«Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús»
–¿Y esto a qué
viene?
–Burda pregunta. El
Año Litúrgico de la Iglesia celebra como memoria libre El santísimo nombre
de Jesús después de la Navidad, el 3 de enero. Pero todo el Año estamos
venerando el nombre de Jesús, porque los otros nombres que emplea la Escritura
y la Tradición, aunque sean muy santos y santificantes, no son el Nombre propio
elegido por Dios para su Hijo encarnado.
—EL DULCE NOMBRE DE JESÚS ES SANTO Y SANTIFICANTE
1. –SAGRADA ESCRITURA
+El nombre
de Jesús es un nombre celestial. Como en el caso de San Juan Bautista y de otros grandes elegidos de la
sagrada Escritura, el nombre de Jesús viene del cielo, es elegido por Dios. Un
ángel del Señor le dice a San José: «Le pondrás por
nombre Jesús, porque es Él quien salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt
1,21). Y «cuando se cumplieron los ocho días para
circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el
ángel antes de su concepción» (Lc 2,21).
En la tradición bíblica, el
nombre expresa la verdad de una persona, y revela su misión en el mundo. En el
Evangelio y en los otros libros del NT se emplean otros nombres también; pero
el más frecuentemente empleado y propio es el de «Jesús».
+Todo
se deja por el nombre de Jesús, para estar con Él y seguirle donde vaya, para darlo a conocer y a
amar: «a causa de mi nombre» (Mt 10,22;
19,29; Mc 13,13), «predicar el nombre de Jesús» (Hch
9,28), «hablar en nombre de Jesús» (4,18;
5,40), «creer en su Nombre» (Jn 2,23), creer
en «el nombre del Hijo único de Dios»
(3,18).
+Por
el nombre de Jesús se sufre lo que sea, hasta morir por Él. Los Apóstoles se alegran de «sufrir ultrajes por el Nombre» (Hch 5,41)
+Es
Jesús el nombre de quien nos consigue la salvación: «ningún otro nombre nos ha sido dado bajo los
cielos en el que podamos hallar la salvación» (Hch 4,12)
+En el nombre de
Jesús podemos orar al Padre celestial. Oramos al Padre «en el Nombre de Jesús»;
«lo que pidiereis en mi nombre» al Padre»; «si me pidiereis alguna cosa en mi
nombre» (Jn 14,13-16; Ef 5,20). «La oración
del nombre de Jesús», que en Él nos envuelve, tiene gran arraigo en la
tradición de la Iglesia en Oriente.
+«Todo lo
que de palabra o de obra realicéis, sea todo en
nombre de Jesús, dando gracias a Dios por medio de Él» (Col 3,17).
+La
Iglesia se une y congrega en el nombre de Jesús: «Donde estén dos o tres congregados en mi nombre,
allí estoy yo presente en medio de ellos» (Mt 18,20).
+Sanaciones,
conversiones y exorcismos se obran por el nombre de Jesús: «En el nombre de
Jesús Nazareno, levántate y anda» (Hch 3,6; +Mt 7,22-23; Lc 10,17; Mc 9,38; 16,17).
+Con
el nombre de Jesús en los labios se alcanza la muerte más santa. Lo vemos en muchos santos,
pero la tradición comenzó en San Esteban que, al morir mártir, no dijo como
Cristo, «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu»,
sino: «Señor Jesús, recibe mi espíritu» (Hch 7,59)
2. –TRADICIÓN DE LA IGLESIA
+San
Antonio abad (+356). En su Vida, escrita por San Atanasio (+373), se informa que
vencía los ataques del demonio con «las oraciones,
las obras de caridad, la lectura de la Palabra divina y las vigilias pasadas invocando
el precioso nombre de Jesús».
Lo mismo se dice de los «monjes del desierto».
+La liturgia de la Circuncisión, iniciada en Oriente antes
del s. VI, evoca la imposición del santo nombre. Y dió lugar a preciosas
homilías de los Santos Padres, que estimularon la devoción de los fieles hacia
al santísimo nombre de Jesús.
+San
Bernardo (+1153) escribe:
«El nombre de Jesús
no es sólo luz; es comida. ¿No te sientes
fortalecido cuantas veces lo recuerdas? ¿Qué cosa hay que alimente tanto el
espíritu del que lo medita? ¿Qué otra cosa repara tanto las fuerzas perdidas,
hace las virtudes más firmes, fomenta las buenas y laudables costumbres y las
inclinaciones castas y honestas? Todo alimento del alma carece de substancia si
no está condimentado con este óleo; es insípido si no está sazonado con esta
sal. El leer me fastidia si no leo el nombre de Jesús. El hablar me disgusta
si no se habla de Jesús. Jesús es miel en la boca, melodía
en el oído, júbilo en
el corazón. Pero es también medicina.
¿Está triste alguno de vosotros? Pues venga Jesús a su corazón y de allí pase a
la boca, y apenas es pronunciado este nombre adorable, produce una luz
resplandeciente, que ahuyenta los disgustos y restablece la calma y la
serenidad. ¿Cae alguno en pecado? ¿Corre por eso a la muerte por la senda de la
desesperación? Pues invoque este
nombre vital y al punto respirará de nuevo aires de vida» (Sermones sobre los
Cantares 15).
Dedica San Bernardo varias páginas a
cantar con elogios conmovedores el dulce y poderoso nombre de Jesús. Quizá
pueda decirse que es en San Bernardo donde la
devoción al nombre de Jesús queda plenamente expresada, como una
nota común entre los enamorados de Cristo.
+Las
Órdenes mendicantes, franciscanos y dominicos, impulsaron mucho esta devoción en el siglo
XIII y siguientes. De San Francisco de Asís (+1224) se dice que «saboreaba»
el nombre de Jesús cuando lo pronunciaba (Tomás de Celano, I Vida
1,3; 2,9). San Antonio de Padua (+1231) desarrolla la teología y espiritualidad
de esa devoción, como también San Buenaventura (+1274).
+El Papa
Gregorio XI, con acuerdo previo de los dominicos, establece en el Concilio II de Lión (1274) que «especialmente durante la misa, cada vez que se mencione este
nombre glorioso, se doblen las rodillas del corazón y se dé signo de ello
inclinando la cabeza» (Mansi
24,98).
+ Esta devoción
sigue su crecimiento con Ludolfo el cartujo (+1378), Enrique Suso (+1366) y otros. Y alcanza una cumbre nueva en San Bernardino de Siena (1380-1444),
gran predicador franciscano, siempre aferrado en sus predicaciones al nombre de
Jesús. Dios iluminó su mente y corazón para que encargase a un artista hacer
pequeñas tablas con el trigrama IHS (Iesus Hominum Salvator), en
letras góticas, en torno a un sol que irradia doce rayos. Al paso de los siglos
ese signo se extendería por toda Europa y por Hispanoamérica, no solamente en
escudos y edificios religiosos, sino incluso también en los civiles. Se grabó,
pintó, esculpió, en dinteles de puertas, escuelas, mercados, encuadernaciones
de libros de espiritualidad, escudos de batalla, escapularios, en todos los
modos y maneras.
+Las
Cofradías del santo nombre de Jesús, las «Fraternidades de Jesús», «del buen
Jesús», se multiplicaron a partir del siglo XIII, bajo el influjo sobre
todo de franciscanos y dominicos.
+Santa
Juana de Arco (1412-1431), la doncella de Orleans, con 17 años de edad dirigió a la
victoria los ejercitos de Francia bajo un estandarte donde puso «Jesús - María». Murió a los 19 años, quemada en
la hoguera, exclamando «¡Jesús, Jesús, Jesús!»…
+La
Compañía de Jesús, guiada por San Ignacio (+1556), hizo suyo el santo nombre al titular
su Compañía. Él mismo encabezaba sus cartas con el santo IHS. La iglesia
principal de la Compañía en Roma recibió el santo nombre de Il Gesù (1568).
+Las
letanías del nombre de Jesús nacen en el siglo XVI, en un breviario franciscano editado en Lion.
Tuvieron varios desarrollos, distintos en autores o instituciones diferentes.
En 1876 Pío XI aprobó esa oración litánica, que León XIII difundió en 1886 a
toda la Iglesia. Más abajo reproduzco la que se incluye como oración opcional
en el actual Ritual de Exorcismos.
+Los santos
han tenido predilección por el nombre de Jesús. –Santa
Teresa de Jesús (+1582) escribe con frecuencia de «mi
Jesús», «mi buen Jesús», «este buen Jesús», aunque emplea también otros
nombres, pero no con tanta frecuencia y amor. –Santa Teresa del
Niño Jesús (+1897) emplea con
notable preferencia el nombre de Jesús en su autobiografía, en sus cartas y
poesías.
«Y
le pondrás por nombre Jesús»
3. –RITUAL DE EXORCISMOS
–En el Ritual de exorcismos
se invoca con frecuencia la fuerza del nombre de Jesús para ahuyentar al
demonio de quien sufre de él posesión o vejaciones. En la Introducción se dice:
7. «La
Iglesia ejerció, desde el tiempo de los apóstoles, el poder recibido de Cristo
de expulsar demonios y anular su influjo (Hch 5,16; 8,7; 16,18; 19,12).
Así pues, ora continua y confiadamente “en nombre de Jesús” para ser liberada del Maligno (cf. Mt 6,13). Y en el mismo nombre, con
el poder del Espíritu Santo, ordena de varias formas a los demonios que no
obstaculicen la obra de la evangelización (cf. 1Tes 2,18) y que
devuelvan “al Más Fuerte” (cf. Lc
11,21-22) el dominio de todos y cada uno de los hombres. “Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en
nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido
contra el influjo del Maligno y substraída a su dominio, esto se llama exorcismo”».
16. «Así
pues, el exorcista no proceda a celebrar el exorcismo hasta que esté seguro,
con certeza moral, de que quien va a ser exorcizado está realmente poseído por
el demonio y, si es posible, contando con su consentimiento.
«Según la
experiencia probada, los signos de la posesión del demonio
son éstos: hablar en un lenguaje desconocido con muchas palabras o entender al
que lo habla; descubrir acontecimientos distantes y secretos; mostrar unas
fuerzas superiores a su naturaleza o edad. Estos signos pueden ser un indicio.
Pero dado que estos signos no deben ser considerados necesariamente como
provenientes del diablo, conviene también prestar atención a otros,
especialmente de orden moral y espiritual, que manifiestan de otro modo la
intervención diabólica, como, por ejemplo, una aversión vehemente hacia Dios,
al santísimo nombre de Jesús, a Santa María la Virgen y a los
Santos, a la Iglesia, a la Palabra de Dios, a sus cosas, ritos, especialmente
sacramentales, y a sus sagradas imágenes. Finalmente, la relación de todos
estos signos con la fe y la lucha espiritual en la vida cristiana deben ser
sopesados cuidadosamente, ya que el Maligno es ante todo enemigo de Dios y de
cuanto vincula a los fieles con la acción salvífica de Dios».
–FÓRMULAS DEPRECATIVAS O IMPERATIVAS DEL RITUAL
De entre las varias fórmulas
opcionales que el Ritual de exorcismos ofrece para el exorcismo en casos particulares,
reproduzco la estrofa de una (nº 10) que, dirigida contra el diablo en forma imperativa,
afirma la potencia del nombre de Jesús:
«Humíllate
bajo la poderosa mano de Dios; tiembla y huye, pues invocamos el santo nombre de Jesús, ante quien
tiemblan los infiernos. A Él están sometidos los ejércitos celestiales, las
Potestades y Dominaciones; y a Él los Querubines y Serafines alaban diciendo
sin cesar: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los ejércitos».
–APÉNDICE II DEL RITUAL. LETANÍAS
Súplicas que pueden
ser empleadas privadamente por los fieles para luchar contra las potestades de
las tinieblas
7. INVOCACIONES A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Jesús, Hijo del Dios vivo, ten piedad de mí
Jesús, imagen del Padre,
Jesús Sabiduría eterna,
Jesús, resplandor de la luz
eterna,
Jesús, Palabra de vida,
Jesús, Hijo de la Virgen
María,
Jesús, Dios y hombre,
Jesús, Sumo Sacerdote,
Jesús, heraldo del reino de
Dios,
Jesús, camino, verdad y vida,
Jesús, pan de vida,
Jesús, vid verdadera,
Jesús, hermano de los pobres,
Jesús, amigo de los pecadores,
Jesús, médico del alma y del
cuerpo,
Jesús, salvación de los
oprimidos,
Jesús, consuelo de los
abandonados,
Tú que viniste a este mundo,
Tú que liberaste a los
oprimidos por el diablo,
Tú que estuviste colgado de la
Cruz,
Tú que aceptaste la muerte por
nosotros,
Tú que yaciste en el sepulcro,
Tú que descendiste a los
infiernos,
Tú que resucitaste de entre
los muertos,
Tú que ascendiste a los
cielos,
Tú que enviaste al Espíritu
Santo a los Apóstoles,
Tu que te sientas a la derecha
del Padre,
Tú que vendrás a juzgar a los
vivos y a los muertos,
Por tu encarnación, librame, Señor
Por tu nacimiento,
Por tu bautismo y tu santo
ayuno,
Por tu Pasión y Cruz,
Por tu muerte y sepultura,
Por tu santa resurrección,
Por tu admirable ascensión,
Por el envío del Espíritu
Santo,
Por tu gloriosa venida,
Final
Jesús. «Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre,
de modo que al nombre de Jesús toda
rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda
lengua proclame: Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre» (Flp
2,9-11).
Bendito sea el Nombre de Jesús.
José María
Iraburu
No hay comentarios:
Publicar un comentario