miércoles, 20 de junio de 2012

ARREPENTIMIENTO


El arrepentimiento favorece la sanación física e interior.

La enfermedad en sí (no ésta o aquella enfermedad) es producto del pecado. Si nos arrepentimos del pecado y nos convertimos a Dios, necesariamente van a cesar las consecuencias del pecado. Para esto conviene leer 1Cor 11, 30.

Confieso que hay personas que viven en pecado y que son sanadas por el Señor, pero también soy testigo que la mayor parte de las que reciben curación son llevadas a un arrepentimiento. Sin embargo el camino más normal es el que encontramos en el Evangelio:

-Primero, la sanación del pecado: “tus pecados te son perdonados”.

-Después, la sanación física: “levántate, toma tu camilla y anda” Mc 2,5.11

Altagracia Rosario era una joven de 26 años que estaba sorda desde hacia dos años y que tenía varios meses ciega; además una anemia la mantenía en cama esperando lentamente su muerte.

Su mamá la llevó a la quinta reunión de Pimentel en 1975. Era tanta la gente por todas partes que la acostó en el suelo. La pobre enferma, sorda y ciega, sufría mucho y no se daba cuenta de lo que pasaba.

Al día siguiente estaba completamente sana: veía y oía perfectamente. Pero lo más maravilloso no fue que se le abrieran los ojos y los oídos sino que el Señor entró en su corazón apartándose inmediatamente de una situación de pecado en la que vivía desde hacía tiempo. Luego se hizo catequista y daba su bello testimonio en San Francisco de Macorís de donde era originaria.

Meses después, viviendo las delicias de la nueva vida que Jesús le había dado, cayó enferma de fiebre.

El 18 de noviembre le dijo alegremente a su mamá:

-Mamá, oí la voz del Señor en mi corazón que me decía que dentro de dos días vendría a buscarme para llevarme con Él.

Su mamá le respondió:

-Altagracia, no digas eso. Es tu fiebre la que te hace delirar y pensar que es la voz del Señor. No vuelvas a repetir eso porque se van a burlar de ti.

Sin embargo, ella lo contaba a todas las catequistas que iban a visitarla. Y efectivamente, el 20 de noviembre murió feliz y cantando como un pajarito. Su entierro fue bello; en medio de cantos de alegría y de esperanza. Ella había recibido la sanación total: su muerte no fue luto ni hubo lágrimas sino felicidad y alegría porque se encontraba de manera definitiva total con Aquel que la amaba.

Annette Giroux de 28 años, sufría de Parkinson y fue llevada por sus parientes a la Misa de clausura del Congreso de Montreal en Pentecostés de 1979. A la hora de la Comunión un sacerdote subió a las gradas del Estadio y le ofreció la comunión, pera ella dijo:

-No, no puedo comulgar porque vivo en pecado…

Tenía dos años que vivía en concubinato. Allí mismo decidió cambiar su conducta. Se arrepintió, se confesó, comulgó y tomó el riesgo de la fe. Al regresar a su casa le dijo al hombre con quien vivía:

-A partir de hoy no me consideres tu mujer, a no ser que te quieras casar conmigo por la Iglesia. En tres días regreso a la casa de mis papás.

Tomó una habitación aparte y dos días después despertó sintiendo un gran calor en todo el cuerpo. Se levantó dándose cuenta que no tenía el dolor relacionado con la enfermedad. Estaba completamente sana.

Así, sana de su alma y de su cuerpo, regresó con sus padres… Dos meses después se celebró el sacramento del matrimonio con asistencia del grupo de oración que había escuchado su testimonio.

Ella primero se arrepintió y después fue sanada físicamente.

EN EL SIGUIENTE CASO SUCEDIÓ AL REVÉS:

Mariano tenia diez años sin entrar a una Iglesia, pero fue curado de su adicción alcohólica y de ulcera el día que su madre, doña Sara, dio testimonio de su maravillosa curación.

Regresó feliz a su casa. Él quería comulgar pero estaba impedido por su situación matrimonial, pues estaba viviendo en adulterio con una mujer con la cual tenía hijos. Como no era posible la separación, ni menos la unión con su primera esposa, pero él tenía verdadera hambre de Dios, tomó aposento aparte de su mujer. Así, viviendo como hermanos por unos meses, pudo comulgar el día de Pentecostés en que el Señor lo llenó de preciosos carismas para evangelizar. Me acompañaba en muchos retiros a lo largo del país hablando a las parejas para que perseveraran fieles al Señor en el matrimonio.

Después de varios años de mantenerse en este difícil camino, el señor Arzobispo estudiando a fondo su primer matrimonio, se encontró una causa suficiente por la que aquel matrimonio no fue válido. De esta forma fue posible casarse por la Iglesia con la mujer con la que vivía. Fue una Misa celebrada por el mismo Arzobispo. La Iglesia estaba llena de parejas a las que él les había predicado la fidelidad conyugal.

Lo importante es que el Señor quiere sanarnos completamente: de cuerpo, alma y espíritu. A veces la sanación física ayuda a la conversión, a veces el arrepentimiento ayuda a la curación física.

Padre Tardif

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