Debemos enseñar a
permanecer lucidos y coherentes en la fe, a afirmar la identidad cristiana y católica,
a dar testimonio de Dios, a ser Testigos de Cristo.
Por: Ivette de la Harpe | Fuente: Tiempos de Fe, Año 2, No. 10
La "fe del
carbonero", que es aquella del que cree a ciegas, no sirve para una
persona educada. Debemos educar nuestra fe tal como educamos el resto de
nuestros conocimientos. Debemos conocer la voz del Buen Pastor, guiados por Él
y a la luz de la doctrina de la Iglesia, para no equivocarnos siguiendo el
llamado de extraños.
Dichos extraños abundan en este mundo, cuya
globalización negativa se convierte en "dictadura
ideológica" a través de diversas instituciones internacionales que:
1.
Atacan el núcleo fundamental de la sociedad: LA
FAMILIA.
2. Condicionan
su ayuda "humanitaria" a los
países pobres mediante programas de control de natalidad.
3.
Presentan en los medios de comunicación, reiterada y permanentemente,
propagando tanto normas insidiosas como formas de vida inmorales e inhumanas.
4.
Propugnan una religión que fomenta lo fácil, lo que gusta, lo que conviene,
aquello que no se rige por normas morales, marginando así "lo difícil y lo exigente".
5.
Invitan a un progreso desbordante de tecnología, especialmente comunicaciones,
transformando al hombre en "homo-videns",
en cuya vida rigen las imágenes más que los conceptos o los principios.
6. Somete
al hombre a una esclavitud de la imaginación, sin Ética , sin moral, y que
destruye conceptos con el consecuente desborde en el campo médico.
7. Los
sectores marginados de la sociedad se sienten inútiles y buscan las soluciones
a la desesperanza en la droga y en el alcoholismo, al ver cómo mientras el hombre llega a la luna, en nuestro planeta
crecen los montones de basura.
8.
Proponen vivir en un "supermercado" cuya
moral y Ética se eligen por el envase, con una frivolidad consciente, en que lo
trivial tiene secuestra a la libertad, eligiendo el hombre lo inmediato y lo
ruidoso.
9. Hacen
perder los puntos de referencia y con ello aparece el estrés.
10.
Proclaman parcialmente los derechos que exaltan el individualismo y el
igualitarismo. Su resultado es la "cultura de
la muerte", que no menciona los "deberes
del hombre" perdiéndose por tanto, el sentido de lo humano.
11. Hace
que el miedo se apodere de la sociedad y no se quieran enfrentar las verdades.
Todo lo cual conduce a un "neo-paganismo", a un secularismo progresivo.
El nuevo dios es la comodidad y el placer, se destierra todo lo difícil.
Se produce un distanciamiento de las raíces cristianas, el vagabundeo
espiritual, la búsqueda sin anclaje que mezcla verdades.
Abunda la soberbia, enfermedad siempre presente
en el hombre, que es un poder nefasto y destructivo, cuyo resultado es el
endiosamiento que da como fruto la mentira y el eclipse de la razón.
Perdernos así la sensibilidad para percibir las
realidades de los demás, endurecemos nuestro corazón y nos olvidamos de
Dios.
Dios nos creó sin necesitarnos y lo hizo por
amor. Por esto, debemos estar conscientes que no le soy indiferente. Yo soy una
persona única e irrepetible, dotada de talentos y con una misión concreta que
debo llevar a cabo en el tiempo que me ha sido dado. Es decir, si no cumplo con
dicha misión, queda un vacío que nadie más puede llenar. Esta es mi gran
responsabilidad y reconocerla es signo de madurez cristiana.
Por todo lo anterior y como contrapeso a esta
avalancha que se nos viene encima, debemos crecer en la escucha de Dios,
redescubrir el valor de la oración, vencer la pereza y la mediocridad y
adquirir un fuerte compromiso de caridad con las personas más necesitadas, a
través de quienes servimos a Cristo.
En este mundo tan difícil que nos toca vivir,
debemos educar ayudando a los cristianos a ser "luz"
y "sal".
Asimismo, debemos enseñar a permanecer lúcidos y
coherentes en la fe, a afirmar la identidad cristiana y católica, a dar
testimonio de Dios, a ser "Testigos de Cristo".
La oración, los sacramentos frecuentes, el
estudio de la doctrina de la Iglesia, nos hace cada vez más grande en nuestra
Fe, y a la vez nos hace más pequeños, más humildes, más caritativos, requisito
indispensable para "pasar por la puerta
pequeña" hecha para los niños en la cual caben sólo los más grandes
a los ojos del Padre, aquellos que "son
capaces de imitar al Hijo".








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