martes, 24 de noviembre de 2015

80 AÑOS DEL REGALO CELESTIAL DE LA CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA


Una oración para el final de los tiempos.

En el año 1935 Sor Faustina Kowalska recibió del Cielo la Coronilla de la Divina Misericordia. El pasado 14 de setiembre se cumplieron 80 años de ese regalo que Jesús nos dejó.

Y esto ocurrió 3 meses antes que el 8 de diciembre se abra el Año de la Misericordia que decretó el Papa Francisco y que se extenderá hasta el 20 de noviembre de 2016.

Probablemente todos conozcamos más o menos lo que significa la Divina Misericordia. Probablemente hayamos recibido algún folleto, una imagen del Jesús de la Misericordia, con explicaciones al dorso, o mejor aún, quizás hemos asistido a algún retiro o meditación al respecto, hayamos realizado la Novena, que comienza el Viernes Santo, o recemos a las 3 de la tarde la Coronilla de la Misericordia.

BUSCANDO A LA OVEJA PERDIDA

En Su profundo e infinito Amor, Jesús tomó la iniciativa –una vez más buscando a la oveja perdida – y en febrero del año 1931, se le apareció a la entonces religiosa y hoy santa María Faustina Kowalska.

“Te envío a toda la humanidad con Mi Misericordia. No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla, abrazarla a Mi Corazón Misericordioso´.

Durante años, Jesús fue moldeando el alma de Sor Faustina, que acabó por ser realmente, Apóstol de la Divina Misericordia. Así hasta llegar a las puertas del 14 de setiembre, día de la Exaltación de la Santa Cruz.

EN LA VÍSPERA, EL DÍA 13, SOR FAUSTINA TUVO LA VISIÓN DE UN ÁNGEL:

“En la noche, cuando estaba en mi celda, vi un Ángel que era el ejecutor de la justicia de Dios. Estaba vestido con una túnica brillante, su cara gloriosamente iluminada y una nube bajo sus pies. En sus manos tenía truenos y relámpagos. Cuando vi las señales de la ira divina, con las cuales cierto país de la tierra sería castigado de una manera particular, imploraba al Ángel, pero noté enseguida que mis plegarias eran impotentes contra la ira de Dios…

En el mismo momento vi a la “Santísima Trinidad”, que irradiaba Majestad y Santidad incomparables. Al mismo tiempo oí interiormente palabras, con las cuales empecé a implorar fervorosamente por la salvación del mundo. Y ¡Oh milagro! el Ángel era impotente contra esta oración y no podía ejecutar el justo castigo. Las palabras con las que imploraba la misericordia de Dios eran las siguientes:

“Padre Eterno, yo te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, en expiación de nuestros pecados y los del mundo entero”

Sin saberlo aún, Sor Faustina estaba rezando parte de la Coronilla de la Divina Misericordia.

Al día siguiente, el 14, Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, Jesús le completó la oración que ella había recibido en su corazón:

“Lo rezarás en un Rosario común, comenzarás con un Padrenuestro, un Avemaría y el Credo. En las cuentas del Padrenuestro, dirás la oración que recitaste ayer, y en las diez correspondientes a las Avemarías, dirás lo siguiente:

“Por Su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero…”

LA DIVINA MISERICORDIA: UNA DEVOCIÓN URGENTE

Podemos intuir una de las razones por las cuales Jesús quiso cimentar la devoción a la Divina Misericordia. Sí, podemos intuirlo por la cantidad y el tamaño de los pecados que inauguraron y vieron finalizar el siglo XX y comenzar el XXI.

Una primera Guerra mundial, donde los hombres se enfrentaron ferozmente, sin importarle la vida del otro, luchando con saña por una meta que tal vez nadie sabía cuál era. Millones de personas murieron y Jesús sabía que se vendría otra Guerra, mucho más agresiva, más cruenta, más atroz. La Virgen lo anunció en Fátima, pero nadie la escuchó.

Los hombres estaban tan lejos del arrepentimiento y bien podían caer en la desesperación de Judas; ya el confesionario era como una puerta que no se animaban a traspasar.

Tristemente, a esto se han agregado los pecados de la post modernidad, que van en camino de eliminar los valores que sostuvieron a las naciones por siglos.

El aborto, horrendo crimen, matar a un niño indefenso en el vientre materno, dejó de ser una abominación para ser un “derecho humano”; la eutanasia, quitar la vida a un enfermo terminal, para favorecer materialmente a los centros de salud y a los familiares insensibles; el matrimonio homosexual, cuyos defensores exigen que la propia Iglesia Católica avale su pecado; y muchas otras más…

Pero, conociendo a Dios, sabemos que nunca deja de llamar a sus hijos extraviados.

EL DOLOR DEL BUEN PASTOR QUE DA LA VIDA POR SUS OVEJAS

“Oh, ¡qué enorme caudal de gracias derramaré sobre las almas que recen esta Coronilla. Las entrañas de mi Misericordia se enternecen por aquellos que rezan la Coronilla!”

Jesús, Divino Buen Pastor, llegó una vez más en nuestra ayuda enseñando al mundo a través de Su sierva, la Devoción a la Divina Misericordia.

Él es el eterno Salvador. Quería, quiere, rescatar a cada uno de nosotros, enseñarnos que Sus brazos amorosos están abiertos para recibirnos. Sólo hay que dar el primer paso y decir

“Jesús, perdóname”.

Jesús le confió a Sor Faustina el indecible dolor que le causan las almas que no quieren creer en Su bondad. También le habló de que la misericordia fluye como una corriente de agua de todas y cada una de sus llagas, pero que la herida de Su Sagrado Corazón es la fuente de la Misericordia sin límites y que de esa fuente brotan todas las gracias para las almas.

“La humanidad no encontrara ni tranquilidad ni paz, hasta que se vuelva con plena confianza a mi Misericordia”.

Nosotros hemos escuchado a lo largo de los años y hemos rezado la Coronilla de la Divina Misericordia para aplacar la ira de Dios, hemos hecho la Novena que comienza el Viernes Santo y termina el Domingo de la Misericordia.

Y sabemos que la Hora de la Misericordia es las 3 de la tarde, la hora en que Jesús murió en la Cruz.

Esta es la hora de gran misericordia para el mundo entero. Te permitiré entrar dentro de Mi tristeza mortal. En esta hora, no le rehusare nada al alma que me lo pida por los méritos de Mi Pasión”.

LOS PECADORES MODERNOS NO PARECEN ARREPENTIRSE

Pero a pesar de los esfuerzos de Jesús para llamar a las almas, nosotros no vemos habitualmente gente que se arrepienta de sus pecados. Podemos preguntarnos, entonces, ¿a quiénes se dirigía Jesús al pedirle a Sor Faustina que divulgara la Devoción que vale un Cielo?

Podemos preguntarnos, incluso, si es posible que un pecador consuetudinario, llegada la hora de su muerte, pueda pedirle ayuda a un Dios que nunca conoció y en el cual no cree.

Y entonces, nos surge la respuesta, clara, firme, como si Jesús mismo nos la soplara en el oído: en 1935, Jesús también estaba preparando al mundo para el día de Su Aviso a la humanidad.

“Escribe esto para las almas afligidas: Cuando el alma ve y reconoce la gravedad de sus pecados, cuando se descubre ante sus ojos todo el abismo de miseria en que ha caído, no se desespere sino que se arroje con confianza en los brazos de Mi Misericordia, como un niño entre los brazos de su madre amadísima”.

LA “ILUMINACIÓN DE LA CONCIENCIA” ¿ES INMINENTE?

Según lo profetizado por la Santísima Virgen en Garabandal, el Aviso será una iluminación de la conciencia, un regalo de la Divina Misericordia de Dios.

Durante el tiempo que dure esa “iluminación de la conciencia”, todo el mundo sabrá de Dios y conocerá el estado de su alma tal cual Dios la ve y sus su pecado. Será un momento “como no ha habido otro” desde que existen la naciones. (Daniel 12, 1-3).

“. . . Si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque la Misericordia anticiparía mi Juicio”.

Jesús, que no quiere perder ningún alma, preparó por medio de las revelaciones a Santa Faustina el camino y la puerta para que todos puedan entrar por ella.

Con sus palabras Jesús nos dice a cada uno de nosotros,

“No temas, aun cuando tus pecados sean terribles, arrepiéntete y no dudes, nunca dudes de mi compasión”.

Por lo que, una vez que los creyentes tomamos conciencia de esto, tendríamos que llevar esa frase estampada en nuestro corazón como un sticker hasta que esa frase entre en la conciencia como algo presente diariamente: “arrepiéntete y no dudes en pedir perdón”,

Es Cristo mismo quien nos lo pide.

“Hija Mía, diles que yo soy el Amor mismo y la misma Misericordia

Empléate con todas tus fuerzas en la difusión del culto a mi Misericordia. Yo supliré lo que te falta para el feliz éxito de la obra…

Habla al mundo de mi Misericordia, a fin de que toda la humanidad conozca su inmensa grandeza.

Esta es la señal para los últimos tiempos; después vendrá el día de mi Justicia… Mientras tienen tiempo, que los hombres acudan a la fuente de mi Misericordia. ¡Que el pecador no tenga temor de acercarse a Mí!

Deseo que los sacerdotes proclamen la grandeza de mi Misericordia hacia las almas pecadoras…

Oh, ¡qué enorme caudal de gracias derramaré sobre las almas que recen esta Coronilla. Las entrañas de mi Misericordia se enternecen por aquellos que rezan la Coronilla…”

PROMESAS DE LA CORONILLA EN LAS TORMENTAS

Dice Santa Faustina:

Hoy me despertó una gran tormenta. El viento estaba en su apogeo, y estaba lloviendo a cántaros, rayos golpeando una y otra vez. Comencé a orar para que la tormenta no hiciera ningún daño, cuando escuché las palabras:

“Di la Coronilla que te he enseñado y la tormenta cesará”.

Comencé inmediatamente a rezar la coronilla y ni siquiera la había terminado cuando la tormenta de repente cesó y oí las palabras:

“A través de la coronilla obtendrás todo, si lo que pides es compatible con mi voluntad”

“REZA INCESANTEMENTE ESTA CORONILLA QUE TE HE ENSEÑADO”

¿Recordamos este pedido de Jesús? No fue ayer que lo hizo. Jesús nos dijo esta frase, por medio de Santa Faustina ¡hace ochenta años!

Ochenta años no es poco tiempo. Es el lapso de toda una vida. Todo ese período, o por lo menos el que nos atañe a cada uno de nosotros, nos interpela a hacer obligatoriamente un examen de conciencia.

“Que los más grandes pecadores pongan su confianza en Mi misericordia. Ellos más que nadie tienen derecho a confiar en el abismo de Mi misericordia”.

¿Nos lo hemos tomado seriamente?

¿O simplemente lo hemos leído y calculando que somos más o menos cumplidores de la ley de Dios, nos hemos dicho “esto no es para mí”?

¿O tal vez respiramos aliviados, pensando que, si Jesús está tan bien dispuesto hacia los mayores pecadores, estará también dispuesto a hacernos un lugarcito también a nosotros sin que nos esforcemos demasiado?

No debemos olvidarnos que la omisión es también un pecado.

Es nuestra decisión. Podemos poner 80 velitas en una torta y cantar el “Feliz Cumpleaños”, o podemos tomar en serio este pedido de Jesús y convertirnos nosotros también en Apóstoles de la Divina Misericordia.

Tenemos dos formas de hacerlo, ambas importantes.

La primera, rezar continuamente la Coronilla entregada por Jesús.

“Reza incesantemente esta coronilla que te he enseñado…!

Y Jesús nos aclara, por medio de Santa Faustina, que todo aquel que rece la Coronilla recibirá grandes gracias.

“Defenderé como Mi propia Gloria a cada alma que rece esta Coronilla en la hora de la muerte…”

La segunda, es propagar la Devoción a la Divina Misericordia.

“A las almas que propaguen la devoción a Mi Misericordia, las protejo durante toda su vida como una madre cariñosa a su niño recién nacido y a la hora de la muerte no seré para ellas el Juez, sino el Salvador Misericordioso”

Escuchémosla mientras estemos levantados o acostados, en casa o viajando, hagámoslo en homenaje a tan grande y divino Amor. Hablemos a los demás de tan maravilloso regalo.

“El que no quiera pasar por la puerta de Mi Misericordia, tendrá que pasar por la de Mi Justicia”.

FUENTES:


Escrito por María de los Ángeles Pizzorno

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