La beata Ana Catalina de Emmerick (1774-1824) es de esas personas que Dios, cada tanto, se empeña enviar al mundo para confundir a los “sabios". Mística alemana, profundamente sufrida y analfabeta, sus escritos -dictados al converso Clemente Brentano- nunca han sido aprobados por la Iglesia por desconocerse qué pueda ser de ella y qué de su secretario. Sin embargo, esas revelaciones privadas más de una vez han dado en el clavo (como cuando gracias a ellas unos arqueólogos descubrieron la casa de la Virgen María en Éfeso, por citar sólo un ejemplo).
Sus escritos, de una enorme
calidez, inspiran no sólo curiosidad, sino también devoción.
Pues hoy queríamos compartir
algo que hemos leído y visto: se trata de uno de
los íconos atribuidos a San Lucas, el médico y evangelista de la
infancia del Señor que, según una antiquísima tradición se encuentra en la
Basílica de Santa María la Mayor, en Roma.
El texto de la la beata dice
así:
"He
visto a Lucas pintar varios cuadros de la Virgen , algunos de modo milagroso.
Un busto de María lo halló pintado y concluido, por haberlo pedido así, después
que inútilmente había intentado hacer el trabajo. Lo halló terminado mientras
estaba en éxtasis. , sobre un altar en la capilla del Pesebre, a la derecha del
altar mayor. No es, sin embargo, el original, sino una copia del mismo. El original esta aún en una pared, que se ha
convertido en una columna, cuando se ocultaron allí, en un gran peligro,
muchos objetos sagrados. Allí veo también huesos de santos y escritos de mucha
antigüedad. La iglesia tiene siete columnas. Esta encerrado en el medio, a la
derecha, de modo que el sacerdote, cuando dice Dominus vobiscum, en el altar
del cuadro de la Virgen, con su mano señala esa columna".
Que Roma haya sido saqueada
varias veces y se hayan escondido reliquias, nadie lo niega. Lo llamativo de
todo es saber cómo la beata pudo ver con tanta claridad todo esto y a la
distancia, si es que todo es cierto, claro.
Sólo queda comprobarlo y,
gracias a ciertos indicios, que alguien que se dedique a la arqueología
cristiana lo analice. Pero mientras tanto, si alguien tuviese la gracia de ir
alguna vez por Roma, pase por esa basílica (puede visitarse online aquí)
y, luego de rezar frente a los restos del pesebre, debajo del altar mayor,
contemple el ícono atribuido a San Lucas y, al darse vuelta (como cuando el
sacerdote dice su “Dominus vobiscum"),
mire la cuarta columna de la derecha.
Y, acercándose a ella, vea el
siguiente recuadro que, al menos, da que hablar: CUARTA
COLUMNA DE LA DERECHA
¿Estará allí un
ícono de la Virgen, como tantas otras cosas que aún no se han descubierto en la
“Roma eterna"? Pues, quién sabe. Lo cierto, es que muchas cosas han quedado ocultas que
aún no han salido a la luz.
Que no te la cuenten…
P. Javier
Olivera Ravasi, SE
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