Servidor nunca ha tenido problemas en dar la comunión como pida el comulgante siempre y cuando, claro es, su personal opción esté dentro de las normas de la Iglesia. Aquí no entro en disposiciones internas ni en discusiones teológicas. Con las actuales normas de la Iglesia en la mano uno puede recibir el Cuerpo de Cristo de pie o arrodillado, en la mano o en la boca y punto final.
Precisamente para facilitar
esta libertad, ya en mi anterior parroquia de la Beata María Ana Mogas de Tres
Olivos, en Madrid, colocamos reclinatorios para facilitar la comunión de
rodillas a aquellos que así lo desearan. También tenemos reclinatorio en
Braojos.
Ahora con lo
del virus este que nos ha llegado parece que hemos entrado en estado de pánico y ya no sabemos qué más normas colocar para ser
más higiénicos que nadie. Mi impresión es que se guardan sin especiales
problemas las medidas sanitarias en templos y a partir de ahí debería imperar
el sentido común.
Llega el momento de distribuir la comunión. ¿Qué hacer? Evidentemente quedan tres
posibilidades:
- Hacer
obligatoria la comunión en la mano. Insostenible. Cada vez
son más los obispos que afirman que no tenemos capacidad para negar a los
fieles que lo desee la comunión en la boca. Es verdad que hay obispos recalcitrantes
y curas más asépticos que barril de hidrogel, pero es algo que no se justifica
nos pongamos como nos pongamos.
- Cada
cual comulgue como quiera, y los que prefieran en la boca, los últimos. Me parece
de una discriminación inaceptable. Es como decir que los que optan por esta
forma de recibir la eucaristía son unos carcas sin solución que están
dispuestos a contaminar a la asamblea con su saliva con tal de salirse con la
suya. Pueden continuar con eso de que si la caridad…
- Dar
la comunión como siempre, que cada cual comulgue como quiera, y
tener el cuidado básico. Esto es lo que está haciendo un servidor.
Quedarían otras maneras más,
digamos, exóticas, como el repartir la comunión con pinzas, cosa que habla
sobre todo de que al cura de turno se le ha ido la idem.
¿POR QUÉ HAGO LAS COSAS ASÍ?
- Porque todo
fiel tiene derecho a comulgar como desee, en la mano o en la boca, y
este deseo no se le puede negar.
- Porque me
niego a considerar a los que prefieren comulgar en la boca como apestados, insolidarios
o despreocupados por la salud de su prójimo.
- Y porque no está nada claro, así lo
dicen expertos, tan expertos al menos como los que solo aceptarían la comunión
en la boca, el asunto sanitario.
No está nada claro que unas manos no puedan contaminar, y anda que no es
difícil repartir la comunión sin rozar una mano aunque sea solo un poquito.
Aquí lo que nos guarda a los sacerdotes y a los fieles es un buen chorro de
hidrogel en las manos antes de la comunión, de forma que si un virus saltarín
pasara de la boca o la mano del fiel a la del señor cura, quedara instantáneamente
difunto por obra del desinfectante. Y se acabaron los problemas.
Seamos serios. Los supuestos expertos no saben si el virus se transmite por contacto,
por aerosoles o por bailar la jota aragonesa. No saben si resiste mucho en el aire, en la madera, las monedas
o el pan eucarístico. Ahora que si puede congelarse y descongelarse como una
merluza de Bermeo. No saben nada. Pero llegamos los curas y
decidimos que la comunión en la boca contamina y en la mano no. Estamos más
perdidos que el llamado doctor Simón.
Servidor da la comunión como
siempre, en la mano o en la boca, según se me pide. Dicho esto, buen chorro de
hidrogel y que san Roque nos asista.
Jorge González
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