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Ninguna iglesia ilumina excepto la que está en
llamas, llamas de fe, de esperanza: y de caridad divina.
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Si las iglesias se queman o
las cierran, prediquemos en las casas, en las calles y en el mundo virtual. Si
el mundo apostata, creamos nosotros con más fuerza, porque la fuerza de Dios se
manifiesta en nuestra debilidad. Si la Europa cristiana se derrumba, construyamos
una nueva Cristiandad sobre sus cenizas. Si el futuro es sombrío, esperemos
contra toda esperanza. Si enfermamos, tropezamos, fracasamos o morimos, demos
siempre gloria a Dios. Si nos maldicen, bendigamos; si nos lo quitan todo,
sigamos regalándoles la verdad que vale más que el oro. Ayer, hoy y siempre,
solo hay una respuesta para los males del mundo: Jesucristo, Hijo de Dios,
encarnado, muerto y resucitado para nuestra salvación. No se nos ha dado otro
nombre bajo los cielos que pueda salvarnos.
Bruno M.
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