previsto para mi mayor bien. Me basta saberlo, oh mi Dios, para sosiego y tranquilidad de mi corazón.
Sé que todo estará conforme con tu voluntad, y que el Amor infinito que me consagras con el Padre, el más amable y amigo, el más fiel. Soy como un niño frágil, que nada puedo ni en el orden de la naturaleza, ni de la gracia, y ni siquiera puedo tener un buen pensamiento en Ti.
Me entrego totalmente a tu amor paternal, sabiendo que, así como la madre lleva sólo para el bien al hijo que tiene en brazos, así Tu y mejor que ella, sólo puedes darme lo mejor para mi felicidad, santificación y salvación. Me abandono enteramente a tus santos, impenetrables y eternos designios, y a ellos me someto de todo corazón.
Quiero todo, acepto todo, te ofrezco todo uniéndome al sacrificio de Tu querido Hijo Unigénito y mi Salvador. En nombre de Jesucristo, por su Santísimo Corazón y por sus merecimientos infinitos, te pido la paciencia en el sufrimiento y la perfecta conformidad con Tu voluntad por todo lo que Tú quieras y permitas.
Amém”.

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