PROHIBIDO PROHIBIR (EL «SMARTPHONE»)
Las cualidades necesarias para usar
responsablemente un dispositivo fabricado para secuestrar tu atención no las
puede desarrollar una personalidad aún inmadura con el propio dispositivo en la
mano, explica Catherine L'Ecuyer. La mejor preparación para el mundo on line es
el mundo off line.
Ojo, te dicen con un tono
desafiante, que no se te olvide que tu hijo tiene derechos digitales. Sí,
claro, derechos fundamentales a buscar información en Google, a compartir su
intimidad y a tener redes. Y tú entonces, ¿por qué
te metes? Y te quedas igual pensando que algunos viven en un mundo
distinto al tuyo. Solo quieres
educar a tus hijos y necesitas que el ambiente te acompañe. No pides que nadie
eduque en tu lugar, solo quieres que no te lo estropeen.
Te preguntas cómo hemos podido
llegar hasta aquí. Haces un repaso de las letanías de los tecnomitos que
se proclaman a diario y te sale de un tirón el listado:
-Prohibir solo hace
más atractivo lo prohibido.
-El mundo será
digital o no será. Eso es el futuro y no hay marcha atrás. No se puede poner
puertas al campo.
-Hay que educar en
el uso responsable. Dale el móvil cuanto antes, si no, será demasiado tarde
para pactar.
-¿Por qué no le
dejas un ratito con Tik Tok si es majete, no suspende nunca y hace su
cama? Hay que saber pactar con el sindicato cariñoso y ya está. (Si no
sabes cómo hacerlo, te lo explicarán los entrenadores de bienestar digital
patrocinados por la industria que
te ha vendido el desastre y ahora te vende la escoba para recogerlo.)
-Alejar a los niños
y jóvenes del móvil es una postura radical y extremista y no querrás que te
pongan esa etiqueta, ¿verdad?
-Prohibir es lo
fácil para quien no quiere educar. (El Estado no está para hacer leyes para los
padres incompetentes que se desentienden, rematan.)
-La tecnología no
es ni buena ni mala, depende de cómo se usa.
-Con 16 años más 1
día, tu hijo se empachará de tecnología si no se lo diste antes, pues no habrá
aprendido a usarla de forma responsable. Y ya será tarde para poner límites.
Todo es cuestión de equilibrio. (Y entonces se cita a Aristóteles y su famoso término
medio. Entre la abstinencia y diez horas, lo justo, centrado y moderado sería
cinco, o lo que a cada uno se le antoja porque en definitiva todo es relativo y
lo vicioso sería ubicarse en un extremo o en otro.)
Cada vez que escuchas alguna de
esas frases, tiras del hilo y no suele fallar. Detrás del experto, de la
fundación o de la empresa que saca alguna de las cuentas de ese rosario de
argumentos, hay un patrocinio, un patrono, o un
socio vinculado con la industria digital.
Catherine L'Ecuyer
explica el daño que las pantallas producen a la percepción e interpretación del
mundo de los niños y adolescentes.
El movimiento de las madres y de
los padres que piden medidas sociales y políticas para apoyar sus decisiones
educativas no solamente es un grito de desesperación, sino una toma de
consciencia de que cada uno de los argumentos comerciales de la industria tecnológica no casa con la realidad educativa cotidiana de su familia.
Llevan una década intentándolo con la mejor intención del mundo, pero se
rindieron ante la evidencia de que la atractiva teoría no funciona. ¿Por qué?
1.-NO
SE PUEDE “EDUCAR EN EL USO RESPONSABLE” A UNA MENTE INMADURA DÁNDOLE EL
DISPOSITIVO.
‘Educar o prohibir’
es un falso dilema. Libertad no es libertinaje. No
se puede educar sin prohibir o poner límites; ni se puede poner límites con
sentido sin educar. Poner límites no es fácil, pues hay que dar razones y
buscar alternativas que requieren tiempo y esfuerzo. Lo fácil es comprar
comodidad con una pantalla que les hipnotiza. El concepto del
“uso responsable” con el dispositivo en mano en una mente inmadura es una
utopía que nos ha vendido la
industria para crecer en su base de usuarios y clientes. Solo sirve para culpar
a los padres que lo intentan y no lo consiguen.
La disciplina es condición sine qua non para
el ejercicio de la libertad. Solo una persona disciplinada, que tenga templanza
y fortaleza interior, puede escoger libremente el bien y la virtud. Hablar de
responsabilidad en un ser que aún no es libre, es traicionar el sentido mismo
de la palabra libertad. La templanza, la fortaleza, la capacidad de inhibir los
estímulos externos, de distinguir lo falso de lo verdadero, de decidir
prudentemente… Todas esas cualidades no se desarrollan con el
dispositivo en mano, sino antes de tenerlo. La mejor preparación
para el mundo on line es el mundo off
line.
2.-LA
TECNOLOGÍA NO ES NEUTRA, Y MENOS EN UNA MENTE NO PREPARADA PARA USARLA.
¿La tecnología es
neutra y depende de cómo se usa? Marshall McLuhan dijo que esa postura era la del adormecido idiota tecnológico. Nos guste
o no, los smartphones y las tabletas tiene efectos que no podemos
obviar sobre el desarrollo y el aprendizaje de nuestros hijos y alumnos.
Por los motivos expuestos por las
recomendaciones pediátricas, la tecnología nunca es neutra
en la infancia, porque se trata
de una etapa delicada durante la cual el niño está en un momento crítico de su
desarrollo. Es cierto que un cuchillo puede servir para hacer una tortilla o
para matar, sin embargo, no consideramos que dársela a un niño de tres años sea
prudente; tampoco es neutro poner en las manos de una persona no
preparada un dispositivo diseñado para crear adicción y
secuestrar (para monetizar) su atención. Así pues, la tecnología que consuman nuestros
hijos tendrá sus efectos y sus riesgos, al margen de lo que pretendemos
conseguir con ella y de las buenas intenciones de los educadores que se las
proporcionan.
Luego está el “efecto desplazamiento” también llamado coste de oportunidad. El tiempo del que disponemos es limitado
y mientras un niño o un joven está delante de una pantalla, está
perdiéndose otras actividades más apropiadas para su buen desarrollo o aprendizaje.
3.-EDUCAR
NO ES BUSCAR COMPROMISOS, CONSISTE EN BUSCAR LA EXCELENCIA.
Lo sentimos mucho, pero algunos
nos negamos a contentarnos con tener hijos majetes que hacen su cama y no
suspenden nunca a cambio de su dosis diaria de redes. Ser protagonista de su
educación no significa pactar para tener una dosis diaria de bailes en Tik Tok
a cambio de ser majete y no molestar. Educarles no es buscar la conveniencia y
la tranquilidad mientras están enchufados a un dispositivo que les mantiene
callados. Educar es buscar la
perfección, la excelencia.
En esta charla TED,
Catherine L'Ecuyer habla de la lectura como la actividad verdaderamente
formativa que la digitalización está destruyendo.
Queremos que nuestros hijos sepan
reconocer la belleza para luego poder desearla. Mientras están perdiéndose la
infancia viendo horas de vídeos vulgares y estúpidos que dan de comer a sus
peores instintos, es imposible llegar a tiempo para hablar con ellos
de belleza y de amor antes de que la industria de la belleza y del porno lo
haga. Hay millones de hijos majetes que nunca buscaron pornografía,
pero fue la pornografía la que los buscó a ellos. Y se dejaron encontrar porque
son tan majetes que no supieron decir que no. No, no queremos hijos majetes. Queremos hijos virtuosos, con criterio,
con un sentido de relevancia, un propósito vital, la cabeza amueblada y una
firme convicción de lo que quieren y no quieren.
Lo que conforma su ambiente
durante los primeros 16 años de su vida configurará su sentido de identidad
personal. Tenemos claro que no queremos competir con las plataformas de una industria millonaria que obedece a los intereses de los que
patrocinan sus contenidos (y
que poco o nada tienen en común con los intereses educativos de sus padres).
4.
EL TÉRMINO MEDIO DE LA VIRTUD NO ES UNA OPCIÓN MEDIOCRE A MEDIO CAMINO ENTRE
DOS ALTERNATIVAS.
Algunos “moderados”
hablan de medio término de la virtud, como si la solución siempre
estuviese a medio camino entre dos alternativas, de tal forma que, si las
estadísticas nos indican que nuestros hijos consumen 10 horas al día de
pantalla, por ejemplo, la virtud consistiría en encontrarse en el punto a medio
camino entre la abstinencia y esa cifra. Entonces la meta no
consistiría en buscar la excelencia, sino en “evitar el abuso”, reduciendo
el número de horas de exposición. Esa moderna interpretación del término medio
lleva a posturas cambiantes (como todo lo moderno y lo innovador): si cambian los extremos, el término medio necesariamente estará sujeto a
cambio.
La profesora Margarita Mauri, catedrática de Ética de la Universidad de
Barcelona, corrige esa interpretación kantiana del
término medio aristotélico, explicando su verdadero significado: “Entre la virtud
y el vicio no hay una mesura de transición que permita pasar, cambiando la
medida, de la una al otro. Por el contrario, esa mesura supone un arraigo en la
naturaleza”. En otras palabras,
no es cuestión de cantidad ni de grados; entre añadir 250 ml de gin
tonic al biberón del niño y no añadir nada, el término medio no
consiste en añadir la mitad. En otras palabras, no existe un “cálculo
superficial de la razón sin profundización en la naturaleza”. En definitiva, sigue Mauri, “no puede hablarse de la virtud como un vicio disminuido,
o de éste como una exageración, por exceso o por defecto de la misma
virtud”. Por poco moderno o demasiado clásico que suene, lo
virtuoso consiste en tener la prudencia suficiente para informarse de lo que es
más adecuado para un niño y llevar a cabo la decisión correcta, con fortaleza y
templanza, obviando el ruido y las presiones del entorno.
El que define “término medio” como punto meridiano entre una
postura y otra poco entiende de la vida virtuosa. Ese moderno moderado
entenderá por prudencia algo distinto de lo que es: silencio,
tibieza o cobardía ante la actitud dañina; reducirá la templanza a una ley de
mínimo, a un pacto con la mediocridad. ¡Prohibido
prohibir!, exclama. ¡Todo es cuestión de
equilibrio!, matiza. El moderno moderado
difícilmente logrará educar a sus alumnos o hijos en la vida virtuosa, pues
desconoce en qué consiste.
En definitiva, la virtud es el
ejercicio de una disposición estable que permite escoger lo más excelente desde
la prudencia, la fortaleza y la templanza. Lo cierto es que dar a un niño
o a un joven un dispositivo tecnológico diseñado para
crear adicción y secuestrar su atención no parece ser el medio más adecuado para disponerle a una
vida virtuosa.
Publicado en La Razón.
Por: Catherine L´Ecuyer
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