A veces mientras conduzco el auto me parece escuchar en lo más hondo del
alma como un llamado. Es algo difícil de explicar. Conduces atento a las señales de tránsito
y de pronto te brota una urgencia, la necesidad de pasar a ver a Jesús en un
sagrario.
Reconozco que a veces me hago
el desentendido.
― Ahora no puedo
Señor ― le
explico, pero no lo convenzo.
― Tengo un
asunto muy importante. Te prometo que termino y luego paso a verte al sagrario.
Me río porque sé lo que va a ocurrir. Lo conozco.
Un simple “no” nunca será suficiente para el Amor que anhela
amar y que se ilusiona contigo.
En este momento mientras te
escribo, si pudieras verme me escucharías reír.
―Eres un caso
Jesús ―le digo
bromeando ― ¡Contigo no se puede!
Termino en el sagrario haciéndole compañía.
Suelo imaginarlo como un niño
que celebra su cumpleaños y desea que inicie su fiesta rodeado de sus
amiguitos. Como nadie llega se asoma a cada instante por la ventana y pregunta
a su mamá:
― ¿Van a demorar
en venir?
―No hijo ―le responde ella ― No tardan en llegar. Paciencia.
Lo imagino preguntando a su
Madre, la Santísima Virgen María:
― ¿Llegarán?
Y ella responde:
―Vendrán, no te preocupes.
Pienso que Jesús desde el sagrario siente esa impaciencia, ese anhelo
que llegues para tener una gran fiesta contigo.
¿Qué le llevas de regalo? Tus
inquietudes, problemas, alegrías, triunfos, oraciones y un alma dispuesta al
amor, para recibir su gracia.
Cuánto amor en el sagrario, nos
tiene Jesús Sacramentado.
No dejes que nadie te diga que no está allí. Él
ESTÁ VIVO.
Escucha tu corazón, ¿qué te
dice? Ahora escúchalo a Él. ¿Qué espera de ti?
He visto cientos de personas que de alguna forma son tocadas por el buen
Jesús cuando empiezan a visitarlo en el sagrario. Descubro vidas transformadas,
familias unificadas, hasta posibles
suicidas que se estremecen ante la presencia VIVA de Jesús y
cambian y empiezan otra vez, dándose otra oportunidad y una nueva vida.
TENGO EL IMPACTANTE TESTIMONIO de un argentino. En el 2015 le
diagnosticaron un cáncer fulminante ya en fase terminal. Estaba desahuciado,
sin ninguna esperanza, sólo podía esperar el fin inevitable que llegaría en
cualquier momento.
Decidió no rendirse, aferrarse a Jesús en el sagrario. Y empezó a
visitarlo a diario.
Pidió Misericordia para
dedicarse a Evangelizar. De pronto… Los médicos no se explican que ocurrió. No
tiene explicación científica. La enfermedad se detuvo. Sencillamente paró, algo
imposible. Y allá está él, sirviendo a Dios con todas fuerzas, en este tiempo
de gracia que se le concedió.
¡Gloria Aleluya a ti Señor Jesús!
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