miércoles, 9 de septiembre de 2020

CONFESIONES...

A veces se escucha este tipo de confesiones:

"Padre, algunos domingos no he venido a Misa porque tenía que estar al lado de mi esposo que está enfermo".

El sacerdote por lo general responde de este modo: “Hermana, no ha cometido ningún pecado. La caridad es el primer deber del cristiano".

Una vez una mujer me dijo que, para ir a Misa el domingo, dejaba solo en la casa a su esposo gravemente enfermo.

Y yo le dije:

"En tu situación, cometes pecado por dejar solo a tu esposo en la casa".

Curar a un enfermo viene antes de la ley hecha por los hombres. La caridad está por encima de toda ley humana. Dios es caridad. El que obra en la caridad, está con Dios. La caridad de Dios no es intermitente, ni tampoco se limita a determinados momentos o lugares. Jesús nos lo enseña en el Evangelio de hoy.

La caridad debe practicarse antes que cualquier otra actividad o deber religioso. Si cuando voy a Misa, veo a un hombre en el suelo que necesita ayuda, no puedo decir:

"Iré primero a Misa y luego le daré la ayuda que necesita".

El fanatismo y el legalismo religioso no agradan a Dios.

"Misericordia quiero y no sacrificio", nos repite continuamente el Señor.

No se puede decir a un hambriento:

"Primero debo rezar el Rosario y luego te daré de comer".

El acto de caridad viene antes de cualquier otra acción. La caridad es vida. Los que aman, promueven y comunican la vida.

Un sacerdote no puede decirle a un penitente:

"Has venido tarde, estás fuera del horario, no puedo escuchar tu confesión."

Si dijera eso, sería una grave falta de amor.

Amén. Aleluya.

(Padre Lorenzo Montecalvo de los Padres Vocacionistas)

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