En el
evangelios de San Juan podemos leer: “Escudriñad las escrituras, ya que
esperáis tener en ellas la vida eterna; ellas son las que dan testimonio de
mi”. (Jn 5,39). Y ateniéndonos a la recomendación del Señor, si en el A. T.
tomamos el Eclesiástico, en este libro también podemos leer: “¿Dónde hallar
fuerza para glorificarle? ¡Que Él es el grande sobre todas sus obras! Temible
es el Señor, inmensamente grande, maravilloso su poderío”. (Sir-Ecl
43,28-29). Y es que este es, un Dios maravilloso, al que nunca seremos capaces
de alabar, no ya lo suficiente, si ni siquiera lo necesario. Él es un Ser que: "Todo
cuanto agrada a Yahvéh (YHWH), lo hace en el cielo y en la tierra, en los mares
y en todos los abismos”. (Sal 135,6). Y este es el Dios que nos ha creado,
que nos ama con locura, de una forma que nuestras pobres mentes son incapaces
de ver y comprender, de una forma infinita, ilimitada tal como Él es. Y
nosotros tratamos de comprenderlo y nos olvidamos de ese punto que nos dice el
Kempis: “Si las obras de Dios fueran tales que la humana razón pudiera
comprenderlas fácilmente, no serían en verdad cosas maravillosas, ni por lo
mismo merecerían el calificativo de inefables”. La grandeza de Dios a
nuestros ojos tiene expresión en las maravillas que diariamente contemplan
nuestros ojos, pero esta grandeza es mucho más de lo que pueden ver nuestros
ojos y alcanzar nuestra mente.
San Juan,
más e una vez escribe y nos dice que: “Dios es amor, y el que vive en amor
permanece en Dios, y Dios en é1”. (1Jn 4,16). Dios es un espíritu puro de
amor. No es que Él, pertenezca al orden espiritual es que Él, es el orden
espiritual, de Él emana todo absolutamente todo, lo visible y lo invisible,
absolutamente todo lo creado y lo increado o que se pueda llegar a crear; pues
de la misma forma que Dios creó el orden material, puede crear otro orden
distinto, que no responda a las características, ni de lo espiritual ni de lo
material, si es que no lo ha creado ya y nosotros lo desconocemos.
Y para
tratar de seguir analizando, hemos de ver que si Dios es amor y solo amor, un
amor que carece de cuerpo material, éste Amor que es Dios, dispone de unas
varias características, de las cuales también dispone el amor humano, en cuanto
este es siempre un reflejo del amor Dios y si es que no se encuentre mancillado
por nuestra concupiscencia. Tres son las características del amor que aquí nos
interesan examinar: El amor es expansivo, en cuanto la felicidad que él
proporciona, desea que sea compartida por los demás. El amor para generarse
necesita del libre albedrío, si no existe libertad de elección, no puede
nacer el amor, a nadie se le puede obligar, a que ame a otro o a otra. El amor
necesita reciprocidad, el que ama necesita de le amen. Esta es una de los
grandes problemas que el ser humano tiene, que ha sido creado para amar y para
ser amado y cuando el amor que ha de ofrecerle a su creador, no reconoce a este
ese amor lo desvía si mismo y solo sabe amarse a si mismo, lo que al final le
lleva a una rotunda infelicidad.
El amor de
Dios movido por ese afán expansivo que tiene el amor, creo los ángeles para que
participaran de su gloria y completa felicidad, dotándolos de un libre albedrío
de elección. Hubo un sector de ángeles que capitaneados por Luzbel -luz bella-
utilizaron indebidamente su libre albedrío, ofendiendo a Dios al negarles su
amor a Él, al grito de “Non serviam” - no serviremos - y a este grito
correspondió otro grito del arcángel San Miguel, “Quien como Dios”.
Fueron derrotados y expulsados del ámbito de amor del Señor. Se quebró
la reciprocidad entre el amor del Señor y el amor de los ángeles caídos. La
naturaleza de estos ángeles quedó modificada, al quedarse estos fuera del ámbito
de amor del Señor. Como quiera que la única fuente generadora del amor, es
la del Señor, estos ángeles perdieron la capacidad de amar, por lo que ese
vacío que se originó en sus naturalezas al faltar el amor, fue rellenado
inmediatamente por la antítesis del amor que es el odio. Por ello el infierno
es una situación de tinieblas, al faltar la luz divina y de odio.
A juicio de
algunos, la razón de la rebelión de los ángeles caídos, se encuentra en la no
aceptación por parte de ellos, de que el Señor crease unos seres que siendo
espirituales por tener alma, también iban a ser materiales por tener cuerpo. No
parece ser muy convincente esta tesis, que supondría que el hecho de la
rebelión hubiese sucedido sin estar creado todavía el ser humano, lo cual
contradice el Apocalipsis que nos dice: “Una gran señal apareció en el
cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de
doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto
y con el tormento de dar a luz. Y apareció otra señal en el cielo: un gran
Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete
diademas”. (Ap 12,1-3). Otra teoría es la de que el Señor nos creo a
nosotros para que ocupásemos las vacantes dejadas en el cielo por los ángeles
caídos. Esto a mi personalmente me resulta absurdo, pues es como pensar que en
el cielo el Señor tiene un inmenso organismo de su administración, con una
plantilla de ángeles y al fallar unos cuantos hay que sustituirlos. Esto es
tener una muy pobre visión de la grandeza de Dios que nada necesita y menos de
nosotros. Realmente la más posible razón de la caída de Luzbel y de los ángeles
que le siguieron se encuentre en el orgullo, que debió de motivarles el
levantarse al grito de “non serviam” No serviremos.
En todo
caso, sea antes o después, lo cual es una inapropiada expresión, o forma de
hablar o escribir por mi parte, pues en el orden espiritual no juega el factor
tiempo, ya que todo es eterno, el Señor considero, la creación del ser humano.
Nos hizo seres espirituales, pero para nuestra parte espiritual, es decir para
el servicio de nuestras almas, creo todo un orden material, donde se asentase
la materia de nuestro cuerpo. La creación del universo es una manifestación más
de la inmensa grandeza de Dios. San Francisco de Sales escribía: “El hombre es la perfección
del universo; el espíritu la del hombre; el amor la del espíritu, y la caridad
la del amor; por ello, el amor de Dios es el fin, la perfección y la excelencia
del universo”. Para el
obispo Sheen: “El universo es un gran sacramento... Todo es y debe de ser un
escalón hacia Dios. Las flores los pájaros, los animales, los hombres, las
mujeres, la belleza, el amor, la verdad; todos estos bienes terrenales no son
un fin en si mismos, sino solo los medios para un fin... El ser humano, por lo
tanto, realiza su salvación a través de la sacramentalización de todo el
universo; pecamos al renunciar a sacramentizarlo, o, en otras palabras, usando
de las criaturas con fines egoístas, más que como medios hacia Dios...
Sacramentalizar el universo ennoblece al universo, porque le confiere una
especie de transparencia que le permite la visión de lo espiritual más allá de
lo material”.
El hombre
fue creado en el amor y por el amor de Dios y en su creación entraron en acción
las tres características propias del amor, antes señaladas: Expansividad,
Libre albedrio y Reciprocidad. Y funcionaron y siguen funcionando en cada
ser humano que Dios crea. Como sabemos venimos a este mundo en el que nos
encontramos de paso, para superar una prueba de amor, de que somos capaces de
amar al Señor. Somos libres de negarnos a amar y también podemos gritar “no
serviam”, pero si escogemos este camino, nunca entraremos en el ámbito de
amor del Señor.
Mas de una
vez, nos hemos preguntado el por qué el Señor no perdonó a los ángeles y si,
ejerce su misericordia con nosotros, lógicamente si nos arrepentimos. La teoría
más extendida es la de señalar que los ángeles pecaron por malicia, pues eran
plenamente conscientes de quien es Dios y fueron condenados para siempre,
eternamente; mientras que nosotros no pecamos por malicia sino por seducción
demoniaca, por ello solo podemos ser condenados eternamente, si no nos
arrepentimos y hasta el último momento no aceptamos el amor que Dios nos
ofrece. Si este es así, es la persona la que se auto condena, saldrá del ámbito
de amor del Señor, donde ahora nos encontramos entrenándonos en el amor al
Señor.
Sobre este
tema el obispo Munilla de San Sebastián nos dice que: “La razón es que Dios no
puede perdonar al que no se arrepiente, y los ángeles no se arrepintieron. Y no
se arrepintieron porque al ser espíritus puros están fuera del tiempo. El
arrepentimiento supone un antes y un después. Y esto no se da en los espíritus.
En ellos su decisión es instantánea e irrevocable. Por eso, ni ellos se
arrepintieron, ni Dios puede perdonarlos”.
Mi más
cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del
Carmelo
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