martes, 20 de octubre de 2020

COMUNIÓN EN LA BOCA EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Servidor nunca ha tenido problemas en dar la comunión como pida el comulgante siempre y cuando, claro es, su personal opción esté dentro de las normas de la Iglesia. Aquí no entro en disposiciones internas ni en discusiones teológicas. Con las actuales normas de la Iglesia en la mano uno puede recibir el Cuerpo de Cristo de pie o arrodillado, en la mano o en la boca y punto final.

Precisamente para facilitar esta libertad, ya en mi anterior parroquia de la Beata María Ana Mogas de Tres Olivos, en Madrid, colocamos reclinatorios para facilitar la comunión de rodillas a aquellos que así lo desearan. También tenemos reclinatorio en Braojos. 

Ahora con lo del virus este que nos ha llegado parece que hemos entrado en estado de pánico y ya no sabemos qué más normas colocar para ser más higiénicos que nadie. Mi impresión es que se guardan sin especiales problemas las medidas sanitarias en templos y a partir de ahí debería imperar el sentido común.

Llega el momento de distribuir la comunión. ¿Qué hacer? Evidentemente quedan tres posibilidades:

- Hacer obligatoria la comunión en la mano. Insostenible. Cada vez son más los obispos que afirman que no tenemos capacidad para negar a los fieles que lo desee la comunión en la boca. Es verdad que hay obispos recalcitrantes y curas más asépticos que barril de hidrogel, pero es algo que no se justifica nos pongamos como nos pongamos.

- Cada cual comulgue como quiera, y los que prefieran en la boca, los últimos. Me parece de una discriminación inaceptable. Es como decir que los que optan por esta forma de recibir la eucaristía son unos carcas sin solución que están dispuestos a contaminar a la asamblea con su saliva con tal de salirse con la suya. Pueden continuar con eso de que si la caridad… 

- Dar la comunión como siempre, que cada cual comulgue como quiera, y tener el cuidado básico. Esto es lo que está haciendo un servidor.

Quedarían otras maneras más, digamos, exóticas, como el repartir la comunión con pinzas, cosa que habla sobre todo de que al cura de turno se le ha ido la idem.

¿POR QUÉ HAGO LAS COSAS ASÍ?

- Porque todo fiel tiene derecho a comulgar como desee, en la mano o en la boca, y este deseo no se le puede negar.

- Porque me niego a considerar a los que prefieren comulgar en la boca como apestados, insolidarios o despreocupados por la salud de su prójimo.

- Y porque no está nada claro, así lo dicen expertos, tan expertos al menos como los que solo aceptarían la comunión en la boca, el asunto sanitario. No está nada claro que unas manos no puedan contaminar, y anda que no es difícil repartir la comunión sin rozar una mano aunque sea solo un poquito. Aquí lo que nos guarda a los sacerdotes y a los fieles es un buen chorro de hidrogel en las manos antes de la comunión, de forma que si un virus saltarín pasara de la boca o la mano del fiel a la del señor cura, quedara instantáneamente difunto por obra del desinfectante. Y se acabaron los problemas.

Seamos serios. Los supuestos expertos no saben si el virus se transmite por contacto, por aerosoles o por bailar la jota aragonesa. No saben si resiste mucho en el aire, en la madera, las monedas o el pan eucarístico. Ahora que si puede congelarse y descongelarse como una merluza de Bermeo. No saben nada. Pero llegamos los curas y decidimos que la comunión en la boca contamina y en la mano no. Estamos más perdidos que el llamado doctor Simón.

Servidor da la comunión como siempre, en la mano o en la boca, según se me pide. Dicho esto, buen chorro de hidrogel y que san Roque nos asista. 

Jorge González

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