EL CATEDRÁTICO ÁLVARO NÚÑEZ IGLESIAS DESVELA EN SU ESTUDIO EL PODER DE LA GRAN FIESTA CRISTIANA
En la Navidad de 1914, en plena conflagración
mundial, oficiales y soldados abandonaron las armas y las cambiaron por
abrazos, tabacho y chocolate: "La tregua de Navidad de 1914", de
Álvaro Núñez Iglesias, muestra que no fue mero pacifismo o emotivismo, sino una
paz motivada por la civilización cristiana y el recuerdo del nacimiento del Señor.
Navidad, 25 de diciembre de 1914,
frente belga de la I Guerra Mundial.
Eran las dos y media de la tarde, el hielo cubría el río Yser y la ciudad de
Dixmude era una de tantas otras repletas de trincheras en una Bélgica ocupada por el
imperio alemán, apenas un mes atrás. Sin previo aviso, el comandante alemán
John William Anderson se dejó ver inerme en su lado del Puente Alto con un
bulto en sus manos mientras preguntaba por su homólogo belga.
Cuando Guillaume Lemaire se
acercó, no daba crédito. "Buen día
señores. Me gustaría entregarles esta custodia", les dijo el alemán. Ambos bandos respiraron
tranquilos y alegres: la paz cristiana de Navidad de 1914 seguía vigente… y podrían adorar la Eucaristía.
La de la custodia del Puente Alto
del Yser es, a juicio de Álvaro Núñez Iglesias, una de las escenas más
entrañables y destacadas de la tregua de Navidad en plena
Guerra Mundial. El catedrático de
Derecho Civil y profesor en la Universidad de Almería relata con vivo detalle
este episodio a Religión en Libertad,
que describe junto a otros cientos de casos en La Tregua de Navidad de 1914 (Encuentro),
de reciente publicación.
El libro ve la luz tras seis años de investigación por
un tema cuyas publicaciones en español brillaban hasta ahora por su ausencia,
salvo casos muy concretos. En pandemia, la curiosidad dio paso a la pasión en
el autor, atónito por cómo un fenómeno de este calibre ha podido pasar TAN DESAPERCIBIDO EN
ESPAÑA.
LA
CIVILIZACIÓN CRISTIANA, "CLAVE" EN PACIFICAR A UN MUNDO EN GUERRA
Hoy, con su investigación
disponible al alcance del gran público y con la perspectiva de los años,
Núñez Iglesias no duda en calificar la tregua de Navidad de 1914 como un "hecho extraordinario" que
encuentra "la clave" de su existencia en los
rescoldos de la civilización cristiana.
Lo que hizo posible
la paz, dice, "es el espíritu cristiano que tienen todos los que
participan en la guerra. Todos celebraron la Navidad desde que eran niños, conocían su verdadero
significado y espíritu, el compartir, acordarse del que sufre, de los que ellos
hacían sufrir y que tenían en frente".
A su juicio, el fenómeno
desarrollado en prácticamente todo el frente
occidental de la guerra, no se
trata solo de un gesto de fraternidad, de un deseo de paz o descanso o de una
convención, sino que también lo contempla como un "milagro
natural" explicado por dos circunstancias.
"La primera,
la propiamente histórica que vivían los soldados, en una guerra de trincheras,
muchas a cien metros de distancia, otras a doce e incluso a menos. Había una
cercanía. También cansancio y sufrimiento, y todo ello hace que surja un sentimiento
de fraternidad, de ver al enemigo como a un hermano", explica.
Pero, a su juicio, este "hecho extraordinario" no se explica solo
por la cercanía y el sufrimiento, sino que solo la Navidad en sí misma podía llevar la paz y paralizar a
un mundo en guerra.
"Todos
aquellos soldados eran cristianos, habían celebrado la Navidad toda su vida y
para ellos, como para nosotros, era un momento de encuentro y paz, de
acercarse al que tenían al lado, compadecerse del que sufre y enterrar a los
muertos", comenta. Unos sentimientos que situaron a esta tregua como un
fenómeno "fuera de lugar en la historia conocida", pues surgió de una forma "extraordinaria,
uniforme, espontánea y simultánea" en los frentes.
LA
NAVIDAD DE 1914 PODÍA GENERAR PAZ: ¿Y LA DE AHORA?
Núñez Iglesias menciona con
emoción el episodio del Puente Alto del río Yser, pero indaga en su memoria y
apura la conversación para resumir cientos de casos descritos en su
investigación.
Como cuando a escasos metros de
separación entre trinchera y trinchera, miles de soldados de diferentes
nacionalidades comenzaban a entonar el "Noche de
paz" con la misma melodía y distinto idioma al
unísono, antes de abandonar sus posiciones para compartir dulces, licores y
tabaco, abrazos y quizá sus últimas palabras.
El autor habla con nostalgia de
cómo aquella "pureza de la Navidad"
y comprensión de su "verdadero
sentido" pudo motivar a miles de soldados a la paz. Una pureza que
hoy considera "debilitada" y fagocitada
"por lo que para muchos significa solo vacaciones, disfrutar, gastar y
comprar".
Álvaro Núñez Iglesias es profesor
de Derecho civil en la Universidad de Almería y padre de tres hijos. Ha
ejercido de abogado y de magistrado suplente; es director ejecutivo de la
Revista de Derecho Civil y catedrático de la disciplina que profesa.
En estos términos, considera que
la repetición de treguas similares se antoja hoy menos probable. Pero aún así,
se muestra convencido de que "la Navidad sigue
imponiendo esa regla de paz que todos llevamos dentro".
"EL
MOTIVO DE LA TREGUA ERA EL NACIMIENTO DE JESUCRISTO"
El autor afirma que la mayoría de
los casos "la paz se iniciaba por un pretexto
religioso" y que "el motivo
explícito del inicio de la tregua" era de hecho "el
nacimiento de Jesucristo", según expresaban los
oficiales convocantes.
Ya fuese de horas de duración o
de días, la tregua estuvo plagada de connotaciones religiosas.
En el libro se describen las
abundantes misas de medianoche en el frente y actos religiosos de cada uno
de los bandos que se respetaban "religiosamente".
El autor menciona como ejemplo a los franceses de Reims, que
contemplaban como los alemanes se exponían al fuego enemigo para levantar un
altar, cuando les preguntaron si atacarían. "Aquí no
dispara nadie. Que celebren su misa los alemanes", sentenciaron.
También hubo actos religiosos que
unieron a ambos contendientes, pero estos se limitaron en su mayoría a
los enterramientos y sepulturas junto a los capellanes.
LA
GRAN HILERA DE LUZ: HUMANIZANDO AL SOLDADO
Núñez Iglesias también destaca el
alto componente de humanidad que prevaleció en esta tregua, y que desaparecería
a lo largo de los siguientes años y en las próximas guerras.
Al contrario de lo que podría
desprenderse de la difundida imagen generalmente negativa de los alemanes en la
I Guerra Mundial y asumiendo que "todos
cometieron atrocidades", Núñez Iglesias destaca cómo "la mayor parte de las treguas las
iniciaron los alemanes", debido especialmente a que "tenían la Navidad muy bien organizada, mejor que
los belgas, franceses o británicos".
Prueba de ello fueron los
testimonios que describen la presencia de multitud de árboles de
Navidad en el frente "con velas y en algunos casos con luz eléctrica y
que ponían en el parapeto de la trinchera, iluminando el frente mientras los
soldados enemigos quedaban asombrados ante la hilera enorme de luces encendidas".
El autor agrega que no era raro observar soldados que "cogían en sus manos los árboles y se iban al
encuentro del enemigo".
La custodia belga rescatada y
devuelta al bando propietario por el comandante alemán John William Anderson el
día de Navidad en Dixmude.
"Cuando uno
lee los testimonios de los soldados alemanes se queda asombrado de su
humanidad. Hicieron atrocidades, es cierto, pero cuando eran ellos mismos y
capaces de tomar la decisión de la paz, se rebelaban tan humanos como los soldados
que tenían en frente", asegura.
"UN
MILAGRO NATURAL": LA NAVIDAD, "PARTE DE LA NATURALEZA HUMANA"
Con todo, la tregua a la que
llamó Benedicto XV no pudo llevarse a cabo de forma total. Aunque muchos la
aplicaron, los rusos y franceses se negaron a seguir la
consigna de paz de forma sistemática.
Los hubo que incluso previeron
esta tregua y se opusieron a ella, como el general británico Smith-Dorrien, en Ypres, que prohibió a sus soldados
confraternizar con el enemigo o rebajar el grado de intensidad en el combate.
Aún así, cuando tuvo constancia de que sus batallones participaron de la
tregua, emitió un comunicado simulando "que no
había sucedido nada anormal", sin mayor consecuencia
como si pudo ocurrir en Reims o en algunas zonas de Bélgica, con no pocos oficiales degradados o trasladados.
Pero a grandes
rasgos, la tregua fue consentida, si bien solo el primer año
lo fue de forma generalizada. En los años siguientes, el fin de la guerra de
trincheras y con ella de la cercanía de cada frente, o la mayor crudeza en los
enfrentamientos, hicieron que la posibilidad de una nueva paz se esfumase.
Sin embargo, La tregua de Navidad de 1914 expone como un hecho plenamente documentado
que en la primera conflagración mundial de la historia, con al menos diez
millones de muertos, hubo en el peor de los casos un día de paz, y
fue el del nacimiento de Jesús.
"Fue el
espíritu cristiano de vivencia de una Navidad sentida durante siglos el que
paró aquella guerra. Yo lo explico como un milagro. Fue algo extraordinario,
magnífico y fuera de lo normal, pero natural, en el sentido de que no hubo nada
que pueda afirmarse de sobrenatural. La tregua mostró que la
Navidad formó parte de la naturaleza del hombre de aquella época y, de alguna manera, quiero pensar que también de la nuestra", concluye.
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