El vecino del Anacoreta llamó a su puerta. Muchas veces lo hacía para pedir sal o un detergente o algo que había olvidado comprar y que no encontraría a aquellas horas de la noche. Pero esta vez dijo que quería hablar. El anciano lo hizo pasar y lo acomodó en su despacho.
- Cada vez me veo más desorientado. La sociedad ha
perdido sus valores. La Iglesia, con sus luchas intestinas, me decepciona. Me
siento como un extranjero en este mundo.
El Anacoreta guardó silencio unos instantes, Luego
tomó un libro que tenía sobre la mesa y empezó a buscar algo en él. El hombre
pudo ver la portada: "A la espera de Dios". Su autor: Simone Weil. El
anciano sonrió y respiró aliviado cuando encontró lo que buscaba.
- Escucha lo que dice este libro, que precisamente
hoy estaba releyendo: "En este mundo nos sentimos extranjeros,
desarraigados, exiliados. Como Ulises, al que unos marineros cambiaron de lugar
mientras dormía, y se despertó en un lugar desconocido anhelando Itaca, con un
anhelo que le desgarraba el alma. De pronto, Atenea le abrió los ojos y se dio
cuenta de que ya estaba en Itaca. De la misma manera, todo hombre que desea
incansablemente su patria, que no se distrae de su destino ni por Calipso ni
por las sirenas, se da cuenta un día de que ya está en su patria."
Volvió a guardar silencio, y luego concluyó:
-Primero debemos tener clara cuál es nuestra
patria. Y nuestra patria es Dios. De Él venimos y a Él regresamos. Es nuestra
Itaca. Luego debemos evitar todo aquello que nos distraiga de nuestro camino.
La falsa felicidad de Calipso, los cantos de sirena...Sólo así descubriremos un
día, que ya estamos en nuestra patria. Que estamos en Dios y Dios está en nosotros.
Enviat per Joan Josep Tamburini
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