"Por aquel tiempo, Jesús
dijo:
- Te alabo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que
ocultaste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Mi Padre me ha entregado todas
las cosas. Nadie conoce realmente al Hijo, sino el Padre; y nadie conoce
realmente al Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a
conocer. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré
descansar. Aceptad el yugo que os impongo, y aprended de mí, que soy paciente y
de corazón humilde; así encontraréis descanso. Porque el yugo y la carga que yo
os impongo son ligeros."
Nos encontramos ante un Jesús entrañable. Da gracias a Dios, porque son los sencillos los que pueden encontrarlo. Los sabios, los orgullosos, o se inventan teorías sobre Dios, o, llanamente, dicen que no existe o que no les interesa.
Hay gente sencilla que tampoco
encuentra a Dios, y de ello somos culpables los que se lo ocultamos o les damos
una imagen de Dios totalmente falsa. Los que utilizamos a Dios para dominarlos.
Porque los sencillos son aquellos que están cansados y agobiados, los que están
bajo el dominio de los poderosos. Los que se enfrentan a un futuro incierto.
Jesús nos dice que Él será su reposo.
Estamos en una sociedad que nos
hace buscar tantas cosas, que olvidamos lo fundamental: encontrarnos a nosotros
mismos. Nos lanza continuamente llamadas hacia afuera y olvidamos entrar en
nuestro interior.
Las personas sencillas son
aquellas que no se dejan deslumbrar por los mil estímulos de la sociedad y sabe
que todo es mucho más simple; que se puede ser feliz con mucho menos. Tienen la
mirada pura y la paz en su corazón. Saben lo que es sufrir y vivir con lo
mínimo. Por eso, ellos entienden el evangelio y lo viven, aunque sea sin
saberlo.
Empezamos las vacaciones. Creemos
que, cuanto más lejos nos vamos, cuantas más actividades realizamos, más
felices somos. Las vacaciones, si realmente queremos que sirvan para renovarnos
y recuperar fuerzas, deben ser un tiempo, ciertamente para divertirse y
desconectar del trabajo, pero, sobre todo, un tiempo para encontrarnos con
nosotros mismos; para poner orden en nuestra vida. Hemos de buscar esos
momentos de silencio, de paz, que nos acercarán a Dios y nos harán verlo en
todo y en todos. Unas vacaciones, que, cuando volvamos a la actividad habitual,
todo sea distinto y vivamos inmersos en la presencia de Dios.
Enviat per Joan Josep Tamburini
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