¿ERAN LOS CREEDE MUY PIADOSOS? MÁS BIEN, ERAN
FELICES...
TUVIERON 8 HIJOS:
TODOS SE HICIERON MISIONEROS Y RELIGIOSOS, Y EL ÚLTIMO FALLECIÓ ESTE AÑO
Hay
familias que no tienen hijos. Otras, como la familia Creede, de Australia,
tienen ocho. Hay familias que no tienen hijos o hijas en la vida religiosa, y
hay otras, como los Creede, en las que los ocho la abrazaron como monjas o
sacerdotes.
Ninguno continuó la descendencia familiar. A los abuelos les hubiera gustado
tener algún hijo que diese continuidad al apellido. Hasta principios
de año solo quedaba el anciano padre William, pero con él desapareció esta
estirpe.
Un linaje fecundo para Dios.
REDENTORISTAS,
VICENCIANOS, DE LA PRESENTACIÓN...
El padre
William, de 92 años, era uno de los pequeños de la familia. Fue sacerdote
redentorista. Sus hermanos Aina, Thérèse, Moira, Breidha, Bernadette, Thomas y
Peter pertenecieron a diversas congregaciones.
La mayoría de las chicas ingresaron en las Hermanas de la Presentación, excepto
una que fue Hermana de la Misericordia. De los chicos, dos fueron redentoristas
y otro vicenciano.
Las
Hermanas de la Presentación en Papúa Nueva Guinea, es una orden muy ligado a
los Creede
UNA
FAMILIA FELIZ
Se podría
pensar que fueron los padres quienes empujaron a sus hijos a que ingresaran en
la vida religiosa, pero no fue así.
El P. William explicaba: “Realmente la llamada vino
por nosotros mismos. Nuestros padres nunca nos orientaron o nos
empujaron de alguna forma. Mi padre y mi madre fueron muy buenos,
gente divertida, que tenían gran respeto por los sacerdotes y las monjas. Mi
padre y mi madre se sintieron felices con Dios. Mi familia no era una familia
piadosa. Era una familia feliz”, sentencia.
Sus padres eran hombres de fe. Su madre, de hecho, pertenecía a la orden
tercera de los carmelitas. También es verdad que sus padres eran de origen
irlandés, y su casa desde siempre estuvo abierta sacerdotes.
De hecho, era habitual que los lunes, el día en que suelen
descansar los párrocos, algunos viniesen a su casa. La madre les preparara una buena comida,
mientras las chicas tocaban el piano y les cantaban alguna canción.
UN
PÁRROCO ENTREGADO A SUS FELIGRESES
El
sacerdote redentorista explicaba que todo empezó con el párroco de
su parroquia, el P. O’Connell, de
Santa Ágata, en Clayfield (en la imagen de abajo). Un hombre que se desvivía por
sus ovejas y viceversa: “Nos tenía a
todos impresionados. Su influencia fue tremenda”.
William recibió de sus manos la Primera Comunión: “Cuando
la recibí sentí que el Señor me llamaba”. Con él surgió la primera
llamada a hacerse sacerdote.
LLAMADO
A LA MISIÓN
Le atraía el ser sacerdote misionero e ir por todo el mundo predicando a
Cristo, por eso
al principio pensó en los padres de San Columbano, pero fue sobre todo a través
de su hermano Thomas, que ya estaba estudiando en el seminario de los
redentoristas, como se convenció: “Yo escuché una
conferencia en la escuela redentorista, y ellos decían que también iban a
lugares como los padres de san Columbano”.
UNA
VOCACIÓN VIVIDA EN FAMILIA
De entre
todos los hermanos, Bernadette era para él como su hermana gemela. Siempre iban
juntos a todas partes. Crecieron juntos, incluso
cuando rezaban el rosario en familia, dirigían juntos la decena. Otras veces “tenían
que despertarnos a los dos para que rezásemos la nuestra…”
Cuando Bernadette tenía 17 años –su madre ya había muerto años antes- su padre
le dijo: “Bernadette, si tú estás pensando en la
vida religiosa, estate seguro que yo no voy a interferir. Has de saber esto, hijita, Dios
cuidará de tu padre”.
Poco después ella ingresaba en la vida religiosa, y pasado el tiempo, con unos
pocos días de diferencia, ella hacía su profesión solemne y William se ordenaba
sacerdote.
NADIE
ME PERTENECE YA
Es
extraña la sensación de encontrarse solo: “Me siento un poco inquieto
siendo el último de la familia. Ya no tengo a nadie que me pertenezca”, lamenta.
Bernadette murió hace unos años, y él acudía una vez al mes al cementerio en
donde se encuentran enterrados sus padres y la mayoría de sus hermanos. “Allí se encuentra mi nicho preparado, junto
al de Thomas y cerca del de Bernadette”.
TODA
UNA VIDA MISIONERA
El P.
William pudo decir que su vida había estado llena de
color, aventura y mucho viaje. A lo largo de su vida sacerdotal misionó por
multitud de países como Tailandia, China, Corea, Malasia, Mongolia, Papua Nueva
Guinea, Filipinas, Singapur, Paquistán, Japón, Birmania, Laos e Irlanda.
“Ha sido maravilloso ser sacerdote misionero. Una vez que sentí mi llamada a la misión, siempre me
atrajo esa vocación”. La edad no es una limitación en su compromiso
sacerdotal: "Yo podría ir de nuevo. No es imposible".
(Artículo publicado en ReL el 4 de octubre de 2013, pero con información
actualizada)
Fernando de Navascués / ReL
No hay comentarios:
Publicar un comentario