No sé qué
pretendías exactamente con tu “obra”. Si era provocación, ruido mediático, darte a
conocer… lo has conseguido. Si era denunciar públicamente los pecados de la
Iglesia, no hacía falta todo esto. Si era alimentar el fuego de la
confrontación y el odio, has errado.
Hace tiempo que la
Iglesia condena y persigue la execrable abominación de la pederastia. Con dolor
la ha sufrido, y con valentía la ha denunciado y persigue. Identificar a toda
la Iglesia, a sus millones de fieles, a sus miles de honestos y entregados
religiosos, como pederastas, es muy falaz e injusto. Ya puestos, podríamos ir a
la puerta de una escuela infantil, sacar los juguetes de los peques, y escribir
“pederastas” delante de la escuela con dichos juguetes, dados los numerosos
casos de pederastia entre los profesores. O hacerlo delante de una casa
cualquiera, pues es entre los padres donde se produce el mayor número de abusos
a los niños.
Pero es que además,
toda denuncia, toda protesta, o esto que pretendes llamar “arte”, pierde su sentido cuando se crea usando como medio la ofensa a otros. Tú
denuncias el abuso sexual de los niños, en su cuerpo, en su alma, en su
inocencia. Y para ello has abusado de otro cuerpo, el de Jesucristo,
humillándolo. De otras almas, las de los millones de católicos, que sufren
viendo el sacrilegio a nuestro Señor. Y de otras inocencias, las de los niños
católicos (quizás a estos no quieras protegerlos, no sé), escandalizados
también por tu acción. No me importa que tú no creas que ahí está Cristo. Lo
creo yo; para mí es sagrado, como la infancia de un niño, como toda vida
humana. Debería bastarte.
Y no, no vas a tener mi odio. Ni mis represalias. Nuestro Señor ya fue
humillado hasta el extremo, hasta morir, por todos nosotros. También por ti,
aunque pases toda tu existencia sin creerlo o importarte. En este sentido no
has inventado nada nuevo. Hay un símbolo mayor que tu palabra formada por
formas consagradas; y no incluye sólo a la pederastia, sino tu orgullo y
soberbia, y el mío, y toda obra de maldad cometida por cualquier hombre a lo
largo de la historia, pasada, presente o futura. Es precisamente la cruz de Cristo.
Ella denuncia todo pecado, y ella a su vez lo sana, lo redime. Ella sí es digna
de exposiciones, y es más bella que la más increíble creación artística. Si
clamas por justicia, por Verdad, no tendrás la respuesta insultando,
ridiculizando o humillando a los católicos. La tendrás abrazando esta cruz.
Ojalá lo descubras algún día, antes de que llegue tu hora.
José Manuel Puerta Sánchez
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