Santa Rosa de Lima no era “masoquista”, asegura un importante experto que ha investigado la vida de la primera santa de América, que explica además la razón de sus duras penitencias.
En el libro “Rosa de Lima:
Primera Santa de América” publicado
en 2017 por la Municipalidad Metropolitana de Lima, el Doctor Rafael Sánchez-Concha
Barrios explicó por qué la santa religiosa practicaba el ascetismo,
que incluía “crudas penitencias”,
como parte de su vida.
Rafael Sánchez-Concha Barrios es Doctor en Patrimonio Iberoamericano de
Historia Comparada y Territorio por la Universidad de Huelva (España), y
docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Además de esta obra
católica, es autor del libro “Santos y santidad en
el Perú virreinal”, publicado en 2003.
En el tercer capítulo del libro, sobre “el
ascetismo y el misticismo”
de Santa Rosa de Lima, Sánchez-Concha recordó que la religiosa vivía el “ascetismo”, que es un camino espiritual de piedad
que siguieron muchos santos, como Santa Catalina
de Siena.
Esta “vía de piedad”, previa a la
mística, explica el experto, consistía en renunciar con libertad “a los bienes del mundo” y realizar “negaciones, privaciones y mortificaciones”, que
podían ser tan simples como negarse a satisfacer “pequeños
gustos”, o tan “crudas y ásperas
penitencias” como la autoflagelación.
El historiador señaló que la santa construyó una “ermita de adobes” en la huerta de su casa para practicar el
ascetismo. Allí solía dormir en el piso cuando no la veían y dormía sobre “troncos atados con trozos de tejas filudas”, que
escondía con su frazada.
Además de autoflagelarse, la santa se ataba a la cintura “un cinturón de alambres con púas que le hincaba la
piel”, y usaba en la cabeza “una corona de
clavos punzantes” que escondía bajo su velo, y que luego reemplazó por
una corona de plata que tenía 99 púas, indicó.
Sin embargo, el experto aclaró que “de
ninguna manera se la puede juzgar de masoquista”, pues su vida de
penitencia “no era extraña en la sociedad
virreinal”. Los que la llaman masoquista son “autores
poco abiertos a entender el sentido de la mortificación del cuerpo en el
contexto del pensamiento católico de los siglos XVI y XVII”, sostuvo.
Sánchez-Concha señaló que en la época que vivió la santa “el clima espiritual de Lima […] era apasionadamente
católico”. Un ejemplo, indicó, es el santo peruano San Francisco Solano,
que salía a las calles a predicar y llamar a la gente a renunciar al pecado
para santificarse.
Además, recordó que la joven Isabel Flores de Oliva, nombre de bautizo
de la santa, no buscaba “alcanzar el dolor por el
dolor, sino ofrecer todos sus sufrimientos por la salvación de las almas de los
pecadores”, en especial, de Lima.
La joven buscaba “acercarse a Dios” a
través de la oración constante, que la llevó a alcanzar “la vida mística” y “experimentar
una serie de visiones que el común de la gente no logra comprender con
facilidad”, señaló.
El experto indicó que Santa Rosa de Lima rezaba “con
consciencia y con verdadero sentido” el Ave María, el Padre Nuestro, el
Credo, el Gloria tanto de pie, como sentada, arrodillada, caminando,
trabajando, e incluso, aseguró, un testigo dijo que dormida.
También afirmó que la santa dejó claro en sus “escritos
y gráficos” que comprendía bien el “método
que empleaban algunos santos intelectuales de su época para alcanzar a Dios”.
Entre ellos están “las Mercedes”, donde
invoca a San Bartolomé, uno de los doce apóstoles de Jesús y a quien le tenía
devoción, y luego expresa su entrega total a Jesús. También tenía en
consideración la “Escala mística”, con los “pasos” que un alma debe seguir para estar cerca
de Cristo.
En conclusión, Santa Rosa de Lima dedicó su vida y sufrimientos para que
las personas puedan alcanzar la santidad, en especial, los que no conocían a
Dios. “¡Oh, quien fuese hombre, solo para ocuparme
de la salvación de las almas!”, solía decir la santa, concluyó el
experto.
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