NO HAY EXTRATERRESTRES: QUÉ
APORTA EL DOGMA CATÓLICO A LOS OVNIS Y LAS SEÑALES INTERESTELARES
¿Alguna vez se ha pronunciado la Iglesia?
Gusanos, arquilianos, samurianos... Es una pena (o
no), pero nunca veremos fuera de la gran pantalla a la original pléyade de
amigos y enemigos de Will Smith y Tommy Lee Jones en la saga «Men in Black».
Según
algunas encuestas, más de la mitad de la población cree en la existencia de vida inteligente
extraterrestre, y en torno a una tercera parte considera que esa vida inteligente ha llegado
hasta nosotros y es responsable de los avistamientos de ovnis (Objetos Volantes No Identificados).
LA
PARADOJA DE FERMI
Proporción
sorprendente, si tenemos en cuenta que ambas creencias reposan sobre una evidencia fáctica rigurosamente nula.
Esa falta de pruebas fundamenta la conocida como Paradoja de Fermi, formulada en el verano de 1950 por Enrico Fermi en una
sobremesa con algunos colegas del Laboratorio Nacional de Los Álamos (Nuevo
México, Estados Unidos).
Hay más
de cien mil millones de estrellas solamente en nuestra galaxia,
consideró. Y calculó la probabilidad no pequeña de que, dentro o fuera de ella,
a lo largo de miles de millones de años, hayan existido o existan
civilizaciones con tecnología suficiente como para llegar hasta nosotros. O, al
menos, hacerse notar, como ya estamos haciendo nosotros con tecnología que
apenas tiene un siglo de desarrollo.
Si esto
es así, ¿cómo es que no tenemos prueba alguna de
contacto alguno? Fermi lanzó entonces a sus compañeros, con sentido del
humor, la pregunta que hizo célebre aquella apacible tarde estival: "¿Dónde está todo el mundo?".
A
LA CAZA DE SEÑALES IDENTIFICABLES
Porque lo
cierto es que, más allá de constituir un entretenimiento apasionante
y un filón inagotable para la ciencia-ficción, la hipótesis del
contacto extraterrestre es pura especulación.
Los
distintos programas SETI (Search for Extraterrestrial
Intelligence, Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre), en activo desde que la
NASA pusiese el primero en marcha a mediados de los años 70, han hecho
aportaciones a la astronomía, pero no han ofrecido ni un solo
hallazgo concluyente a los
efectos para los que se crearon.
El más
ambicioso, SETI@home, impulsado
por la Universidad de Berkeley (California), en cuyos análisis computacionales
participan cinco millones de personas en todo el mundo, se declaró "en hibernación" en marzo de este año y
dejó de repartir tareas para concentrarse en el análisis de los datos ya
disponibles: "¡Tal vez incluso encontremos a E.T.!", se despidieron, con una trivialización que dice
mucho de la distancia entre las expectativas y los resultados.
Y en
varias ocasiones el Congreso norteamericano cerró el grifo de los fondos
públicos para tales menesteres, en medio de una permanente polémica: ¿tiene sentido esa búsqueda como objetivo científico?
LA
REVELACIÓN TAMBIÉN ES FUENTE DE CONOCIMIENTO
Dado que,
desde el punto de vista experimental, la carencia de datos es total, una pregunta a la Revelación podría haber sido útil para
ahorrar muchos millones de dólares y mucho esfuerzo personal malbaratado.
Recientemente
se planteó la cuestión Adam Miller, licenciado en Filosofía y en Teología y profesor
de Religión, en un artículo en Ignitium
Today: "Por qué no podemos creer en extraterrestres",
titulaba sin ambages.
En él
esboza siete razones, que exponemos y ampliamos.
PRIMERA
RAZÓN: NO HAY "OTRAS" CRIATURAS
Miller
recuerda en primer lugar que el IV
Concilio de Letrán (1215) proclamó como dogma de fe que Dios "creó de la nada a una y otra criatura, la
espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana, y después la
humana, como común, compuesta de espíritu y de cuerpo" (Denzinger 428). Se sigue necesariamente,
añade, que "no puede haber otros seres dotados de alma
racional que no sean ángeles ['la espiritual'] u hombres ['la humana']".
Hay que
tener en cuenta, señala, que lo que los dogmas entienden por hominem [hombre]
es algo más que la
caracterización taxonómica del Homo sapiens: un hombre es un ser compuesto de un cuerpo
físico y un alma espiritual y dotado de inteligencia y voluntad.
SEGUNDA
RAZÓN: ADÁN, PRIMER HOMBRE
Si
hubiese extraterrestres, resultaría que Adán no sería el
primer hominem, como consta explícitamente
en las Sagradas Escrituras (Gn 2, 19, donde Dios crea al hombre como un
ser original y único y lo llama Adán).
TERCERA
RAZÓN: ADÁN, PADRE DE LA HUMANIDAD
Además,
resultaría que habría hombres que no
descienden de Adán, teoría que, como recordó Pío XII en la encíclica
Humani Generis (n.
30), "los fieles cristianos no pueden
abrazar" porque no puede "compaginarse
con cuanto las fuentes de la verdad revelada y los documentos del Magisterio de
la Iglesia enseñan sobre el pecado original, que procede de un
pecado en verdad cometido por un solo Adán individual y moralmente, y
que, transmitido a todos los hombres por la generación, es inherente
a cada uno de ellos como suyo propio".
CUARTA
RAZÓN: UNIVERSALIDAD DE LOS EFECTOS DE LA CAÍDA
La
existencia de extraterrestres no solo plantea problemas respecto a la Creación.
También respecto a la Redención.
Una
hipótesis es que esos seres extraterrestres no necesitasen la Redención por no haberles afectado la Caída.
Pero está
en las Cartas de San Pablo que toda la Creación (por tanto, también los hipotéticos extraterrestres) fue
afectada por el pecado original: "La creación
fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la
sometió, con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la
esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos
de Dios" (Rom 8, 20-22).
QUINTA
RAZÓN: CRISTO ES UNA PERSONA
Otra
hipótesis podría ser que los extraterrestres sí necesitasen redención, y la
Segunda Persona de la Santísima Trinidad se encarnase también en sus mundos.
Aunque, dice Miller, "¿en cuántos
mundos y cuántas veces?"
Pero esto
no puede ser, añade, porque "Cristo es solo una
Persona (la Segunda Persona de la Santísima Trinidad) con dos naturalezas, divina y
humana". Por tanto, no puede tener "otra naturaleza extraterrestre creada y unida a Su
divina Persona", ni "múltiples
madres".
SEXTA
RAZÓN: CRISTO SOLO MURIÓ UNA VEZ
Pero, si
así fuese, es decir, si los extraterrestres necesitasen la Redención y Cristo
se encarnase en sus naturalezas no descendientes de Adán, ¿no podría haber muerto por ellos?
La
respuesta es negativa porque "Cristo solo
murió una vez para no morir nunca más, así que no podría morir en otros
mundos". En efecto, el único Redentor es Cristo, y
Cristo es el Verbo encarnado en una naturaleza humana, luego no podría morir para redimir otras
hipotéticas naturalezas extraterrestres, porque murió en la Cruz en un instante
preciso y único de la Historia, hace dos mil años.
SÉPTIMA
RAZÓN: LA IGLESIA YA RECHAZÓ A LOS EXTRATERRESTRES... EN EL SIGLO XV
Miller
cierra sus argumentos recordando que la Iglesia ya condenó hace
tiempo la idea de que exista vida inteligente extraterrestre.
En el
siglo XV, un sacerdote católico, Zanino de Solcia,
canónigo en Pérgamo (ciudad antigua situada en la actual Turquía), para
interpretar fenómenos como los actuales ovnis, propuso que tal vez seres de
otros planetas nos estaban visitando. Un error casi menor comparado con otras
herejías suyas, pero todas fueron anatemizadas en 1459 por el Papa Pío II en la carta Cum sicut. Y
entre ellas, ésta: "Dios creó
otro mundo distinto a éste y en su tiempo existieron muchos otros hombres y
mujeres y, por consiguiente, Adán
no fue el primer hombre" (Denzinger 717c).
Miller
concluye recordando que, en las definiciones dogmáticas (y en las Sagradas
Escrituras), "hombre" es un
compuesto de cuerpo y alma dotado de inteligencia y voluntad. Por tanto, los
Yoda o Chewbacca de La Guerra de las Galaxias,
el E.T. de la película de Steven Spielberg o los
gusanos o arquilianos de Men in Black,
o quien quiera que pudiese enviar desde lejanas galaxias las señales que
intentan captar los programas SETI, desde el punto de vista teológico son hombres, aunque no sean Homo
sapiens.
Ahora
bien, no existen hombres que no desciendan de Adán, como debió quedarle muy
claro a Zanino de Solcia. Así que fantasear sobre ellos puede seguir siendo un apetecible pasatiempo,
pero no tanto como para desperdiciar en él los dineros del contribuyente ni
para sacrificar en su nombre todo lo que sabemos sobre la Creación y la
Redención.
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