El conocimiento debe ser puesto al servicio del prójimo.
Por: Marce Miranda Loayza | Fuente: Catholic.net
La grandeza del intelecto
humano encuentra su culmen no en la expresión glamorosa del pensamiento, sino
en la claridad y sencillez de la exposición del mismo, las
palabras logran su real sentido cuando encuentran el receptor no sólo
comprensión sino también aceptación.
Para muchos intelectuales y
líderes de opinión demostrar un uso casi inentendible del lenguaje es signo de
conocimiento y prestigio, enterrando ideas bajo un sinfín de palabras
cuya única utilidad es la de enaltecer el orgullo y la soberbia del autor.
Existe cierta
responsabilidad para aquél que posee lucidez y claridad sobre hechos y
situaciones que por su complejidad necesitan ser explicadas, éstos dones no
deben ser utilizados para una vanagloria inútil y egoísta, por el contrario, deben ser puestos al servicio
del prójimo y de la sociedad, el conocimiento no es poder, el conocimiento es SERVICIO.
El reconocer y comprender
los signos de los tiempos es un don de DIOS,
poner claridad donde la oscuridad ha hecho trinchera requiere sencillez y
humildad, la palabra entreverada de soberbia termina oscureciendo aún más lo
que supuestamente se quiere iluminar, al ser el conocimiento un don divino sólo
puede alcanzar su culmen cuando la humildad destierre la soberbia.
Iluminar el pensamiento
humano también debe ir en concordancia con la defensa de los más vulnerables, de
aquellos que no tienen voz y por ende son excluidos, estar en una posición de
privilegio frente a la opinión pública no debe ser confundida con una fama
efímera y pasajera, la palestra debe convertirse en voz profética donde los sin
voz encuentran representados sus anhelos.
El tratar de llenar de metáforas incomprensibles
el conocimiento alejan la verdad y el entendimiento del destinatario, por ello
es responsabilidad del poseedor de la palabra tender puentes en medio de la
sociedad, compartiendo saberes y denunciando injusticias.
Una idea clara, enriquecida
en sencillez e iluminada a la luz del EVANGELIO tiende a trascender en el tiempo, cumpliendo su misión de
iluminar el conocimiento y
guiar el entendimiento humano.
El conocimiento no es
poder, el conocimiento es SERVICIO y en
base a éste logra alcanzar su objetivo primario, ser luz en medio de la
oscuridad y ser voz de los excluidos.
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