Llega el tiempo en que
el Señor abrirá puertas que estaban cerradas. Puertas que les tocará su tiempo
de abrirse, Él te está preparando para ello, y cuando suceda, dale toda la
gloria, porque nada la podrá cerrar.
En Apocalipsis 3:7 dice: “Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el
Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y
cierra y ninguno abre”.
Una puerta abierta por Dios, es un lugar donde los planes,
las ideas, el propósito, o la misión que tenemos, comienza a dar frutos. Una
puerta abierta nos posibilita permanecer en un estado de gracia, que aunque
parezca que las cosas son difíciles, suceden igual. El reino de Dios gobierna
sobre los reinos del mundo y nosotros, si caminamos en acuerdo con Él, puertas
de bendición se abrirán, y nada ni nadie las podrá cerrar. A veces, el Señor
mantiene una puerta cerrada, hasta que nuestro corazón esté preparado; nos da a
entender que solo Él la puede abrir. Cuando llega el momento, algo sucede, tal
vez, de donde menos lo esperamos: nuestras metas, deseos y propósitos,
comienzan a desplegarse delante de nuestros ojos. Solo Dios puede abrir las
puertas a el gran propósito que tenemos, no nos desviemos por puertas equivocadas,
permanece en fe y humildad, esperando que eso suceda, y cuando pase, da toda la
gloria a su nombre.
Oremos
así:
“Dios Padre, te adoro con mi corazón y mi
espíritu, porque comprendo que solo tu puedes abrir las puertas de mis
bendiciones. Permanezco en obediencia, humildad y fe, esperando que por tu
gracia, obtenga la llave para abrir la puerta. Lo creo y declaro en el nombre
de Jesús. Amén”.
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