viernes, 5 de agosto de 2022

LAS "P" PARA SALIR DE LA CRISIS

Vicente D. Yanes analiza las encrucijadas de la crisis.

Por: Vicente D. Yanes | Fuente: Yoinfluyo.com

Dicen que "las situaciones no hacen al hombre, sino que lo demuestran". Pero también lo hacen: las decisiones que tomamos expresan nuestro ser y al mismo tiempo nos conforman. De las diversas situaciones que se presentan en la vida, las dificultades o momentos de crisis ofrecen oportunidades únicas para el crecimiento de una persona.

¿Qué es una crisis? Una encrucijada, una etapa de la vida en la que el futuro se presenta incierto, en la que es preciso tomar una decisión. Es el tiempo de “la decisión” que se presenta bajo una pregunta a la vez simple y profunda: ¿qué debo hacer, qué quiero hacer?

Contrariamente a lo que podría pensarse, las crisis no son "los tiempos malos"; son ocasiones privilegiadas para conocerse mejor, para definir con más claridad qué es lo que verdaderamente se pretende en la vida. En este sentido, podemos afirmar que las crisis son muy útiles. No todo lo contrario es negativo, pero hace falta querer y saber aprovechar los vientos adversos para evitar el naufragio. Las crisis o dificultades personales son esos tragos amargos que, como las medicinas, son necesarios para recuperar la salud. No son agradables, pero te hacen bien.

En estas líneas no me referiré a ninguna situación concreta de crisis ni ofreceré una receta mágica que haya que seguir. Enuncio sólo algunos de los beneficios u oportunidades que tales situaciones nos presentan. Se trata de convertir la dificultad o el sufrimiento en un medio para crecer, hacer del obstáculo un escalón para subir más alto, según aquel antiguo lema que reza "lo que no te mata te fortalece".

La crisis permite actuar con verdadera generosidad. Justo cuando menos nos sentimos inclinados a entregarnos, a cumplir con nuestro deber, a trabajar bien, a brindar alegría a nuestro alrededor, es cuando más mérito tienen nuestras acciones, cuando podemos formar verdaderamente la virtud, desinteresadamente.

La crisis es un tiempo propicio para la rara virtud de la humildad. En medio de los éxitos es poco probable que nos detengamos a pensar en nuestros límites, que sin embargo son tan reales tanto en los períodos de bonanza como en los de calamidad.

Unido a lo anterior, la inquietud y la inseguridad personal nos llevan a reconocer que no poseemos todas las respuestas y por tanto nos invitan a pedir consejo a los hombres; y de cara a Dios, nos conduce a orar y a descubrirle con confianza nuestra vida y poner en sus manos nuestro porvenir.

En las crisis se descubre a los verdaderos amigos, a aquellos que no hace falta llamarles porque se presentan solos. Los amigos auténticos, que no huyen porque asumen como suyos nuestros problemas. Como bien dijo el hispanorromano Marcial, "el verdadero dolor es el que se sufre sin amigos".

En los momentos de crisis se fomenta la capacidad de reflexión, se busca el silencio interior, ir a la profundidad de las cosas. Si no se exagera en esto hasta el punto de desembocar en el aislamiento, ya sólo por la posibilidad de tomar con más seriedad la vida bien vale la pena afrontar un periodo de crisis.

En la crisis se está en las mejores condiciones para ejercitarse en las virtudes "pesadas". Éstas son fáciles de recordar, pues las tres comienzan con "p": perseverancia, prudencia y paciencia... vivirlas en la adversidad no es tan sencillo, pero ahí es donde se conquistan y fortalecen. Perseverancia para continuar adelante pese a las mil contrariedades. Prudencia para descubrir qué acción conviene realizar en cada caso. Paciencia que nos ayuda a soportar el mal que en un momento determinado no podemos cambiar; y esto no de modo "resignado" ni sufrido, sino con buena cara y gallardía.

La crisis promueve la sana "economía" y el ahorro, y no sólo en materia financiera: precisamente donde faltan muchas cosas o se encuentran huecos y debilidades ponemos más cuidado en lo que hacemos, buscamos sacar el mejor partido de cada recurso. Este "ahorro" de intereses y energías nos permite ir a lo esencial, sin perdernos en actividades de segunda o ninguna importancia. En la crisis, si se mira imparcialmente y sin pesimismos, se da paso también a la gratitud: carecer de un bien o verlo en peligro supone haberlo poseído.

En síntesis, la dificultad o crisis vista como un reto positivo nos presenta la opción por dar lo mejor de nosotros mismos, para suscitar la creatividad, para fortalecernos. Einstein pensaba que una crisis era la bendición más grande que le podía suceder a los pueblos y países porque todas las crisis aseguran el progreso. Para ello hay que interesarse más en las soluciones que en los problemas.

Nadie elige libremente ni solicita por correo padecer una adversidad. Ésta llega sin pedir permiso y cuando menos se la espera. Ante la crisis surge sin falta la interrogante "¿Qué va a pasar con nosotros?". Es difícil saberlo, pero si deseamos un desenlace positivo conviene dejar la cómoda butaca del espectador y bajar al campo.

Es nuestra lucha, y no hay peor lucha que la que no se hace.

Twitter: @yoinfluyo

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