La vida, de la que tanto se habla, es uno de los dones que más se pisotean. ¿Qué es para ti?
Por: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
Nos vamos a fijar ahora en los efectos que produce la muerte. Recordemos
serenamente, fríamente lo que hace con nosotros la muerte.
En primer lugar, la muerte te separa de todo, es
un adiós a los honores, a la familia, a los amigos, amigas, a las riquezas, es
un adiós a todo. Por eso, si un día tengo que separarme a la fuerza de todo, es
absurdo apegarme desordenadamente a tantas cosas. Cuanto más apegado estés, más
doloroso será el desgarrón. El ideal es vivir tan desprendido que, cuando
llegue la muerte, tenga poco que hacer.
Pero lo más importante es que la muerte determina lo que será mi eternidad.
Como el fotógrafo fija un momento concreto en una placa, así la muerte fija las
posiciones del alma, y del lado que cayeres, izquierdo o derecho, así
permanecerás toda la eternidad. Ya no se podrá cambiar nada.
Aunque hubiera una sola posibilidad entre cien de morir mal, habría que
tener mucho cuidado.
Tratándose del asunto más importante de mi existencia, no puedo andar con
probabilidades, sino con certezas. Las máximas seguridades son pocas. Ninguno
de nosotros está confirmado en gracia, ninguno de nosotros puede afirmar que no
se perderá eternamente, ningún santo estuvo seguro de ello durante su vida. Mi
situación a la hora de morir quedará eternamente fija, no podrá ya cambiar: me salvé, no me salvé. Será para siempre.
La muerte, en tercer lugar, cierra el tiempo de
hacer méritos. Después que el árbitro toca para finalizar el encuentro de
fútbol, no valen las jugadas ni los goles, se ganó o se perdió. Lo que señala
el marcador es lo que queda. Si a la hora de mi muerte he ganado pocos méritos,
con esos pocos méritos me quedaré para la eternidad. Quedará solo el lamentarse
por no haber aprovechado mejor la vida, la única vida que tenía.
Tú te preparas para un examen, te arreglas para una fiesta. Para el momento del
cual depende toda tu eternidad... ¿te preparas?
¿Estás preparado en este momento? ¿Estás preparado siempre, o, al menos, casi
siempre? ¿Podría morirme tranquilamente este día? Si no, ¿por qué? ¿Me siento
preparado para dar ese paso? es decir, ¿he llenado mí vida hasta este momento?
Conviene no dejar pasar un solo día sin llenarlo de algo grande y bueno, de
méritos, porque, de la misma manera que se me han ido de la mano tantos días
vacíos o casi vacíos, se me irán en lo sucesivo, si es que no pongo un remedio
eficaz.
Pero, “hay tiempo todavía, no hay por qué
preocuparse ahora”. Eso parecería lógico, el no preocuparse, si se
supiera el día y la hora. Pero no lo sabes. ¿Quién
te asegura que no anda lejos?
“Ya me prepararé cuando llegue la hora...” Creo
que esto es absurdo, porque hay muertes fulminantes, imprevistas, como la de
los accidentes, las repentinas, etc. Hay muchas muertes en que el interesado ni
se da cuenta. Y, aunque me quedase mucha vida por delante, y conociese el día
de mí muerte, sería imperdonable y estúpido vivir de cualquier manera, porque
sería echar a perder esa vida. ¿Qué caso tiene
echar a perder toda la vida, menos los últimos días o momentos? ¿La vida es
para eso?
Tenemos una eternidad para descansar y una vida bien breve para trabajar y
hacer méritos. Anticipar las vacaciones no es bueno, porque salimos perdiendo.
Si la muerte cierra el tiempo de merecer, entonces, mientras tenemos tiempo por
delante, habrá que aprovecharlo y no dejarlo ir de las manos. ¡Qué poco apreciamos la vida! Nos damos cuenta
verdaderamente de lo que vale la vida en una enfermedad.
Dicen muchos que el tiempo es dinero. Que se queden con el dinero. Que es
placer. Que aprovechen. Para otros el tiempo es Reino de Dios, es cielo, es
eternidad feliz... ¿Qué escoges tú? ¿Qué es para ti
la vida y el tiempo?
La vida, de la que tanto se habla, es uno de los
dones que más se pisotean. Al ver cómo viven muchos hombres, uno debe creer que
odian la vida y prefieren la muerte.
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