Su sencillez, falta de doblez y engaño, fue la base humana que permitió que bastase una sola conversación para que creyera.
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net
BARTOLOMÉ
O NATANAEL
¿Por qué se cita a este apóstol con dos nombres tan
distintos como Natanael y Bartolomé? Es posible que sea cuestión de poca
importancia, ya que era frecuente entonces, y aún lo es hoy, tener dos nombres,
pero es posible que revele algo de la personalidad de este apóstol su dualidad
onomástica.
Algún autor antiguo llega a decir que se trata de dos personas distintas, e
incluso afirma que Natanael no siguió como discípulo de Jesús y por eso le
sustituye Bartolomé. Pero la mayoría ve una persona con dos nombres distintos,
o mejor aún con un nombre propio que sería Natanael y el marcado por su
filiación: hijo de Tolmai. Esta última forma
es muy frecuente en Israel como se ve en Bartimeo, Barsabás, Barjonas y otros.
Según el uso nuestro de identificar a la persona con nombre y apellido,
diríamos que se llamaba Natanael Bartolomé.
La disquisición parece banal, pero puede no serlo, pues nos indica un aspecto
de la personalidad del sexto apóstol: era israelita por los cuatro costados, no
como su amigo Felipe, o como Andrés, que tienen nombres griegos. Con el nombre
de Natanael recuerda al gran profeta Natán tan cercano a David, también profeta
además de ungido y rey. Si se sentía tan orgulloso de sus raíces en el pueblo
de Dios, es natural pensar que también viviera a fondo su fe con la mayor
coherencia posible, de un modo muy estricto. La conversación posterior con
Jesús así lo indica. Luego algo nos revelan los nombres de este elegido de
Dios.
Los datos de la tradición sobre su vida posterior a la que vivió con Jesús
hasta la muerte son algo inciertos -como los de la mayoría-. Esto es lógico ya
que vivieron en lugares donde la fe aún estaba en los comienzos; más aún si
sabemos que acabaron la vida de modo violento. Bartolomé parece que evangelizó
Arabia y sobre todo Armenia, quizá hizo un avance hacia Persia, e incluso se
nombra la India, aunque parece menos probable. Se acepta su muerte violenta con
un acento particularmente cruel, pues se le arrancó la piel todavía vivo.
Parece ser que en Persia estaba en uso esta pena de muerte de desollar a los
condenados. Afamados artistas así lo representan. Otras tradiciones hablan, sin
embargo, de una muerte natural. Poco más importa decir, pues mártir quiere
decir testigo y, tanto si murió violentamente por la fe, como si no, fue
testigo fiel de ese Jesús que encontró un día gracias al entusiasmo de su amigo
Felipe.
CANÁ Y NAZARET
Natanael era de Caná de Galilea. Este hecho también puede parecer de poca
importancia, pero no es así, no sólo porque en Caná realice Jesús su primer
milagro de convertir el agua en vino santificando el matrimonio, sino porque
Caná estaba muy cerca de Nazaret. En dirección al lago de Genesaret se pasaba
por Caná con poco tiempo de camino. Eran poblaciones vecinas, poco pobladas y
poco importantes, tanto por su situación geográfica -no las cruzaban las
mayores vías de comunicación-, como por los hechos históricos sucedidos en
ellas -nada destacable había pasado allí-; eran lugares para vivir gente
sencilla, y nada más.
Lo cierto es que cuando Felipe anuncia a Jesús con entusiasmo dice que es
natural de Nazaret: "Hemos encontrado a aquel
de quien escribieron Moisés en la Ley, y los profetas: Jesús de Nazaret, el
hijo de José". La reacción de Natanael es similar a la de los
convecinos de Jesús en Nazaret pero con la variante de la rivalidad de los
pueblos, pues dice: "¿Acaso puede salir
algo bueno de Nazaret?" ; es
como si fuese difícil creer en un vecino desconocido, o conocido muy
superficialmente, como el Mesías anunciado por la Torá (ley) y los Nebiim
(profetas). Una vez más parece que se va a repetir aquello de que nadie es
profeta en su tierra y entre los suyos, al no dar crédito a lo extraordinario
por la afinidad familiar, aunque se den pruebas más que suficientes.
Otra cuestión se añade a la primera resistencia del futuro apóstol, pues es muy
frecuente que entre las poblaciones vecinas se dé una cierta enemistad, más que
rivalidad. ¿Fue este el motivo de la expresión
medio incrédula, medio burlona de Bartolomé? No lo sabemos, pero es
probable que algo influyese en su ánimo esta cuestión.
Pero la respuesta puede tener más calado y mayor calibre; la podemos enunciar
así: “¿Pero, no conoces tú, mi buen y entusiasta
amigo Felipe, que el Mesías debe nacer en Belén como profetizó Miqueas?, ¿te
has dejado engañar por los deseos viendo lo que quieres ver? ¿no te das cuenta
de que tenemos que ser más reflexivos, nosotros que tenemos un conocimiento de
la Escritura mayor que la de los hombres buenos, pero rudos? Además, ¿no eran
unos pescadores de Betsaida los que te han dicho eso? ¿Acaso no te acuerdas de algunos
que han dicho entre ellos mismos que eran el Mesías y todo ha acabado en
rebeliones, sangre y nada más? Amigo Felipe, no nos dejemos engañar por el
primer entusiasta que nos diga algo, que es cuestión seria". Felipe escucha las razones de su sesudo amigo y se queda sin
palabras, "es lógico todo lo que dice
Natanael, pero él no lo ha visto, ni tiene la impresión que yo tengo en el
corazón; tiene que verlo, pues es un hombre recto". Lo cierto es
que respondió: "Ven y verás". Es
difícil encontrar una razón más atinada para el apostolado: colócate delante de
Jesús y decide si crees o no.
UN VERDADERO ISRAELITA
Natanael accede a la invitación de Felipe y se dirige hacia ese hombre de
Nazaret que presuntamente es el Mesías. Muchos pensamientos se entrecruzan en
su cabeza cuando va a su encuentro. Uno parece claro: debía tener el ánimo
dispuesto y vigilante, no quiere ser engañado por un embaucador, pero, ¿y si realmente era el enviado del Señor, pues desde
luego era el tiempo profetizado por Daniel?. Podemos imaginarlo algo
envarado y con toda la atención dispuesta ante el encuentro tan vivamente
recomendado por Felipe.
Cuando se colocó delante de Jesús, le miró con detenimiento. Sí, realmente le
había visto, tiene un aspecto serio y responsable, pero... era un hombre
normal. Nada del aspecto de Jesús llevaba a suponer en él algo extraordinario,
aunque esa mirada era tan penetrante, que parecía que me conoce; es posible,
pues somos vecinos, pero hablemos, que es el mejor modo de entendernos, piensa
Natanael.
La conversación revela mucho la personalidad de Natanael Bartolomé. Tiene algo
de sorprendente por lo rápido que Jesús entra el materia. Tras este diálogo,
aquel hombre nada bien dispuesto vio a Jesús como el Mesías y creyó en él. Pero
detengámonos en el comienzo.
"Vio Jesús a Natanael que venía y dijo: he
aquí un verdadero israelita en quien no hay doblez". Las palabras son directas y pondrían un poco en
guardia a Natanael, ¿cómo no pensar que eran un
halago para captar su buena voluntad? Después comprobará que no es así,
sino que realmente le conoce, pero de entrada la desconfianza es comprensible.
Fijemos un momento la atención en saber qué es un "verdadero
israelita" y así conoceremos a este discípulo nada crédulo, y nada
fácil.
Un verdadero israelita significa un hombre justo
que conoce la Ley y los profetas y cumple en conciencia los mandatos de Dios.
Conviene tener en cuenta que en aquellos momentos existían en Israel diversos
grupos según el modo de vivir la Ley.
Estaban los saduceos, cuya interpretación de la Ley era laxa en la moral y con
muchas incorrecciones en la doctrina, como no creer en el ángeles, en la
resurrección y quizá en la inmortalidad del alma. No parece que Natanael se
contase entre los de este grupo, pues no sería el verdadero israelita alabado
por Jesús. También estaban los esenios, que eran una secta muy pequeña y
rigorista, quizá una derivación de los pitagóricos con elementos de la religión
judía. Se separaban de los demás y los criticaban duramente; esperaban un
pronto final del mundo. Tampoco parece que Natanael perteneciese a este grupo.
Estaban, por fin, los fariseos que se declaraban los más fieles cumplidores de
la Ley. No eran sacerdotes ni levitas, pero eran como maestros para el pueblo.
Jesús dirá al pueblo que hagan lo que dicen, luego no era mala su
interpretación; pero más tarde denunciará su hipocresía y orgullo. Quizá Natanael
estaba muy influido por los fariseos, pero me parece que no estaba adscrito a
ningún grupo, sino que era un hombre independiente que seguía su conciencia y
la Ley de un modo docto y honrado. De hecho, en la Escritura se habla de los "pobres de Yahvé" como aquellos que esperan con sinceridad de corazón la venida
del Mesías. Entre éstos podemos contar en primer lugar a la Virgen Santa, a
Juan el Bautista, Simeón, Ana de Fanuel y muchas personas sinceras y nobles
como siempre han existido en el mundo y que no necesitan estar adscritos a
ningún movimiento para tener el alma puesta en Dios. Como dice el Catecismo de
la Iglesia Católica forman "el Pueblo de los
"pobres", los humildes y los mansos, totalmente entregados a los
designios misteriosos de Dios, los que esperan la justicia, no de los hombres,
sino del Mesías, todo es, finalmente, la gran obra de la Misión escondida del
Espíritu Santo durante el tiempo de las promesas para preparar la venida de
Cristo. Esta es la calidad de corazón del Pueblo, purificado e iluminado por el
Espíritu que se expresa en los salmos. En estos pobres, Él prepara para el
Señor "un pueblo bien dispuesto" . Pienso que Natanael
Bartolomé era uno de ellos.
HOMBRE SIN DOBLEZ
El saludo de Jesús a Natanael llamándole "verdadero
israelita" va seguido de una
apreciación de su carácter que conviene considerar con detenimiento, pues Jesús
le valora muy positivamente. Le dice que en él "no
hay doblez", es un hombre
cabal; pero insistiendo en una virtud concreta: la sencillez, la sinceridad, la
nobleza. Podía haber hecho referencia a la fortaleza, a la valentía, a la
generosidad o a cualquier otra virtud, que muy posiblemente también poseía
aquel hombre de una pieza, pero Jesús insiste en señalarle como un hombre sin
doblez. ¿Por qué lo hizo así?
Cristo habla a un hombre conocedor de la Ley y los Profetas y que, por tanto,
hace suyas muchos modos de decir de la Escritura, además de las verdades que
expresan, pues es pródiga en hablar del corazón como lo íntimo. Veamos algunas
expresiones que hacen referencia al corazón y la doblez: "No tendrán acceso a Dios
los dobles de corazón" dice el
Eclesiastés, añadiendo algo más adelante que los anteriormente señalados "caminan por dobles caminos", tienen una
lengua con doblez, viperina diríamos nosotros. A los de ánimo doble les conmina
Santiago que "purifiquen su corazón"
según lo que indica la Escritura con fuerte expresión: "odio
a los dobles de corazón", es más, "Dios
abomina al hombre doloso".
La palabra doblez es la traducción castellana habitual, pero la neovulgata dice
más bien dolus, que tiene versión directa en dolo, es decir, engaño. El salmo
31 dice:, engaño, doblez o mentira, y "dispersará
a los labios engañosos". Podríamos
seguir, pero basten estas muestras para saber que un verdadero israelita
valoraría la falta de "Bienaventurado el
varón que no tiene pecado ante Dios, ni hay en su espíritu dolo" dolo y doblez en un cumplidor de la Ley.
Es curioso observar la distinción entre corazón malo y corazón doloso o doble.
Ciertamente el corazón malo es reprobable, pero el doble y engañoso tiene el
matiz hipócrita de ser malo y simular la bondad. Aquí radica su peculiar mal y
su difícil curación. Ya vimos en el apartado anterior la doblez de la actitud
farisaica que proclama cosas buenas, pero hace cosas peores, por la torcida
intención de querer ser vistos y alabados por los hombres. Muy distinto es
actuar ante Dios sin tapujos, pues no es posible engañarle. Parece una actitud
un poco loca para un creyente, pues de Dios nadie se burla, pero sería una
ingenuidad desconocer la fuerza del orgullo y la vanidad, y pensar que no se da
con frecuencia este defecto precisamente en los que la gente llama buenos, y
quizá lo son en parte.
La sencillez y la nobleza nacen de una humildad asimilada, pensada e iluminada
por el mismo Dios. Muchos santos han enseñado lo que dice Santa Teresa
recordando su vida anterior llena de imperfección: "Me
pesaba mucho de que me tuviesen en buena opinión". Y san Gregorio
Magno -gran maestro de moral y vida espiritual- dice: "Hay
algunos, en efecto, a quienes les falta la sencillez en las buenas obras que
realizan, porque no buscan la retribución espiritual, sino el aplauso de los
hombres: Por esto dice con razón uno de los libros sapienciales: ¡Ay del hombre
que va por dos caminos!".
La doblez de corazón lleva a la formación de personalidades complicadas y
retorcidas. No saben expresar el fondo de sus corazones, y se manifiestan de
modo oscuro, raro, difícil, distante, frío. Peor es la situación de los que sí
saben expresar el fondo de sus almas y no lo hacen, pues tienen mayor malicia y
retorcimiento en su corazón. Su confusión es buscada, rebuscada en muchos
casos. De esa mala concepción es fácil que nazcan monstruos que, en
determinadas circunstancias, pueden llegar a ser fríamente malvados.
Bartolomé no era de esos sino que era un hombre recto. Es cierto que en
ocasiones algunos hombres rectos por excesiva rigidez se vuelven inflexibles y
fanáticos. Se fijan en la verdad y olvidan la caridad con las personas. Es un
peligro. Pero mayor peligro es no amar la verdad, y tampoco a las personas. El
futuro apóstol conocía bien el doble comportamiento de muchos de sus
compatriotas. Es muy posible que sintiese pena cuando, tiempo más tarde,
escuche a algunos que dirigiéndose a Jesús le dicen: Maestro, "sabemos que eres veraz, y enseñas el camino de Dios
conforme a la pura verdad". Tras prometedoras palabras escondían
una pregunta capciosa con el ánimo de destrozar el prestigio del Maestro al que
acaban de alabar. El beato Josemaría comenta esta escena con una exclamación
dolorida: "Nunca acabo de sorprenderme ante
este cinismo. Se mueven con la intención de retorcer las palabras de Jesús
Señor Nuestro, de tomarle en algún descuido y, en lugar de exponer llanamente
lo que ellos consideraban como un nudo insoluble, intentan aturdir al Maestro
con alabanzas que sólo deberían salir de labios adictos, de corazones
rectos".
Jesús no pedirá virtudes extraordinarias previas ni a sus discípulos, ni a los
apóstoles, ni a ninguno que se le acerque; pero exige sencillez y sinceridad.
La nobleza y la humildad de un corazón sin excesivas complicaciones pueden
servir como un barro dócil en manos del alfarero, y Dios -artista divino- podrá
modelar el alma dócil en una auténtica obra de arte. Pero si es doble, duro,
orgulloso y falso, la propia malicia hace vana la acción de Dios.
El pecado de los fariseos no consistía en no ver en Cristo a Dios, sino en
encerrarse voluntariamente en sí mismos; en no tolerar que Jesús, que es la
luz, les abriera los ojos. Y por contraste "entre
los que no conocen a Cristo hay muchos hombres honrados que, por elemental
miramiento, saben comportarse delicadamente: son sinceros, cordiales, educados.
Si ellos y nosotros no nos oponemos a que Cristo cure la ceguera que todavía
queda en nuestros ojos, si permitimos que el Señor nos aplique ese lodo que, en
sus manos, se convierte en colirio más eficaz, percibiremos las realidades
terrenas y vislumbraremos las eternas con una luz nueva, con la luz de la fe:
habremos adquirido una mirada limpia".
La sencillez de Natanael, su falta de doblez y engaño, fue la base humana que
permitió que bastase una sola conversación para que creyera. Tiene la mirada
limpia, y las nubes de la desconfianza y el desconocimiento se disipan con facilidad
ante la luz; cosa que sería imposible si estuviese dentro de una cueva sin
mirar hacia fuera y sin poder ver como el sol disipa brumas y nieblas.
Buena cosa es recomendar esa sencillez, hija de la humildad y alejada de la
ingenuidad y, más aún, del doble fondo en el alma. Jesucristo aconsejará a los
suyos que sean "prudentes como serpientes y
sencillos como palomas". Los
cristianos "han de ser cautos para no dejarse
engañar por el mal, para reconocer a los lobos disfrazados de corderos, para
distinguir a los falsos de los verdaderos profetas, y para no dejar pasar una
ocasión de anunciar el Evangelio y de hacer el bien. Han de ser a la vez
sencillos, porque sólo quien es así puede ganarse el corazón de todos. Sin
sencillez, la prudencia se convertirá fácilmente en astucia". Es la
primera catequesis de Jesús: un hijo de Dios será
un hombre sincero.
"CUANDO ESTABAS DEBAJO
DE LA HIGUERA YO TE VI"
La imprevista alabanza de Jesús debió desconcertar sensiblemente a Natanael,
pero reacciona con prontitud. No quiere ser embaucado y sí llegar al fondo de
la verdad. Ni se atemoriza, ni le impresiona demasiado el buen juicio que acaba
de recibir. Y, dirigiéndose a Jesús, le dice: "¿De
qué me conoces?". Las palabras que acaba de oír revelan un
conocimiento suficiente, un tanto espontáneo, pero nada superficial; es posible
que le conociese a través del testimonio de Felipe, o de algún otro, pues
directamente no le consta, aunque las palabras de aquel Maestro dan la
impresión de un conocimiento mayor.
"Respondió Jesús y le dijo: Antes de que Felipe
te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, yo te vi".
Natanael experimenta un sobresalto al escuchar estas palabras. La
tensión y la atención con que acudía a la cita con el pretendido Mesías era
grande. La primeras palabras acentúan esa vigilancia. Pero ahora una cascada de
pensamientos cae sobre su mente. "Yo te vi" me
ha dicho, y no me conoce de nada, según parece. Además, ha añadido que ese
conocimiento es anterior al de mi amigo Felipe. Y, sobre todo, ha hablado de un
dato concreto "cuando estabas debajo de la
higuera". Sí que recordaba aquel momento, pero estaba sólo con sus
pensamientos, en un lugar tranquilo. ¿Quién puede
penetrar en el interior de un hombre sin que éste lo revele de algún modo?.
SÓLO DIOS CONOCE LO ÍNTIMO
DEL CORAZÓN.
El hecho de la higuera impresionó fuertemente al futuro apóstol. ¿Qué pensaba en aquel momento?. No debía ser una
cuestión baladí. Seguro que se trataba de algo importante. Quizá pensaba en las
profecías que anunciaban como inminente la venida del Mesías; es más, apurando
los cálculos ya debía haber venido naciendo en Belén de Judá. O quizá
reflexionaba sobre la paciencia de Dios con los pecados de los hombres
merecedores de castigo, como dirá tiempo después Saulo de Tarso. Es posible que
meditase sobre el sentido de su vida y sintiese que Dios le pedía más, sin
saber exactamente qué. Cuando Natanael se da cuenta de que Jesús conoce sus
pensamientos se sobresalta, hasta el punto de que él -un hombre cerebral y
prudente-, exclama: "Rabbí, tú eres el Hijo
de Dios, tú eres el Rey de Israel".
La declaración de fe de Natanael es clara y explícita: cree en Jesús como
Mesías que posee las características de Hijo de Dios y de Rey de Israel, según
dicen las Escrituras. Pero ese acto de fe, que después le llevará a la entrega
total de su vida, se origina cuando percibe que ha sido visto y escuchado por
Dios en un momento especial de su vida: cuando
estaba debajo de la higuera un día concreto.
Natanael sabe que Dios ve y conoce todo, pero escucharlo de una manera tan
directa es una impresión fuerte que pide una respuesta de fe y entrega total.
Su conocimiento de la Palabra de Dios se hace vivo y palpable. Conoce la
universalidad de la ciencia divina: "antes que
fueran creadas todas las cosas ya las conocía Él, y lo mismo las conoce después
de acabadas". Ese conocimiento llega hasta los detalles más
insignificantes: "Él cuenta el número de las
estrellas y llama a cada una por su nombre"; incluso los animales: "Yo conozco a todos los pájaros del cielo"; y,
de un modo especial, a los hombres y su intimidad pues Dios "escudriña los corazones" y "penetra todos los designios y todos los
pensamientos". Es más, este conocimiento de la intimidad del hombre
es exclusivo de Dios, y no participan de él ni otros hombres, ni los ángeles,
si Dios no lo revela: "Tú solo escudriñas el corazón de todos los hijos de los
hombres". Con esta convicción
en el corazón es lógico tanto el sobresalto de Natananel, como su fe y entrega
posterior.
Santo Tomás de Aquino, comentando las palabras de la epístola a los Hebreos
(4,13): "todas las cosas están desnudas y
descubiertas a los ojos de Dios", dice: "Todo
lo ve, incluso los pensamientos y los secretos de la voluntad. De aquí que
también a los hombres de manera especial, les alcanza la necesidad de obrar
bien, porque todo lo que piensan y hacen está patente a la mirada divina".
Natanael, como hombre recto y sin doblez, actúa con esa coherencia que tantas
veces falta a los seres humanos.
Pero hay un matiz que conviene considerar. Natanael experimenta de un modo
personal la mirada divina. Se da cuenta de que él no es uno más entre los
millones de hombres que viven y mueren en el mundo, sino alguien escuchado por
Dios. Ahora su vida ya es otra, y él puede ver con los ojos de Dios; se ve a sí
mismo de otra manera; se ve como Dios le ve, se ve solo ante el Mesías. Su
respuesta es consecuencia lógica, aunque sobrenatural.
VERÁS LOS CIELOS ABIERTOS
Bartolomé es el primero que hace un acto de fe explícito y claro en Jesucristo
como Rey de Israel y como Hijo de Dios. Jesús se alegró al descubrir su fe y su
entusiasmo. Las palabras que cierran aquel inolvidable encuentro son una joya
que conviene meditar.
"Contestó Jesús:
¿porque te he dicho que te vi bajo la higuera crees? En verdad, en verdad os
digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar en torno
al Hijo del Hombre".
La solemnidad de las palabras del Señor es notoria al repetir "en verdad"
dos veces. Con frecuencia las utilizará Jesús cuando quiere decir algo
importante, como reforzando la fuerza de su palabra. Ahora evoca un texto de
Daniel sobre el Mesías, llamado Hijo del Hombre, cuando tras la explicación al rey Baltasar
de la visión de los cuatro vientos y las cuatro bestias le aclara que significan
cuatro reinos, y al final concluye: "Yo
estaba, pues observando durante la visión nocturna, y he aquí que venía entre
nubes del cielo uno que parecía Hijo de hombre; quien se adelantó hacia el
anciano de días y le presentaron ante él. Y le dio éste la potestad, el honor y
el reino; y todos los pueblos, tribus y lenguas le servirán a él: la potestad
suya es potestad eterna que no le será quitada, y su reino es
indestructible".
Jesús habla de cosas conocidas por los buenos israelitas, y en concreto por
Natanael. ¿Era este texto el que meditaba debajo de
la higuera? Es muy posible. Lo cierto es que Jesús le dice con claridad
que efectivamente es el Mesías esperado, y que su reinado tiene las
características profetizadas por Isaías: espiritual, indestructible, universal,
con potestad eterna; es decir, muy distinto de los reinos de la tierra.
El reinado de Cristo va a ser una de los temas más difíciles de entender por
parte de los judíos, de los mismos apóstoles y de las sucesivas generaciones,
al menos en parte. Muchos discípulos se separan del Maestro cuando no quiere
aceptar el reinado después de la multiplicación de los panes. La acusación con
que le llevan a los romanos es que se hace rey, y así consta en la tablilla
acusatoria colgada a la cruz: Jesús Nazareno rey de los judíos. Jesús aclara
una y otra vez que su reino no es de este mundo, pero nunca deja de decir que
efectivamente tiene el poder de rey universal, es decir el poder pleno. Algunos
discípulos presentes durante la Ascensión a los cielos le preguntan si es
entonces cuando va instaurar el reino mesiánico, y Jesús responde subiendo al
cielo.
Ser rey significa tener poder y autoridad para mandar y regir, para dar leyes y
gobernar, para conducir al pueblo a la justicia y la paz, para superar las
injusticias, ayudar al pobre y corregir al desaprensivo. El reino de Dios debe
ser un reino de amor, justicia, verdad y libertad máximos. Todos los reyes de
la tierra reciben su poder de Dios, y se les debe obedecer en las materias
justas; no es lo suyo un mandato arbitrario para el propio beneficio. Eso sería
un abuso. El Reino de Dios en la tierra debe ser un reino perfecto, como
perfecto es Dios. Entonces.... ¿por qué Jesús no
toma los signos externos de poder? Sólo cabe una explicación: quiere reinar en las almas, y a través de ellas
transmitir su justicia, su amor, y su paz a toda sociedad. No quiere
quitar la libertad y la autonomía a los hombres. Cada hombre, cada pueblo, cada
civilización deben merecer la paz, la justicia y la libertad. Así quiere reinar
Cristo en el mundo antes del Juicio final. Si los hombres son fieles a su
doctrina y a su gracia, el mundo será un paraíso anticipado, al menos en parte.
Si los hombres no dejan que Cristo reine en sus almas y en la sociedad, se
llenarán de injusticias y dolores con raíces tan profundas como sus pecados.
"Intentan algunos construir la paz en el
mundo, sin poner amor de Dios en sus propios corazones, sin servir por amor de
Dios a las criaturas. ¿Cómo será posible efectuar, de ese modo, una misión de
paz? La paz de Cristo es la del reino de Cristo; y el reino de nuestro Señor ha
de cimentarse en el deseo de santidad, en la disposición humilde para recibir
la gracia, en una esforzada acción de justicia, en un divino derroche de
amor".
"Esto es realizable, no es un sueño inútil.
¡Si los hombres nos decidiésemos a albergar en nuestros corazones el amor de
Dios! Cristo Señor Nuestro, fue crucificado y, desde la altura de la Cruz,
redimió al mundo, restableciendo la paz entre Dios y los hombres. Jesucristo
recuerda a todos: et ego si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad meipsum,
si vosotros me colocáis en la cumbre de todas las actividades de la tierra,
cumpliendo el deber de cada momento, siendo mi testimonio en lo que parece
grande y en lo que parece pequeño, omnia traham ad meipsum, todo lo atraeré
hacia mí. ¡Mi reino entre vosotros será una realidad!".
Natanael creyó que Jesús era el Mesías rey esperado y vio lo esencial del
reinado de Jesús. Ahora lo ve desde el cielo. Al final de los tiempos lo verá
plenamente realizado cuando Cristo sea "todo
en todas las cosas" y "el último
enemigo que es la muerte" haya sido definitivamente vencido.
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