La Declaración Fiducia supplicans, con firma del Prefecto de Doctrina de la Fe, el cardenal Víctor Manuel Fernández, ha causado desconcierto y debate. Busca aclarar -y parece que también rebatir- una declaración previa de su predecesor en Doctrina de la Fe, el cardenal Ladaria, sobre la bendición de parejas en situación irregular. Fiducia supplicans usa la palabra "confusión" 8 veces (porque pide ser aplicada evitando toda confusión).
Casi todas las citas del
documento son de textos del Papa Francisco (excepto una de Benedicto XVI sobre
otro tema y un par de manuales litúrgicos). Publicamos por su interés el texto completo de Fiducia supplicans en español, la
lengua en que fue concebida esta declaración.
***
DECLARACIÓN FIDUCIA
SUPPLICANS SOBRE EL SENTIDO PASTORAL DE LAS BENDICIONES
PRESENTACIÓN
La presente Declaración ha tomado
en consideración varias cuestiones que han llegado a este Dicasterio tanto en
años pasados como más recientemente. Para su redacción, como es práctica
habitual, se consultó a expertos, se llevó a cabo un amplio proceso de
elaboración y el borrador se debatió en el Congreso de la Sección Doctrinal del
Dicasterio. Durante este tiempo de elaboración del documento, no faltaron las
conversaciones con el Santo Padre. Finalmente, la Declaración fue presentada al
Santo Padre, que la aprobó con su firma.
Durante el estudio de la materia
objeto de este documento, se dio a conocer la respuesta del Santo Padre a
los Dubia de algunos Cardenales, que aportó importantes precisiones
para la reflexión que ahora se ofrece aquí, y que representa un elemento
decisivo para el trabajo del Dicasterio. Dado que «la
Curia Romana es, en primer lugar, un instrumento de servicio para el sucesor de
Pedro» (Const. Ap. Praedicate Evangelium, II, 1), nuestro
trabajo debe favorecer, junto a la comprensión de la doctrina perenne de la
Iglesia, la recepción de la enseñanza del Santo Padre.
Como en la ya citada respuesta del
Santo Padre a los Dubia de dos Cardenales, la presente Declaración
se mantiene firme en la doctrina tradicional de la Iglesia sobre el matrimonio,
no permitiendo ningún tipo de rito litúrgico o bendición similar a un rito
litúrgico que pueda causar confusión. No obstante, el valor de este documento
es ofrecer una contribución específica e innovadora al significado pastoral de las bendiciones, que permite ampliar y enriquecer la comprensión
clásica de las bendiciones estrechamente vinculada a una perspectiva litúrgica.
Tal reflexión teológica, basada en la visión pastoral del Papa Francisco,
implica un verdadero desarrollo de lo que se ha dicho sobre las bendiciones en
el Magisterio y en los textos oficiales de la Iglesia. Esto explica que el
texto haya adoptado la forma de una “Declaración”.
Y es precisamente en este
contexto en el que se puede entender la posibilidad de bendecir a las parejas
en situaciones irregulares y a las parejas del mismo sexo, sin convalidar
oficialmente su status ni
alterar en modo alguno la enseñanza perenne de la Iglesia sobre el Matrimonio.
La presente Declaración quiere
ser también un homenaje al Pueblo fiel de Dios, que adora al Señor con tantos
gestos de profunda confianza en su misericordia y que, con esta actitud, viene
constantemente a pedir a la madre Iglesia una bendición.
Víctor Manuel Card.
Fernández
Prefecto
INTRODUCCIÓN
1. La confianza suplicante del Pueblo fiel de Dios recibe el don de la
bendición que brota del corazón de Cristo a través de su Iglesia. Como recuerda
puntualmente el Papa Francisco, «la gran bendición
de Dios es Jesucristo, es el gran don de Dios, su Hijo. Es una bendición para
toda la humanidad, es una bendición que nos ha salvado a todos. Él es la
Palabra eterna con la que el Padre nos ha bendecido “siendo nosotros todavía
pecadores” (Rm 5,8) dice san Pablo: Palabra hecha carne y ofrecida
por nosotros en la cruz».[1]
2. Sostenido por una verdad tan grande y consoladora, este Dicasterio ha
tomado en consideración algunas preguntas, tanto formales como informales,
sobre la posibilidad de bendecir parejas del mismo sexo y sobre la posibilidad
de ofrecer nuevas precisiones, a la luz de la actitud paterna y pastoral del
Papa Francisco, sobre el Responsum ad
dubium [2] formulado
por la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe y publicado el 22 de
febrero de 2021.
3. Dicho Responsum ha suscitado no pocas y diferentes
reacciones: algunos han acogido con beneplácito la
claridad de este documento y su coherencia con la constante enseñanza de la
Iglesia; otros no han compartido la respuesta negativa a la pregunta o no la
han considerado suficientemente clara en su formulación o en las motivaciones
expuestas en la Nota explicativa adjunta. Para salir al
encuentro, con caridad fraterna, a estos últimos, parece oportuno retomar el
tema y ofrecer una visión que componga con coherencia los aspectos doctrinales
con aquellos pastorales, porque «todo adoctrinamiento ha de situarse en la
actitud evangelizadora que despierte la adhesión del corazón con la cercanía,
el amor y el testimonio».[3]
I.
LA BENDICIÓN EN EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO
4. La reciente respuesta del Santo Padre Francisco a la segunda de las
cinco preguntas propuestas por dos Cardenales[4] ofrece la
posibilidad de profundizar más en el tema, sobre todo en sus consecuencias de
orden pastoral. Se trata de evitar que «se reconoce
como matrimonio algo que no lo es».[5] Por lo
tanto son inadmisibles ritos y oraciones que puedan crear confusión entre lo
que es constitutivo del matrimonio, como «unión
exclusiva, estable e indisoluble entre un varón y una mujer, naturalmente
abierta a engendrar hijos»,[6] y lo que lo
contradice. Esta convicción está fundada sobre la perenne doctrina católica del
matrimonio. Solo en este contexto las relaciones sexuales encuentran su sentido
natural, adecuado y plenamente humano. La doctrina de la Iglesia sobre este
punto se mantiene firme.
5. Esta es también la comprensión del matrimonio ofrecida por el
Evangelio. Por este motivo, a propósito de las bendiciones, la Iglesia tiene el
derecho y el deber de evitar cualquier tipo de rito que pueda contradecir esta
convicción o llevar a cualquier confusión. Tal es también el sentido del Responsum de la entonces Congregación
para la Doctrina de la Fe donde se afirma que la Iglesia no tiene el poder de
impartir la bendición a uniones entre personas del mismo sexo.
6. Hay que subrayar que, precisamente en el caso del rito del sacramento
del matrimonio, no se trata de una bendición cualquiera, sino del gesto
reservado al ministro ordenado. En este caso, la bendición del ministro
ordenado está directamente conectada a la unión específica de un hombre y de
una mujer que, con su consentimiento establecen una alianza exclusiva e
indisoluble. Esto nos permite evidenciar mejor el riesgo de confundir una
bendición, dada a cualquier otra unión, con el rito propio del sacramento del
matrimonio.
II.
EL SENTIDO DE LAS DISTINTAS BENDICIONES
7. Por otra parte, la respuesta del Santo Padre, anteriormente mencionada,
nos invita a hacer el esfuerzo de ampliar y enriquecer el sentido de las
bendiciones.
8. Las bendiciones pueden considerarse entre los sacramentales más
difundidos y en continua evolución. Ellas, de hecho, nos llevan a captar la
presencia de Dios en todos los acontecimientos de la vida y recuerdan que,
incluso cuando utiliza las cosas creadas, el ser humano está invitado a buscar
a Dios, a amarle y a servirle fielmente.[7] Por este motivo,
las bendiciones tienen por destinatarios las personas, los objetos de culto y
de devoción, las imágenes sagradas, los lugares de vida, de trabajo y de
sufrimiento, los frutos de la tierra y del trabajo humano, y todas las
realidades creadas que remiten al Creador y que, con su belleza, lo alaban y
bendicen.
EL SENTIDO LITÚRGICO DE LOS RITOS DE BENDICIÓN
9. Desde un punto de vista estrictamente litúrgico, la bendición requiere
que aquello que se bendice sea conforme a la voluntad de Dios manifestada en
las enseñanzas de la Iglesia.
10. Las bendiciones se celebran, de hecho, en virtud de la fe y se ordenan
a la alabanza de Dios y al provecho espiritual de su pueblo. Como explica el
Ritual Romano, «para que esto se vea más claro, las
fórmulas de bendición, según la antigua tradición, tienden como objetivo
principal a glorificar a Dios por sus dones, impetrar sus beneficios y alejar
del mundo el poder del maligno».[8] Por ello, se invita
a quienes invocan la bendición de Dios a través de la Iglesia a intensificar «sus disposiciones internas en aquella fe para la cual
nada hay imposible» y a confiar en «aquella
caridad que apremia a guardar los mandamientos de Dios». [9] Por
eso, mientras que por un lado «siempre y en todo
lugar se nos ofrece la ocasión de alabar a Dios por Cristo en el Espíritu
Santo, de invocarlo y darle gracias», por otra parte la preocupación es «que se trate de cosas, lugares o circunstancias que no
contradigan la norma o el espíritu del Evangelio».[10] Esta
es una comprensión litúrgica de las bendiciones, en cuanto se convierten en
ritos propuestos oficialmente por la Iglesia.
11. Basándose en estas consideraciones, la Nota
explicativa del citado Responsum de la entonces Congregación
para la Doctrina de la Fe recuerda que cuando, con un rito litúrgico adecuado,
se invoca una bendición sobre algunas relaciones humanas, lo que se bendice
debe poder corresponder a los designios de Dios inscritos en la Creación y
plenamente revelados por Cristo el Señor. Por ello, dado que la Iglesia siempre
ha considerado moralmente lícitas sólo las relaciones sexuales que se viven
dentro del matrimonio, no tiene potestad para conferir su bendición litúrgica
cuando ésta, de alguna manera, puede ofrecer una forma de legitimidad moral a
una unión que presume de ser un matrimonio o a una práctica sexual
extramatrimonial. La sustancia de este pronunciamiento fue reiterada por el
Santo Padre en su Respuestas a los Dubia de dos Cardenales.
12. Se debe también evitar el riesgo de reducir el sentido de las
bendiciones solo a este punto de vista, porque nos llevaría a pretender, para
una simple bendición, las mismas condiciones morales que se piden para la
recepción de los sacramentos. Este riesgo exige que se amplíe más esta
perspectiva. De hecho, existe el peligro que un gesto pastoral, tan querido y
difundido, se someta a demasiados requisitos morales previos que, bajo la
pretensión de control, podrían eclipsar la fuerza incondicional del amor de
Dios en la que se basa el gesto de la bendición.
13. Precisamente a este respecto, el Papa Francisco nos instó a no «perder
la caridad pastoral, que debe atravesar todas nuestras decisiones y actitudes»
y a evitar ser «jueces que sólo niegan, rechazan,
excluyen».[11]
A continuación respondemos a su propuesta
desarrollando una comprensión más amplia de las bendiciones.
LAS BENDICIONES EN LA SAGRADA ESCRITURA
14. Para reflexionar sobre las bendiciones, recogiendo distintos puntos de
vista, necesitamos dejarnos iluminar ante todo por la voz de la Sagrada
Escritura.
15. «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine
su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te
conceda la paz» (Nm 6, 24-26). Esta “bendición sacerdotal” que encontramos en el
Antiguo Testamento, precisamente en el libro de los Números, tiene un carácter “descendente” porque representa la invocación de
la bendición que desde Dios desciende sobre el hombre: esta constituye uno de
los textos más antiguos de bendición divina. Existe además un segundo tipo de
bendición que encontramos en las páginas bíblicas, aquella que “sube” desde la tierra al cielo, hacia Dios.
Bendecir equivale a alabar, celebrar, agradecer a Dios por su misericordia y
fidelidad, por las maravillas que ha creado y por todo aquello que sucedió por
su voluntad: «Bendice, alma mía, al Señor, y todo
mi ser a su santo nombre» (Sal 103, 1).
16. A Dios que bendice, también nosotros respondemos bendiciendo.
Melquisedec, rey de Salem, bendice a Abrán (cfr. Gen 14, 19);
Rebecca es bendecida por sus familiares, poco antes de convertirse en la esposa
de Isaac (cfr. Gen 24, 60), el cual, a su vez, bendice su hijo
Jacob (cfr. Gen 27, 27). Jacob bendice al faraón (cfr. Gen 47,
10), a sus nietos Efraín y Manasés (cfr. Gen 48, 20) y a todos
sus doce hijos (cfr. Gen 49, 28). Moisés y Aarón bendicen a la
comunidad (cfr. Ex 39, 43; Lev 9, 22). Los
cabeza de familia bendicen los hijos con ocasión de los matrimonios, antes de
emprender un viaje, en la cercanía de la muerte. Estas bendiciones aparecen
como un don sobreabundante e incondicionado.
17. La bendición presente en el Nuevo Testamento conserva, sustancialmente,
el mismo significado veterotestamentario. Encontramos el don divino que “desciende”, el agradecimiento del hombre que “asciende” y la bendición impartida del hombre que
“se extiende” hacia sus iguales. Zacarías,
tras haber recuperado el uso de la palabra, bendice al Señor por sus admirables
obras (cfr. Lc 1, 64). El anciano Simeón, mientras tiene entre
los brazos a Jesús recién nacido, bendice a Dios por haberle concedido la
gracia de contemplar al Mesías salvador y luego bendice a sus padres María y
José (cfr. Lc 2, 34). Jesús bendice al Padre, en el célebre
himno de alabanza y de júbilo a Él dirigido: «Te
doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra» (Mt 11,
25).
18. En continuidad con el Antiguo Testamento, la bendición en Jesús no es
solo ascendente, en referencia al Padre, sino también descendente, vertida
sobre los otros como gesto de gracia, protección y bondad. El propio Jesús
llevó a cabo y promovió esta práctica. Por ejemplo, bendice a los niños: «Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las
manos» (Mc 10, 16). Y la historia terrenal de Jesús
terminará precisamente con una bendición final reservada a los Once, poco antes
de subir al Padre: «y, levantando sus manos, los
bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el
cielo». La última imagen de Jesús en la tierra son sus manos alzadas, en
el acto de bendecir.
19. En su misterio de amor, a través de Cristo, Dios comunica a su Iglesia
el poder de bendecir. Concedida por Dios al ser humano y otorgada por estos al
prójimo, la bendición se transforma en inclusión, solidaridad y pacificación.
Es un mensaje positivo de consuelo, atención y aliento. La bendición expresa el
abrazo misericordioso de Dios y la maternidad de la Iglesia que invita al fiel
a tener los mismos sentimientos de Dios hacia sus propios hermanos y hermanas.
UNA COMPRENSIÓN TEOLÓGICO-PASTORAL DE LAS
BENDICIONES
20. Quien pide una bendición se muestra necesitado de la presencia
salvífica de Dios en su historia, y quien pide una bendición a la Iglesia
reconoce a esta última como sacramento de la salvación que Dios ofrece. Buscar
la bendición en la Iglesia es admitir que la vida eclesial brota de las
entrañas de la misericordia de Dios y nos ayuda a seguir adelante, a vivir
mejor, a responder a la voluntad del Señor.
21. Para ayudarnos a comprender el valor de un enfoque mayormente pastoral
de las bendiciones, el Papa Francisco nos instó a contemplar, con actitud de fe
y paternal misericordia, el hecho que «cuando se
pide una bendición se está expresando un pedido de auxilio a Dios, un ruego
para poder vivir mejor, una confianza en un Padre que puede ayudarnos a vivir
mejor».[12] Esta petición debe ser, en todos
los sentidos, valorada, acompañada y recibida con gratitud. Las personas que
vienen espontáneamente a pedir una bendición muestran con esta petición su
sincera apertura a la trascendencia, la confianza de su corazón que no se fía
sólo de sus propias fuerzas, su necesidad de Dios y el deseo de salir de las
estrechas medidas de este mundo encerrado en sus límites.
22. Como nos enseña santa Teresa del Niño Jesús, más allá de esta confianza «no hay otro camino por donde podamos ser conducidos al
Amor que todo lo da. Con la confianza, el manantial de la gracia desborda en nuestras
vidas […]. La actitud más adecuada es depositar la confianza del corazón fuera
de nosotros mismos: en la infinita misericordia de un Dios que ama sin límites
[…]. El pecado del mundo es inmenso, pero no es infinito. En cambio, el amor
misericordioso del Redentor, este sí es infinito».[13]
23. Cuando estas expresiones de fe vienen consideradas fuera de un marco
litúrgico, uno se encuentra en un ámbito de mayor espontaneidad y libertad,
pero «la libertad frente a los ejercicios de
piedad, no debe significar, por lo tanto, escasa consideración ni desprecio de
los mismos. La vía a seguir es la de valorar correcta y sabiamente las no
escasas riquezas de la piedad popular, las potencialidades que encierra».[14] Las
bendiciones se convierten así en un recurso pastoral a valorar en lugar de un
riesgo o un problema.
Un sacerdote bendice a una mujer
que no puede comulgar en la fila de la comunión. Con o sin esta Declaración, la
Iglesia tiene muchas formas de bendecir a las personas en situación de pecado,
para ayudarlas a acercarse a Dios.
24. Consideradas desde el punto de vista de la pastoral popular, las
bendiciones son valoradas como actos de devoción que «encuentran
su lugar propio fuera de la celebración de la Eucaristía y de los otros sacramentos
[…]. El lenguaje, el ritmo, el desarrollo y los acentos teológicos de la piedad
popular se diferencian de los correspondientes de las acciones litúrgicas». Por
ésa misma razón «hay que evitar añadir modos
propios de la “celebración litúrgica” a los ejercicios de piedad, que deben
conservar su estilo, su simplicidad y su lenguaje característico».[15]
25. La Iglesia, también, debe evitar el apoyar su praxis pastoral en la
rigidez de algunos esquemas doctrinales o disciplinares, sobre todo cuando dan «lugar a un elitismo narcisista y autoritario, donde en
lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en
lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar».[16] Por
lo tanto, cuando las personas invocan una bendición no se debería someter a un
análisis moral exhaustivo como condición previa para poderla conferir. No se
les debe pedir una perfección moral previa.
26. En esta perspectiva, la Respuestas del Santo Padre ayudan a profundizar mejor,
desde el punto de vista pastoral, el pronunciamiento formulado por la entonces
Congregación para la Doctrina de la Fe en el 2021, porque invitan de hecho a un
discernimiento en relación con la posibilidad de «formas
de bendición, solicitadas por una o por varias personas, que no transmitan una
concepción equivocada del matrimonio»[17] y que también tengan en cuenta el hecho que en
situaciones moralmente inaceptables desde un punto de vista objetivo, «la misma
caridad pastoral nos exige no tratar sin más de “pecadores” a otras personas
cuya culpabilidad o responsabilidad pueden estar atenuadas por diversos
factores que influyen en la imputabilidad subjetiva».[18]
27. En la catequesis citada al inicio de esta Declaración, el Papa
Francisco propuso una descripción de este tipo de bendiciones que se ofrecen a
todos, sin pedir nada. Vale la pena leer con corazón abierto estas palabras que
nos ayudan a acoger el sentido pastoral de las bendiciones ofrecidas sin
condiciones: «Es Dios que bendice. En las primeras
páginas de la Biblia es un continuo repetirse de bendiciones. Dios bendice,
pero también los hombres bendicen, y pronto se descubre que la bendición posee
una fuerza especial, que acompaña para toda la vida a quien la recibe, y
dispone el corazón del hombre a dejarse cambiar por Dios […]. Así nosotros para
Dios somos más importantes que todos los pecados que nosotros podamos hacer,
porque Él es padre, es madre, es amor puro, Él nos ha bendecido para siempre. Y
no dejará nunca de bendecirnos. Una experiencia intensa es la de leer estos
textos bíblicos de bendición en una prisión, o en un centro de desintoxicación.
Hacer sentir a esas personas que permanecen bendecidas no obstante sus graves
errores, que el Padre celeste sigue queriendo su bien y esperando que se abran
finalmente al bien. Si incluso sus parientes más cercanos les han abandonado,
porque ya les juzgan como irrecuperables, para Dios son siempre hijos».[19]
28. Existen diversas ocasiones en las cuales las personas se acercan
espontáneamente a pedir una bendición, tanto en las peregrinaciones, en los
santuarios y también en la calle cuando se encuentran con un sacerdote. Como
ejemplo, podemos recurrir al libro litúrgico De
Benedictionibus que prevé
una serie de ritos de bendición para las personas: ancianos, enfermos,
participantes en la catequesis o en un encuentro de oración, peregrinos,
aquellos que inician un camino, grupos y asociaciones de voluntarios, etc.
Tales bendiciones se dirigen a todos, ninguno puede ser excluido. En los
preámbulos del Rito de bendición de los
ancianos, por ejemplo, se afirma que el objetivo de esta bendición
es «que los ancianos reciban de los hermanos un
testimonio de respeto y de agradecimiento. Al mismo tiempo nosotros, junto con
ellos, damos gracias a Dios por los beneficios que de él han recibido y por
las buenas obras que han realizado con su ayuda».[20] En
este caso, el objeto de la bendición es la persona del anciano, por quien y con
quien se da gracias a Dios por el bien por él realizado y por los beneficios
recibidos. A ninguno se puede impedir esta acción de gracias y cada uno,
incluso si vive en situaciones no ordenadas al designio del Creador, posee
elementos positivos por los cuales alabar al Señor.
29. Desde la perspectiva de la dimensión ascendente, cuando se toma conciencia
de los dones del Señor y de su amor incondicional, incluso en situaciones de
pecado, sobre todo cuando se escucha una oración, el corazón creyente eleva su
alabanza y bendición a Dios. Esta forma de bendición no se impide a nadie.
Todos – individualmente o en unión con otros – pueden elevar a Dios su alabanza
y su gratitud.
30. Pero el sentido popular de las bendiciones incluye también el valor de
la bendición descendente. Si «no es conveniente que
una Diócesis, una Conferencia Episcopal o cualquier otra estructura eclesial
habiliten constantemente y de modo oficial procedimientos o ritos para todo
tipo de asuntos»,[21] la prudencia y la
sabiduría pastoral pueden sugerir que, evitando formas graves de escándalo o
confusión entre los fieles, el ministro ordenado se una a la oración de
aquellas personas que, aunque estén en una unión que en modo alguno puede
parangonarse al matrimonio, desean encomendarse al Señor y a su misericordia,
invocar su ayuda, dejarse guiar hacia una mayor comprensión de su designio de
amor y de vida.
III.
LAS BENDICIONES DE PAREJAS EN SITUACIONES IRREGULARES Y DE PAREJAS DEL MISMO
SEXO
31. En el horizonte aquí delineado se coloca la posibilidad de bendiciones
de parejas en situaciones irregulares y de parejas del mismo sexo, cuya forma
no debe encontrar ninguna fijación ritual por parte de las autoridades
eclesiásticas, para no producir confusión con la bendición propia del
sacramento del matrimonio. En estos casos, se imparte una bendición que no sólo
tiene un valor ascendente, sino que es también la invocación de una bendición
descendente del mismo Dios sobre aquellos que, reconociéndose desamparados y
necesitados de su ayuda, no pretenden la legitimidad de su propio status, sino que ruegan que todo lo que
hay de verdadero, bueno y humanamente válido en sus vidas y relaciones, sea
investido, santificado y elevado por la presencia del Espíritu Santo. Estas
formas de bendición expresan una súplica a Dios para que conceda aquellas
ayudas que provienen de los impulsos de su Espíritu – que la teología clásica
llama “gracias actuales” – para que las
relaciones humanas puedan madurar y crecer en la fidelidad al mensaje del
Evangelio, liberarse de sus imperfecciones y fragilidades y expresarse en la
dimensión siempre más grande del amor divino.
32. La gracia de Dios, de hecho, actúa en la vida de aquellos que no se
consideran justos, sino que se reconocen humildemente pecadores como todos. Es
capaz de dirigirlo todo según los designios misteriosos e imprevisibles de
Dios. Por eso, con incansable sabiduría y maternidad, la Iglesia acoge a todos
los que se acercan a Dios con corazón humilde, acompañándolos con aquellos
auxilios espirituales que permiten a todos comprender y realizar plenamente la
voluntad de Dios en su existencia.[22]
33. Es esta una bendición que, aunque no se incluya en un rito litúrgico,[23] une
la oración de intercesión a la invocación de ayuda de Dios de aquellos que se
dirigen humildemente a Él. ¡Dios no aleja nunca al que se acerca a Él! Al fin y
al cabo, la bendición ofrece a las personas un medio para acrecentar su
confianza en Dios. La petición de una bendición expresa y alimenta la apertura
a la trascendencia, la piedad y la cercanía a Dios en mil circunstancias
concretas de la vida, y esto no es poca cosa en el mundo en el que vivimos. Es
una semilla del Espíritu Santo que hay que cuidar, no obstaculizar.
34. La misma liturgia de la Iglesia nos invita a esta actitud confiada,
también en medio de nuestros pecados, falta de méritos, debilidades y
confusiones como da testimonio esta bellísima oración colecta tomada del Misal
Romano: «Dios
todopoderoso y eterno, que con amor generoso desbordas los méritos y deseos de
los que te suplican, derrama sobre nosotros tu misericordia, para que libres
nuestra conciencia de toda inquietud y nos concedas aun aquello que no nos
atrevemos a pedir» (XXVII Domingo del
Tiempo Ordinario). Cuantas veces, de hecho, a través de una simple bendición
del pastor, que en este gesto no pretende sancionar ni legitimar nada, las
personas pueden experimentar la cercanía del Padre que desborda “los méritos y
deseos”.
35. Por lo tanto, la sensibilidad pastoral de los ministros ordenados
debería educarse, también, para realizar espontáneamente bendiciones que no se
encuentran en el Bendicional.
36. En este sentido, es esencial acoger la preocupación del Papa, para que
estas bendiciones no ritualizadas no dejen de ser un simple gesto que
proporciona un medio eficaz para hacer crecer la confianza en Dios en las
personas que la piden, evitando que se conviertan en un acto litúrgico o
semi-litúrgico, semejante a un sacramento. Esto constituiría un grave
empobrecimiento, porque sometería un gesto de gran valor en la piedad popular a
un control excesivo, que privaría a los ministros de libertad y espontaneidad
en el acompañamiento de la vida de las personas.
37. A este respecto, vienen a la mente las siguientes palabras, en parte ya
citadas, del Santo Padre: «Las decisiones que, en
determinadas circunstancias, pueden formar parte de la prudencia pastoral, no
necesariamente deben convertirse en una norma. Es decir, no es conveniente que
una Diócesis, una Conferencia Episcopal o cualquier otra estructura eclesial
habiliten constantemente y de modo oficial procedimientos o ritos para todo
tipo de asuntos […] El Derecho Canónico no debe ni puede abarcarlo todo, y
tampoco deben pretenderlo las Conferencias Episcopales con sus documentos y
protocolos variados, porque la vida de la Iglesia corre por muchos cauces
además de los normativos».[24] Así el Papa
Francisco ha recordado que «todo aquello que forma parte de un discernimiento
práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de
una norma», porque esto «daría lugar a una
casuística insoportable».[25]
38. Por esta razón, no se debe ni promover ni prever un ritual para las
bendiciones de parejas en una situación irregular, pero no se debe tampoco
impedir o prohibir la cercanía de la Iglesia a cada situación en la que se pida
la ayuda de Dios a través de una simple bendición. En la oración breve que
puede preceder esta bendición espontánea, el ministro ordenado podría pedir
para ellos la paz, la salud, un espíritu de paciencia, diálogo y ayuda mutuos,
pero también la luz y la fuerza de Dios para poder cumplir plenamente su
voluntad.
39. De todos modos, precisamente para evitar cualquier forma de confusión o
de escándalo, cuando la oración de bendición la solicite una pareja en
situación irregular, aunque se confiera al margen de los ritos previstos por
los libros litúrgicos, esta bendición nunca se realizará al mismo tiempo que
los ritos civiles de unión, ni tampoco en conexión con ellos. Ni siquiera con las
vestimentas, gestos o palabras propias de un matrimonio. Esto mismo se aplica
cuando la bendición es solicitada por una pareja del mismo sexo.
40. En cambio, tal bendición puede encontrar su lugar en otros contextos,
como la visita a un santuario, el encuentro con un sacerdote, la oración
recitada en un grupo o durante una peregrinación. De hecho, mediante estas
bendiciones, que se imparten no a través de las formas rituales propias de la
liturgia, sino como expresión del corazón materno de la Iglesia, análogas a las
que emanan del fondo de las entrañas de la piedad popular, no se pretende
legitimar nada, sino sólo abrir la propia vida a Dios, pedir su ayuda para
vivir mejor e invocar también al Espíritu Santo para que se vivan con mayor
fidelidad los valores del Evangelio.
41. Lo que se ha dicho en la presente Declaración sobre las bendiciones de
parejas del mismo sexo, es suficiente para orientar el discernimiento prudente
y paterno de los ministros ordenados a este respecto. Por tanto, además de las
indicaciones anteriores, no cabe esperar otras respuestas sobre cómo regular
los detalles o los aspectos prácticos relativos a este tipo de bendiciones.[26]
IV.
LA IGLESIA ES EL SACRAMENTO DEL AMOR INFINITO DE DIOS
42. La Iglesia continúa elevando aquellas oraciones y suplicas que Cristo
mismo, con grandes gritos y lágrimas, ofreció en los días de su vida terrena
(cfr. Heb 5, 7) y que por esto mismo gozan de una eficacia
particular. De este modo, «la comunidad eclesial
ejerce su verdadera función de conducir las almas a Cristo no sólo con la
caridad, el ejemplo y los actos de penitencia, sino también con la oración».[27]
43. Así, la Iglesia es el sacramento del amor infinito de Dios. Por eso,
cuando la relación con Dios está enturbiada por el pecado, siempre se puede
pedir una bendición, acudiendo a Él, como hizo Pedro en la tormenta cuando
clamó a Jesús: «Señor, sálvame» (Mt 14,
30). En algunas situaciones, desear y recibir una bendición puede ser el bien
posible. El Papa Francisco nos recuerda que «un
pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a
Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin
enfrentar importantes dificultades».[28] De este modo, «lo que resplandece es la belleza del amor
salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado».[29]
44. Toda bendición será la ocasión para un renovado anuncio del kerygma, una invitación a acercarse
siempre más al amor de Cristo. El Papa Benedicto XVI enseñaba: «La Iglesia, al igual que María, es mediadora de la
bendición de Dios para el mundo: la recibe acogiendo a Jesús y la transmite
llevando a Jesús. Él es la misericordia y la paz que el mundo por sí mismo no
se puede dar y que necesita tanto o más que el pan».[30]
45. Teniendo en cuenta todo lo afirmado anteriormente, siguiendo la
enseñanza autorizada del Santo Padre Francisco, este Dicasterio quiere
finalmente recordar que «esta es la raíz de la
mansedumbre cristiana, la capacidad de sentirse bendecidos y la capacidad de
bendecir […]. Este mundo necesita bendición y nosotros podemos dar la bendición
y recibir la bendición. El Padre nos ama. Y a nosotros nos queda tan solo la
alegría de bendecirlo y la alegría de darle gracias, y de aprender de Él a no maldecir,
sino bendecir».[31] De este modo, cada
hermano y hermana podrán sentirse en la Iglesia siempre peregrinos, siempre
suplicantes, siempre amados y, a pesar de todo, siempre bendecidos.
Víctor Manuel Card.
Fernández, Prefecto
Mons. Armando Matteo, Secretario para la Sección Doctrinal
Ex Audientia Die 18 diciembre 2023
Francisco
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[1] Francisco, Catequesis sobre la
oración: la bendición (2 diciembre 2020), L’Osservatore Romano,
2 diciembre 2020, p. 8.
[2] Cfr. Congregación para la Doctrina de la
Fe, «Responsum» ad «dubium» de benedictione unionem personarum eiusdem
sexus et Nota esplicativa, AAS 113 (2021), 431-434.
[3] Francisco, Exhort. Ap. Evangelii
gaudium (24 noviembre 2013), n. 42, AAS 105 (2013),
1037-1038.
[4] Cfr. Francisco, Respuestas del Santo
Padre a los Dubia propuestos por dos Cardenales (11 julio 2023).
[5] Ibidem, ad dubium 2, c.
[6] Ibidem, ad dubium 2, a.
[7] Cfr. Rituale Romanum ex decreto
Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum auctoritate Ioannis Pauli
PP. II promulgatum, De benedictionibus, Editio typica, Praenotanda, Typis
Polyglottis Vaticanis, Civitate Vaticana 1985, n. 12; en la edición española de
la Comisión Episcopal de Liturgia, Bendicional, Coeditores
litúrgicos, Barcelona 1986, n. 12.
[8] Ibidem, n. 11: “Quo autem clarius hoc
pateat, antiqua ex traditione, formulae benedictionum eo spectant ut imprimis
Deum pro eius donis glorificent eiusque impetrent beneficia atque maligni
potestatem in mundo compescant.”
[9] Ibidem, n. 15: “Quare illi qui
benedictionem Dei per Ecclesiam expostulant, dispositiones suas ea fide
confirment, cui omnia sunt possibilia; spe innitantur, quae non confundit;
caritate praesertim vivificentur, quae mandata Dei servanda urget.”
[10] Ibidem, n. 13: “Semper ergo et ubique
occasio praebetur Deum per Christum in Spiritu Sancto laudandi, invocandi eique
gratias reddendi, dummodo agatur de rebus, locis, vel adiunctis quae normae vel
spiritui Evangelii non contradicant.”
[11] Francisco, Respuestas del Santo Padre
a los Dubia propuestos por dos Cardenales, ad dubium 2, d.
[12] Ibidem, ad dubium 2, e.
[13] Francisco, Exhort. Ap. C’est la confiance (15 octubre
2023), nn. 2, 20, 29.
[14] Congregación para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos, Directorio sobre la piedad popular y la
liturgia. Principios y orientaciones, Librería Editrice Vaticana, Ciudad
del Vaticano 2002, n. 12.
[15] Ibidem, n. 13.
[16] Francisco, Exhort. Ap. Evangelii
gaudium (24 noviembre 2013), n. 94, AAS 105 (2013),
1060.
[17] Francisco, Respuestas del Santo Padre
a los Dubia propuestos por dos Cardenales, ad dubium 2, e.
[18] Ibidem, ad dubium 2, f.
[19] Francisco, Catequesis sobre la
oración: la bendición (2 diciembre 2020), L’Osservatore Romano,
2 diciembre 2020, p. 8.
[20] De Benedictionibus, n. 258: “Haec benedictio ad hoc tendit ut ipsi
senes a fratribus testimonium accipiant reverentiae grataeque mentis, dum simul
cum ipsis Domino gratias reddimus pro beneficiis ab eo acceptis et pro bonis
operibus eo adiuvante peractis.”; en la edición española de la Comisión
Episcopal de Liturgia, Bendicional, Coeditores litúrgicos,
Barcelona 1986, n. 260.
[21] Francisco, Respuestas del Santo Padre a los
Dubia propuestos por dos Cardenales, ad dubium 2, g.
[22] Cfr. Francisco, Exhort. Ap.
Post-sinodal Amoris laetitia (19 marzo 2016), n. 250, AAS 108
(2016), 412-413.
[23] Cfr. Congregación para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos, Directorio sobre la piedad popular y la
liturgia, n. 13: «La diferencia objetiva entre los ejercicios de
piedad y las prácticas de devoción respecto de la Liturgia debe hacerse visible
en las expresiones cultuales […] los actos de piedad y de devoción encuentran
su lugar propio fuera de la celebración de la Eucaristía y de los otros
sacramentos».
[24] Francisco, Respuestas del Santo Padre
a los Dubia propuestos por dos Cardenales, ad dubium 2, g.
[25] Francisco, Exhort. Ap. Post-sinodal Amoris
laetitia (19 marzo 2016), n. 304, AAS 108 (2016),
436.
[26] Cfr. ibidem.
[27] Oficio Divino reformado según los decretos
del Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado por su santidad el Papa Pablo
VI, Liturgia de las Horas según el Rito Romano, Principios y normas
para la Liturgia de las Horas, Conferencia Episcopal Española, Coeditores
Litúrgicos, Barcelona 1979, n. 17.
[28] Francesco, Exhort. Ap. Evangelii Gaudium (24
novembre 2013), n. 44, AAS 105 (2013), 1038-1039.
[29] Ibidem, n. 36, AAS 105 (2013), 1035.
[30] Benedicto XVI, Homilía de la Santa Misa en
la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios. XLV Jornada Mundial de la Paz, Basílica
Vaticana (1 enero 2012), Insegnamenti VIII, 1 (2012), 3.
[31] Francisco, Catequesis sobre la
oración: la bendición (2 diciembre 2020), L’Osservatore Romano,
2 diciembre 2020, p. 8.
[01963-ES.01]
[Texto original: Español]
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