A los que tenemos fe, a más de uno
nos han dicho: ¡Ya me gustaría a mí, tener tu fe…! Y te lo dicen de la misma
forma que si tienes un Ferrari, y te dicen: ¡Vaya coche, ya me gustaría a mí,
tener uno así! Esto le hace a uno pensar: A ver si se cree este, que la fe es
algo que se adquiere con esfuerzo por parte del que la tiene y que ha sido
mucho el trabajo que he tenido que hacer para obtenerla. Y ocurre, que no
suceden las cosas de la misma forma en el mundo del espíritu, que como
generalmente suceden en el mundo material, donde comprar un Ferrari, representa
tener dinero sobrante para permitirse ese derroche y haber tenido que trabajar
mucho para obtener ese dinero…, ¡o no! claro está, si es que uno es rico por
herencia, o por otras razones que no digo pero todos nos imaginamos. Hay
personas que piensan que tener fe, es el fruto de ímprobos trabajos de estudios
y trabajos teológicos y filosóficos. Y piensan que así los curas tienen fe,
porque dedican muchos años a estudiar los temas de la fe.
Lo que
ignoran esta clase de personas, es que no todo el mundo piensa como ellos,
porque hay otras personas que tienen fe, más o menos robusta, y saben que a
ellas no les ha costado ningún trabajo obtenerla, porque tener fe y amar a
Dios, es el trabajo más sencillo que existe en el mundo y sobre todo, es el más
y mejor renumerado de todos. Nada en la vida espiritual, es complejo o
trabajoso, todo es tremendamente sencillo y gratificante. Y esto es así y
funciona así, porque todo es don, es regalo de Dios al que quiera al que quiere
recibirlo.
Son muchos
los que ven a monjas y frailes, pasarse horas y horas delante de un sagrario y
desde su mentalidad material, piensan que es una absurda pérdida de tiempo y un
tremendo aburrimiento. Aquí tendríamos que recordar las palabras de San Pablo,
en su primera epístola a los corintios cuando les dice: “El mensaje de la
cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que
están en vías de salvación es fuerza de Dios Porque está escrito:
"Destruiré la sabiduría de los sabios y rechazaré la ciencia de los
inteligentes". (1Cor 1,18-19). No hace falta saber mucha teología para
tener fe y amar a Dios, es más se puede saber mucha teología, se puede hablar
mucho de Dios y escribir mucho sobre Dios, pero lo fundamental es tener a Dios
dentro de uno, el aforismo dice: Se puede hablar mucho y bien de Dios pero no
tener a Dios dentro de uno mismo.
Decíamos
antes, que en la vida espiritual, todo es muy simple y fácil, para el que de
verdad se tira de cabeza al mar del amor de Dios y se sumerja en las aguas de
este amor que el Señor constantemente está desenado donarnos. Nada hay más
sencillo y fácil que tener fe y amar a Dios: Sencillo porque en Dios todo es
muy simple, Dios es la simplicidad absoluta y ama la sencillez que es lo propio
de la humildad. Solo es sencillo el humilde, el soberbio es siempre complicado,
vive en la complicación, porque cree que ella le protege y le da seguridad,
cuando la única seguridad que podemos tener en este mundo es agarrarnos al
Señor sumergirnos en sus aguas de amor; es una falacia el dinero, que en contra
de lo que parece no da seguridad, solo da una false sensación de seguridad.
Y es fácil,
porque el amor de Dios hacia sus criaturas es tal, que continuamente está
esperando un leve gesto de amor nuestro a Él, para volcarse devolviéndonos el
mil por uno. El cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, escribía en un libro
suyo: “Todos nosotros existimos porque Dios nos ama. Su amor es el
fundamento de nuestra eternidad. Aquel a quien Dios ama no perece jamás”.
El Señor, que nos ha creado, nada necesita de nosotros y lo único nuestro que
quiere, es nuestro bien, nuestra eterna felicidad, que es la auténtica
felicidad la que dura eternamente, que difiere de la idea que nosotros tenemos
de lo que es felicidad, pues solo conocemos la escasa felicidad de este mundo,
que siempre es caduca y perecedera como todo lo que hay en este mundo y por ello
imperfecta. Hemos sido creados para esa auténtica felicidad eterna que
desconocemos y para la que estamos creados. Esta es una felicidad desconocida
por nosotros, pero en lo íntimo de nuestro ser llevamos la marca y el deseo
ansioso de esta felicidad, pues para ella hemos sido creados. San Agustín
escribía: “Nos creaste, Señor, para Ti, y nuestro corazón esta inquieto
hasta que descanse en Ti”.
Tener fe es
muy fácil y sencillo, es solo desear de verdad tener fe, y en el orden
espiritual, lo que se desea, de hecho ya se tiene, por el mero hecho de desear
tener fe, el que la desea, sin darse cuenta ya esta teniéndola. No será una fe
alta y robusta como una sequoia de más de cien metros de altura; será una
pequeña plantita que si la riega con su amor, podrá alcanzar el tamaño de una
sequoia. Porque en el mundo de lo espiritual, al contrario de lo que ocurre en
el mundo material en que vivimos, lo difícil no es adquirir bienes
espirituales, el Señor está ansioso de donárselos a cualquiera que se los pida,
lo difícil es ser constantes perseverar en su tenencia, cuidarlos y ellos
siempre crecerán. Cuantas buenas intenciones se han quebrado por falta de
perseverancia; cuantos fervorines después de unos ejercicios han desaparecido
al día siguiente, o a los pocos días de acabar los ejercicios. Se dice que el
infierno esta empedrado con losas de buenas intenciones que al final han sido
trofeos de caza de satanás.
Juan del
Carmelo
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