Entérate de las causas que obstaculizan la oración y cómo remediarlas.
Aunque el
acto mismo de hacer oración no es difícil, con frecuencia se pueden presentar
dificultades. Es muy importante saber esto, pues muchas personas que comienzan
el camino de la oración pueden sentir "que no
sirven para eso" o desfallecer fácilmente. Santa Teresa de Jesús,
que llegó a las cúspides espirituales más altas, durante 20 años no pudo hacer
oración mental adecuadamente.
Uno de
los obstáculos más comunes y continuos en la oración es la distracción, esos
pensamientos o imaginaciones que desvían la atención del objeto propio de la
oración. Sus causas son muy variadas. Unas son independientes de la voluntad:
por el propio temperamento del que está haciendo la oración (inclinación hacia
las cosas exteriores, incapacidad de fijar la atención, pasiones vivas o no
bien dominadas que atraen continuamente la atención hacia otras cosas); la
salud precaria y la fatiga mental, que impide fijar la atención; el demonio,
etc.
2729. "La dificultad
habitual de la oración es la distracción. En la oración vocal, la distracción
puede referirse a las palabras y al sentido de éstas. La distracción, de un
modo más profundo, puede referirse a Aquél al que oramos, tanto en la oración
vocal [litúrgica o personal], como en la meditación y en la oración
contemplativa. Salir a la caza de la distracción es caer en sus redes; basta
volver a concentrarse en la oración: la distracción descubre al que ora aquello
a lo que su corazón está apegado. Esta humilde toma de conciencia debe empujar
al orante a ofrecerse al Señor para ser purificado. El combate se decide cuando
se elige a quién se desea servir."
Otras
distracciones voluntarias son la falta de la debida preparación en cuanto al
tiempo, el lugar, la postura, poco recogimiento, tibieza, etc.
Como
remedios prácticos te recomendamos la lectura de algún libro espiritual; fijar
la atención en una imagen que te facilite la devoción así como escribir o tomar
notas durante la oración en tu cuaderno de oración.
Como
norma general es conveniente no impacientarse, sino volver con suavidad al
recogimiento interior, tantas y cuantas veces sea preciso.
Es
importante cuidar el silencio, la guarda de los sentidos y del corazón, la
mortificación de la imaginación, etc.
La
sequedad espiritual también es un problema. El Catecismo nos dice que "Otra dificultad, especialmente para los que quieren
sinceramente orar, es la sequedad. Forma parte de la contemplación en la que el
corazón está seco, sin gusto por los pensamientos, recuerdos y sentimientos,
incluso espirituales. Es el momento en que la fe es más pura, la fe que se
mantiene firme junto a Jesús en su agonía y en el sepulcro. "El grano de
trigo, si muere, da mucho fruto" [Jn 12,24 .]. Si la sequedad se debe a falta de raíz, porque la Palabra
ha caído sobre roca, no hay éxito en el combate sin una mayor conversión."
(CEC 2731)
La
sequedad es un reflejo del combate de nuestras vidas. Así como en la vida
luchamos por hacer la voluntad de Dios, por cumplir sus mandamientos a pesar de
los muchos obstáculos, tentaciones y debilidades que tenemos, en la oración
también debemos combatir y luchar.
"La oración es un don de la gracia y una respuesta decidida por
nuestra parte. Supone siempre un esfuerzo. Los grandes orantes de la Antigua
Alianza antes de Cristo, así como la Madre de Dios y los santos con Él nos
enseñan que la oración es un combate. ¿Contra quién? Contra nosotros mismos y
contra las astucias del Tentador que hace todo lo posible por separar al hombre
de la oración, de la unión con su Dios. Se ora como se vive, porque se vive
como se ora. El que no quiere actuar habitualmente según el Espíritu de Cristo,
tampoco podrá orar habitualmente en su Nombre. El "combate
espiritual" de la vida nueva del cristiano es inseparable del combate de
la oración." (CEC
2725)
Una de
las razones de la sequedad es la falta de humildad. Creemos que solamente
depende de nosotros mismos el hacer oración y perseverar, sin darnos cuenta de
que frecuentemente solos no podemos nada. Es una nueva oportunidad para verse
objetivamente y abandonarse en Dios. A veces creemos que somos nosotros quienes
determinamos la oración o somos su motor y esto no es así, es el Espíritu Santo
el verdadero motor. De nuevo revisemos el Catecismo "En
el combate de la oración, tenemos que hacer frente en nosotros mismos y en
torno a nosotros a conceptos erróneos sobre la oración. Unos ven en ella una
simple operación psicológica, otros un esfuerzo de concentración para llegar a
un vacío mental. Otros la reducen a actitudes y palabras rituales. En el
inconsciente de muchos cristianos, orar es una ocupación incompatible con todo
lo que tienen que hacer: no tienen tiempo. Hay quienes buscan a Dios por medio
de la oración, pero se desalientan pronto porque ignoran que la oración viene
también del Espíritu Santo y no solamente de ellos." (CEC 2726)
Tampoco
te olvides de que a Dios le gusta nuestra perseverancia y nos prepara. Cuando
Dios permite nuestra sequedad, o nuestras distracciones nos pone a prueba. ""No tenéis porque no pedís. Pedís y no recibís
porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones" [St
4,23 .]. Si pedimos con un corazón dividido, "adúltero",
Dios no puede escucharnos porque Él quiere nuestro bien, nuestra vida. "¿Pensáis que la Escritura dice en vano: Tiene
deseos ardientes el espíritu que él ha hecho habitar en nosotros" [St
4,5 .]? Nuestro Dios está "celoso" de
nosotros, lo que es señal de la verdad de su amor. Entremos en el deseo de su
Espíritu y seremos escuchados: No te
aflijas si no recibes de Dios inmediatamente lo que pides: es él quien quiere
hacerte más bien todavía mediante tu perseverancia en permanecer con él en
oración. Él quiere que nuestro deseo sea probado en la oración. Así nos dispone
para recibir lo que él está dispuesto a darnos. [San Agustín]" (CEC 2737)
La
sequedad, las distracciones, la falta de tiempo son dificultades, pero pueden
vencerse, primero pidiéndole a Dios que nos ayude y en segundo lugar procurando
tener una voluntad cada vez más firme.
"Por último, en este combate hay que hacer frente a lo que es
sentido como fracasos en la oración: desaliento ante la sequedad, tristeza de
no entregarnos totalmente al Señor, porque tenemos "muchos bienes" [Mc 10,22 .]; decepción
por no ser escuchados según nuestra propia voluntad; herida de nuestro orgullo
que se endurece en nuestra indignidad de pecadores, alergia a la gratuidad de
la oración… La conclusión es siempre la misma: ¿Para qué orar? Es necesario
luchar con humildad, confianza y perseverancia, si se quieren vencer estos
obstáculos." (CEC 2728)
En alguna
ocasión sentiremos que no tenemos deseo de hacer oración, que simplemente "no tenemos qué decir" y es precisamente
en esos momentos cuando el estar dirigiéndonos a Dios cobra un sentido
especial. Una idea clave en esto es pensar que somos como el guardia de un
castillo, y que el Señor del Castillo está en su habitación. No sabemos si él
quiere hablar con nosotros o no, o si nos necesita para algo, pero nosotros
estamos ahí al pie de su puerta firmes, esperando y haciéndole saber que "ahí estamos".
Una
tentación muy frecuente es que al estar en pecado mortal, no pudiéramos hacer
oración por sentirnos culpables o indignos. Con mayor razón debemos acercarnos
a Dios para rogar su misericordia y pedirle perdón de nuestras faltas, con un
firme propósito de ir a confesarnos en cuanto nos sea posible. Debemos
reconocernos pecadores, y con gran Fe en la misericordia de nuestro Padre,
implorar su bondad y no permitir que nuestra vida interior se haya visto
turbada por una falta, aún si es grave. Si no nos acercamos con un corazón
humilde, arrepentido, nuestra situación empeorará. Necesitamos acercarnos a
Dios, porque Él no se sorprende de nuestras debilidades o caídas. Nuestro
propósito debe ser firme en no ofenderlo más, pero si cometimos una falta
debemos enmendar el error y volver a empezar la lucha.
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