EL TIEMPO AGRANDA UNA FIGURA Y UNA OBRA LLENA DE CLARIDAD Y ALEJADA DE LA CONFUSIÓN
Benedicto XVI ha dedicado su vida a recorrer los
caminos que llevan a la Verdad, y a la vez los presentó con valentía y humildad
al mundo entero, primero como teólogo, luego como cardenal y después como Papa.
Este 31 de diciembre se cumple
el primer aniversario de la muerte de Benedicto
XVI, que a sus 95 años dejó tras de sí un inmenso legado
que con el paso del tiempo comienza a verse con mayor claridad y perspectiva.
Una tendencia, que lejos de caer en el olvido, se dirige más bien hacia el
encumbramiento de una vida y una obra que tiene visos de preservarse por mucho
tiempo.
Hoy se puede decir que Joseph Ratzinger fue, y en esto
coinciden sus defensores y sus críticos, una de las figuras más importantes del
catolicismo en el en la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI. No
sólo fue el sucesor de San Pedro entre 2005 y 2013 tras el histórico
pontificado de San Juan Pablo II, sino
que además tuvo que hacer frente a innumerables dificultades en el seno de la
Iglesia, las que abordó con decisión hasta que quedó sin fuerzas para seguir
con esta batalla, cuyas heridas se perciben hoy claramente en el catolicismo.
Pero su legado va mucho más allá
de su papado y de su Magisterio pontificio, muy rico y de una belleza y
profundidad notable. Para la historia pasará su labor, en ocasiones oscura e
impopular, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ejerciendo
un tándem con el gran santo polaco en la defensa de la fe. Pero fue su gran
obra teológica y sus numerosos escritos, muchos publicados hoy en innumerables
libros, lo que más cultivó y a lo que en realidad quiso dedicarse en vida, lo que no pudo hacer como le hubiera
gustado al haber sido llamado por Dios a responsabilidades más altas.
Pasado un año de su muerte, el
tiempo permite mirar a Joseph Ratzinger como lo que realmente fue: un enamorado de Dios, un defensor de la Iglesia y un
luchador por la verdad. Su
figura se muestra ahora más grande que nunca, pues es hoy más
evidente cómo protegió el depósito de la fe y enseñó la verdad, siempre con
amor, sin dejar resquicio a la confusión, hoy claramente más palpable en la
Iglesia.
¿UN
LUGAR ENTRE LOS MÁS GRANDES?
Ante esta herencia no extraña que
algunos de los grandes expertos en el Papa alemán lleguen a defender que Benedicto XVI sea nombrado
doctor de la Iglesia. Y argumentos no faltan para ello. Los
sacerdotes Pablo Cervera y Carlos Granados, dos de los mayores especialistas en
habla hispana del pensamiento de Ratzinger, llegan incluso a compararle con
alguna de las mayores figuras históricas de la Iglesia. En declaraciones a la Revista Misión,
estos sacerdotes le colocaban a la altura de San Agustín o San León Magno. Ambos coincidían en definirle como “una de las personalidades más destacadas del siglo XX”, capaz
de “pensar los problemas del mundo actual con una
agudeza difícil de encontrar”.
De este modo, Granados afirmaba
a Misión que situaría
a Ratzinger como teólogo a la altura de san Agustín sobre todo, porque él
también tuvo que “combinar, con cierta tensión, la carga de pastor y la
pasión por la teología; pero
también por su interés por la ciencia bíblica, por la predicación y por la
contemplación”.
Por su parte, Cervera incidía en
un aspecto concreto. De Ratzinger se ha destacado su talla como teólogo, pero
no tanto la riqueza de su predicación y la importancia que le dio. Este
sacerdote, que ha traducido y editado buena parte de su obra, indicaba que una
quinta parte está dedicada a una predicación clara, centrada en la transmisión
de la fe. Recordaba Cervera que en sus obras completas, de las 15.000
páginas, un total de 2.641 están dedicadas su predicación. “Los números en sí dicen poco, pero nos acercan a la
magnitud de la obra de Ratzinger como pastor y teólogo. Solo con esta predicación yo pondría a
Benedicto XVI a la altura de san León Magno”, asegura.
RATZINGER,
¿DOCTOR DE LA IGLESIA?
Tanto Cervera como Granados se
muestran prudentes ante el hecho de que algún día pueda ser doctor de la
Iglesia, pues es una cuestión que debe estudiar la Iglesia detenidamente, pero
no es algo que descarten, ni mucho menos. “Condiciones, desde luego, no faltan. Pero es una cuestión sobre la que solo cabe
especular. En todo caso, las obras completas de Ratzinger, que siguen en curso
de publicación, nos están haciendo redescubrir la extensión y profundidad de un
quehacer teológico anclado en la tradición de la Iglesia, capaz de dialogar con
el hombre moderno, apto para
introducir a todos en la visión de fe”, afirmaba Carlos Granados.
En una línea parecida se mostraba
Pablo Cervera, que añadía: “Primero tendría que
subir a los altares…. Pero, ¿por qué no? Materia hay y buena. He contado las
páginas de la edición alemana y son grosso modo 15.806 páginas. Si además de cantidad hay calidad, como en
este caso, la pista de despegue para ese doctorado estaría ya puesta”.
¿QUÉ
PERMANECERÁ?
El “testamento
espiritual” de Benedicto XVI aparece curiosamente recogido en la homilía
que pronunció en la misa Pro
eligendo Pontifice el
18 de abril de 2005, justo antes de ser elegido Papa. Sobre qué permanecerá, él
respondía: “El dinero, no. Tampoco los edificios;
los libros, tampoco. Después de cierto tiempo, más o menos largo, todas estas
cosas desaparecen… El fruto que
permanece es todo lo que hemos sembrado en las almas humanas: el
amor, el conocimiento; el gesto capaz de tocar el corazón; la palabra que abre
el alma a la alegría del Señor”.
Benedicto
XVI siempre fue una persona discreta, humilde y, sobre todo, enamorada de Dios
y de la Iglesia.
Carlos Granados señalaba que el “testamento espiritual” de Ratzinger recoge mucho
de lo que él ha hecho y de lo que él querría que perdurara. Allí, tras esbozar
algunos aspectos de su biografía personal, declaraba: “Jesucristo
es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus
insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo”. En opinión del religioso, “es casi un itinerario, desde su tesis doctoral
sobre Pueblo y Casa de Dios en
san Agustín hasta el Jesús
de Nazaret. Quizás esta
visión unitaria y completa de la fe, esta capacidad de Ratzinger de no escindir
los misterios, de contemplarlos en su complementariedad: Cristo y la
Iglesia, la fe y la razón, el individuo y la comunidad, la Iglesia particular y
la universal…”.
Pablo Cervera añadía también que
hay muchos temas eclesiológicos cuya luz expresada en los escritos de Ratzinger
están llamados a perdurar. “Muchas reflexiones
sobre la esencia de la liturgia (no hablo de ritos de la Misa) seguirán
alimentándonos mucho tiempo. El tomo IX que fue el primer publicado de sus
obras completas, y que él mismo así lo quiso para proyectar luz sobre el resto
de su obra, es una joya. Cuando preparé este volumen me impactó poderosamente
un trabajo sobre la transustanciación. Incluso después de haber hecho un doctorado en teología dogmática nunca
había leído algo tan profundo y atrevido”, agregaba.
EL
FALSO MITO
Una de las afirmaciones que más
se han hecho sobre Ratzinger es su supuesta
evolución de “progresista moderado” a “conservador”, y
de ahí incluso a perseguidor de los que habrían sido sus amigos y colegas de
juventud en el ámbito de la teología. El sacerdote Pablo Blanco, actual ganador del Premio Ratzinger
2023, explicaba en una entrevista en ReL por qué esto era “un falso mito”.
“Citando a San John
Henry Newman, Ratzinger afirma que hay siempre una cierta evolución a lo largo
de la vida. Sin embargo, respecto a los teólogos de Concilium, él sostiene que
"han cambiado ellos, no yo", pues una de las premisas de la revista
era permanecer fieles a la letra y el espíritu del Vaticano II. Esto es algo
que se puede constatar viendo cuáles son las afirmaciones de cada teólogo antes
y después del Concilio. En el caso
de Ratzinger, creo que hay una coherencia, un cierto hilo de oro a lo largo de
todo su pensamiento, por lo que el mito del "gran giro"
(grosse Wende) pienso que sea sobre todo eso: un falso mito”, señalaba.
“UNA
PROMESA DE FUTURO”
Al recoger este Premio Raztinger, Blanco incidía
en la idea de que aún queda mucho por descubrir del Papa alemán, y así lo
manifestó en el Vaticano al recoger este importante galardón: “Ratzinger no es solo un gran teólogo del pasado, sino
que constituye toda una promesa del futuro”.
En su discurso realizó un
recorrido por su período de aprendizaje junto al que considera su “gran maestro bávaro en teología” y señaló que el mejor Ratzinger está todavía por
llegar: “Una teología entre dos
milenios, que recoge lo mejor de toda la tradición de la Iglesia y del
pensamiento del siglo XX, y lo proyecta hacia el principio de nuestra
centuria”.
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