domingo, 6 de julio de 2014

DIOS DE LOS SENCILLOS


"Por aquel tiempo, Jesús dijo:

- Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que ocultaste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido.

Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce realmente al Hijo, sino el Padre; y nadie conoce realmente al Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar. Aceptad el yugo que os impongo, y aprended de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontraréis descanso. Porque el yugo y la carga que yo os impongo son ligeros."
 
Nos encontramos ante un Jesús entrañable. Da gracias a Dios, porque son los sencillos los que pueden encontrarlo. Los sabios, los orgullosos, o se inventan teorías sobre Dios, o, llanamente, dicen que no existe o que no les interesa.

Hay gente sencilla que tampoco encuentra a Dios, y de ello somos culpables los que se lo ocultamos o les damos una imagen de Dios totalmente falsa. Los que utilizamos a Dios para dominarlos. Porque los sencillos son aquellos que están cansados y agobiados, los que están bajo el dominio de los poderosos. Los que se enfrentan a un futuro incierto. Jesús nos dice que Él será su reposo.

Estamos en una sociedad que nos hace buscar tantas cosas, que olvidamos lo fundamental: encontrarnos a nosotros mismos. Nos lanza continuamente llamadas hacia afuera y olvidamos entrar en nuestro interior.

Las personas sencillas son aquellas que no se dejan deslumbrar por los mil estímulos de la sociedad y sabe que todo es mucho más simple; que se puede ser feliz con mucho menos. Tienen la mirada pura y la paz en su corazón. Saben lo que es sufrir y vivir con lo mínimo. Por eso, ellos entienden el evangelio y lo viven, aunque sea sin saberlo.

Empezamos las vacaciones. Creemos que, cuanto más lejos nos vamos, cuantas más actividades realizamos, más felices somos. Las vacaciones, si realmente queremos que sirvan para renovarnos y recuperar fuerzas, deben ser un tiempo, ciertamente para divertirse y desconectar del trabajo, pero, sobre todo, un tiempo para encontrarnos con nosotros mismos; para poner orden en nuestra vida. Hemos de buscar esos momentos de silencio, de paz, que nos acercarán a Dios y nos harán verlo en todo y en todos. Unas vacaciones, que, cuando volvamos a la actividad habitual, todo sea distinto y vivamos inmersos en la presencia de Dios.

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