Los mártires
son los cristianos que dan testimonio de la verdad en las enseñanzas de Cristo,
prefiriendo la muerte y el sufrimiento a la renuncia de la fe.
A menudo,
cuando se esta en medio de una tarea desagradable, la gente suele decir: “Esto
es un martirio”. Pareciera que las imágenes de los primeros cristianos que son
decapitados o colgados por prevalecer en su fe muestran el martirio como sólo
sufrimiento. Sin embargo, martirio no sólo implica sufrimiento, sino virtud y
alegría, pues es un testimonio de fidelidad en la vida y acciones de Cristo.
El sentido
substancial de la palabra “mártir” se aclara si lo analizamos desde una postura
etimológica. En lengua griega, “mártyras” significa testigo. Es así que quien
muere martirizado es un testigo de la fe puesta en las enseñanzas de Cristo. El
mártir da testimonio de Cristo, de su vida, de sus acciones y del valor del
seguimiento de sus enseñanzas, pues ha preferido la muerte a renunciar a ellas.
Podríamos decir que el mártir sella su testimonio con su sangre, tal como lo
hizo Cristo. En este sentido, el mártir está unido con Cristo en la caridad.
El Catecismo
de la Iglesia Católica ( No. 2473) indica que el martirio es el supremo
testimonio de la verdad en la fe; designa un testimonio que llega hasta la
muerte. El mártir da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina
cristiana.
¿QUÉ FINALIDAD PERSIGUE EL MÁRTIR?
Los mártires
pretenden mostrar que las enseñanzas de Cristo son verdaderas y valiosas, para
lo cual testifican con su vida. También pretenden unirse, en caridad, a la
verdad de Cristo.
TESTIGOS DE LA VERDAD
Los mártires
prefieren dar su vida que renegar de la fe. Con esto, muestran su compromiso de
fe con la verdad. Ante el hecho de que los mártires den su vida por permanecer
firmes en su fe, puede surgir la siguiente pregunta: ¿dando la vida se
demuestra suficientemente la verdad de las creencias?
Podríamos
pensar que aceptar la muerte a cambio de no abandonar una creencia es un acto
heroico, pero no necesariamente una prueba de la verdad. Sin embargo, los
mártires no sólo prueban el gran valor de sus creencias, sino también su verdad
a través de la conservación de la fe. Pues difícilmente se daría la vida por
mantenerse en una creencia falsa. Los mártires conservan firme su fe, la cual
sólo se preserva como tal si se fundamenta en la verdad.
Es evidente
que los mártires mueren con una firme certeza en Cristo. Pero antes debemos
considerar que el estado subjetivo de la certeza adquiere su máxima firmeza en
la verdad misma. Es así que los mártires mueren con una máxima certeza, por lo
tanto, son testigos de la verdad. Pero debemos señalar que no de cualquier
verdad, como la propia de las matemáticas o las ciencias, sino la verdad de la
fe que ha sido tomada de la autoridad de Cristo. Santo Tomás de Aquino (Summa
Theologiae II-II q. 124, a. 5) puntualiza que los mártires son testigos de
la verdad que se ajusta a la piedad (Tit 1,1), que se nos manifiesta por
Cristo. De ahí que los mártires de Cristo son como testigos de su verdad.
Pero a la verdad de la fe pertenece no sólo la creencia del corazón, sino
también la confesión externa, la cual se manifiesta no sólo con palabras por
las que se confiesa la fe, sino también con obras por las que se demuestra la
posesión de esa fe.
UNIDOS A CRISTO EN LA CARIDAD
Los mártires
desean estar en comunión con la verdad, esto lo han mostrado con su sacrificio.
Con su muerte, los mártires se unen a Cristo, quien también dio la vida como
testimonio de la verdad. Antes de su muerte, Jesús anticipó que muchos de sus
discípulos perderían la vida por dar testimonio de Él. Sin embargo, los instó a
tener valentía para defender dignamente la verdad, diciéndoles que encontrarían
el sentido de su muerte en el hallazgo de una vida renovada y plenificada. Incluso
les dio fortaleza al declarar que, quien perdiera la vida por Él, no la
perdería del todo, sino que la salvaría y la haría plena: “Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por
mí, ése la salvará.” (Lc 9, 23-24)
Los
cristianos saben que la vida óptima sólo se da permaneciendo en Cristo. El
martirio implica un seguimiento de las enseñanzas cristianas hasta el punto de
la muerte. Por lo que el mártir participa de la vida y de la muerte de Cristo.
Así como Cristo se entregó como testimonio del amor del Padre, el mártir imita
a Cristo y se entrega, en caridad, como testigo de Cristo. En esta
participación del testimonio y del sufrimiento, el cristiano se une de una
manera óptima a Cristo. Naturalmente, todos los hombres están llamados a ser
óptimos en Cristo, sin embargo, el mártir goza más directamente de esta
participación.
Vemos,
entonces, que el mártir está unido a Cristo en la caridad. Pues, como Jesús dio
su vida por voluntad libre y por amor de los hombres, el mártir da la vida por
amor de Él y para confirmar la fe de sus hermanos.
El mártir da
testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad.
Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana. Soporta la
muerte mediante un acto de fortaleza. “Dejadme ser pasto de las fieras. Por
ellas me será dado llegar a Dios” (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad
Romanos, 4, 1). (CEC 2473)
EL MARTIRIO SE OBTIENE POR LA VIRTUD
DE LA FORTALEZA
Podemos
pensar que el martirio es un don e incluso un privilegio, pues es unión íntima
con Cristo en la imitación de su muerte. Pero el martirio no es sólo un don,
sino un acto de la voluntad conseguido por la virtud de la fortaleza. El mártir
muere libre, pues ha tenido la opción de elegir entre la muerte y la renuncia a
la fe. Una vez que ha elegido guardar la fe y dar testimonio de ella como
verdad, necesita de una virtud que haga óptima a su voluntad, a fin de perseverar
firme en su decisión hasta la muerte. La virtud de la que hablamos es la
fortaleza. Ella nos insta a perseverar para obtener un bien, y por lo tanto, es
una virtud ya que las virtudes perfeccionan al hombre.
El martirio
no sólo da gloria a Dios y une al mártir a la verdad y vida inmortal de Cristo,
sino que tiene un amplio sentido de proselitismo. Los mártires reafirman a sus
hermanos en la fe, pues con su testimonio dan muestra de que las enseñanzas
recibidas son verdaderas y valiosas. En breve, digamos que los mártires invitan
a sus hermanos a conservar sus creencias, y llegada la ocasión, a dar la vida
por ellas. Tertuliano, un padre de la Iglesia decía: “la sangre de los mártires
es semilla de nuevos cristianos”. El martirio es un medio de expansión de la
fe, pues es ejemplo de fortaleza y compromiso.
GabrielGonzález
Nares
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