'La adoración de los pastores' (detalle) de
Bartolomé Esteban Murillo (c. 1650). Las costumbres de los pastores en Israel
en el siglo I también ha servido para precisar la fecha del Nacimiento de
Cristo.
La tradición cristiana no fue
inicialmente celebrar el cumpleaños, sino el día del paso al Padre, el llamado dies natalis, el del fallecimiento. De ahí que la 'fiesta
de las fiestas' católica sea la Pascua, la noche de Pascua, "noche realmente gloriosa, que reconcilia al hombre
con su Dios": el paso de este mundo al Padre de Jesucristo, el Hijo de Dios Vivo.
Pero acabó apareciendo la
conmemoración del nacimiento del Señor el 25 de diciembre.
En un tratado anónimo sobre solsticios y equinoccios, se afirma que “nuestro Señor fue concebido el 8 de las kalendas de
abril en el mes de marzo (25 de marzo), que es el día de la Pasión del Señor y
de su concepción, pues fue concebido el mismo día que murió” (Bernard
Botte, OSB: Les Origenes de la
Noël et de l’Epiphanie, Lovaina, 1932). Por otra parte, el
cardenal Ratzinger señaló: “Lo más
decisivo fue la relación existente entre la creación y la cruz, entre la
creación y la concepción de Cristo” (El
espíritu de la liturgia).
Las primeras evidencias del
nacimiento de Cristo el 25 de diciembre son escritos de Sexto Julio Africano en
el año 221. Y la celebración aparece ya en el calendario litúrgico filocaliano
del año 354: "VIII kal. Ian. natus Christus
in Betleem Iudeae [El 25 de diciembre nació Cristo en Belén de
Judea]". Algunos señalan el 384 como año de inicio de la
celebración navideña en España.
Los estudios del profesor Shemarjahu Talmon, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, han
contribuido de modo contundente a aceptar esa fecha como probable. Parten del
pasaje del Evangelio de San Lucas (1, 5-13) que cuenta que, siendo Herodes rey
de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la
clase de Abías, marido
de Isabel, a
quien un día, mientras oficiaba ante el Señor (en el turno de su clase,
según la usanza del servicio sacerdotal), le tocó a suerte entrar en el templo
para hacer la ofrenda del incienso; y durante la ofrenda, el ángel le anunció
el nacimiento de su hijo Juan el Bautista, de su
mujer estéril.
Esa ofrenda del incienso era muy
importante, y se cree que se hacía sólo una vez en la
vida. Recomponiendo los turnos de actuación sacerdotal, se averiguó
que el turno de la clase de Abías era el octavo en el orden oficial. Según el
calendario de la comunidad esenia de Qumrân, el profesor Talmon reconstruyó los turnos, el segundo de los cuales caía en
septiembre. Coincidente con esto es que las antiguas Iglesias de Oriente
celebran la concepción de Juan entre el 23 y el 25 de septiembre. Como el
ángel Gabriel se
apareció seis meses después a la Virgen María, hablaríamos precisamente del mes de marzo, por
cierto en el tiempo de Pascua, tal vez en la misma noche de Pascua. Sabemos que
las liturgias orientales y occidentales concuerdan en la identificación de esta
fecha con el 31 del mes de Adar, que corresponde a nuestro 25 de marzo, fecha en la que la Iglesia celebra el anuncio del
ángel y la concepción de Jesús. Nueve meses después daría a luz, efectivamente en
diciembre.
Queda el escollo de que San Lucas
dice que los pastores pasaban la noche al raso, algo más propio de primavera
que de invierno. Si se echa mano de las normas de pureza
del judaísmo, resulta que las ovejas de lana negra, que eran consideradas impuras por los judíos, no
podían nunca estar en rediles dentro de la ciudad, y había que
acompañarlas siempre al raso, fuera: tal vez por
eso, por el rigor invernal, los pastores hacían turnos, como señala
Lucas.
No obstante lo dicho, se mantiene
una corriente laicista que repite ad nauseam como un mantra que en el fondo la fecha se
eligió por cristianizar el día del sol invicto, la victoria de la luz sobre la
noche más larga, día a partir del cual los días comienzan a alargarse. Vamos,
que la fecha sería una imposición: de esto no
sólo no hay evidencia alguna sino que el sentido común
debilita dicha hipótesis sin más que considerar lo poco apetecible que sería
elegir arbitrariamente una fiesta pagana para celebrar algo tan
sagrado cristianamente hablando.
Y antes de que se me olvide: en los países socialistas y luteranos la
celebración de la Navidad estuvo temporalmente prohibida -en
algunos sigue perseguida-, aunque finalmente se recuperara la tradición. Como
dice Benedicto XVI en
sus libros Jesús de Nazaret, no creamos a pies juntillas las hipótesis
alternativas a lo revelado, simplemente para hacernos los progres, porque
corremos el riesgo de infundir halos de falsedad absolutamente
inventados: por eso es por lo que en el fondo dichas invenciones se
propagan, para que dejemos de creer que el cristianismo es la
religión de la historia.
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