Debemos confiar en nuestro ángel de la guarda y pedirle ayuda, pues además de que él nos guía y nos protege, está cerquísima de Dios.
Por: Luis Rojas Puigcercós | Fuente: Catholic.net
Dios ha asignado a cada hombre un ángel para
protegerle y facilitarle el camino de la salvación mientras está en este mundo.
Afirma a este respecto San Jerónimo: "Grande
es la dignidad de las almas cuando cada una de ellas, desde el momento de
nacer, tiene un ángel destinado para su custodia".
En el Antiguo Testamento se puede observar cómo Dios se sirve de sus ángeles
para proteger a los hombres de la acción del demonio, para ayudar al justo o
librarlo del peligro, como cuando Elías fue alimentado por un ángel (1 Reyes
19, 5.)
En el nuevo Testamento también se pueden observar muchos sucesos y ejemplos en
los que se ve la misión de los ángeles: el mensaje
a José para que huyera a Egipto, la liberación de Pedro en la cárcel, los
ángeles que sirvieron a Jesús después de las tentaciones en el desierto.
La misión de los ángeles custodios es acompañar a cada hombre en el camino por
la vida, cuidarlo en la tierra de los peligros de alma y cuerpo, protegerlo del
mal y guiarlo en el difícil camino para llegar al Cielo. Se puede decir que es
un compañero de viaje que siempre está al lado de cada hombre, en las buenas y
en las malas. No se separa de él ni un solo momento. Está con él mientras
trabaja, mientras descansa, cuando se divierte, cuando reza, cuando le pide
ayuda y cuando no se la pide. No se aparta de él ni siquiera cuando pierde la
gracia de Dios por el pecado. Le prestará auxilio para enfrentarse con mejor
ánimo a las dificultades de la vida diaria y a las tentaciones que se presentan
en la vida.
Muchas veces se piensa en el ángel de la guarda como algo infantil, pero no
debía ser así, pues si pensamos que la persona crece y que con este crecimiento
se tendrá que enfrentar a una vida con mayores dificultades y tentaciones, el
ángel custodio resulta de gran ayuda.
Para que la relación de la persona con el ángel
custodio sea eficaz, necesita hablar con él, llamarle, tratarlo como el amigo
que es. Así podrá convertirse en un fiel y poderoso aliado nuestro. Debemos
confiar en nuestro ángel de la guarda y pedirle ayuda, pues además de que él
nos guía y nos protege, está cerquísima de Dios y le puede decir directamente
lo que queremos o necesitamos. Recordemos que los ángeles no pueden conocer
nuestros pensamientos y deseos íntimos si nosotros no se los hacemos saber de
alguna manera, ya que sólo Dios conoce exactamente lo que hay dentro de nuestro
corazón. Los ángeles sólo pueden conocer lo que queremos intuyéndolo por
nuestras obras, palabras, gestos, etc.
También se les pueden pedir favores especiales a
los ángeles de la guarda de otras personas para que las protejan de determinado
peligro o las guíen en una situación difícil.
El culto a los ángeles de
la guarda comenzó en la península Ibérica y después se propagó a otros países.
Existe un libro acerca de esta devoción en Barcelona con fecha de 1494.
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