viernes, 20 de marzo de 2020

UN SIMPLE "VIRUS" SE HA COMIDO LA FE. ¡QUE YA TIENE MERITO!


Hace unos días que le llevo dando vueltas a lo de las iglesias cerradas, y a lo de las Misas “sin pueblo, por imperativo legal y eclesial -en muchos casos-; o no". Y cada vez me escandaliza más el tema. Es una derrota en toda regla, y un arrasar la poca Fe que quedaba en pie: supuesto que quedase; que sí quedaba y queda, como me ha llegado de tanta buenísima gente.
Y digo todo lo anterior con dolor de alma y de corazón: por Jesús, por la Iglesia y por las almas todas. Y lo digo con cuarenta años de sacerdote detrás, uno tras otro, y sumando Dios mediante. Que no son tres o cuatro ya. Gracias a Dios.
¿Qué ha podido pasar por el alma -la cabeza no pretendo ni nombrarla- de tantos miembros de la Jerarquía Católica para que, ante el covid famoso, la ocurrencia primera y más puesta en el candelero, o en el candelabro, haya sido la de echar el cerrojo? ¡Cerrojazo patronal! No me extrañaría que hubiesen pillado el “bicho"…, y les haya comido hasta la Fe. O lo que les quedase de ella. A quien le quedase; porque tal como van y están las cosas…
Porque resulta incomprensible. Amén de escandaloso. Y me explico.
Es muy posible que los políticos de la progrez -que nos ha infectado mucho más fuertemente que cualquier bicho- pudiesen acudir -sin mirar siquiera a Italia, ahí al lado y con la que tenían montada; y sin escuchar a los expertos médicos, y no me refiero al busto parlante y riente, que no “sonriente” que han sacado- a un expediente parecido a “no teníamos precedentes de nada parecido"…
De este modo, y encomendándose únicamente al diablo -no tenían más agarradero, ni tienen- se hayan atrevido a incitar a asistir a la manifa femi, y en Madrid. Por eso, entre otras cosas, es Madrid la primera y la más perjudicada por toda esta hecatombe. Pero ya sabe la gente a quién se debe tamaño honor…
Pero este planteamiento, o este expediente, en la Iglesia Católica ni cabía ni cabe. En sus más de dos milenios de existencia -siempre la misma Iglesia Católica: fiel a Cristo y a las almas, para ser fiel a sí misma-, se ha encontrado con situaciones tan graves o más que esta.
Y NUNCA, oigan, NUNCA ha dado cerrojazo. Es más: a los sacerdotes y religiosos que huían de donde debían estar -y se jugaban la vida, literalmente-, es decir, huían de las gentes que enfermaban y morían, y de las sanas -que también las había-, o se volvían a su sitio, o quedaban inmediatamente EXCOMULGADOS. Cualquier cosa, cualquier solución era buena, menos… ABANDONAR.
En esto ha quedado la “nueva iglesia", la tan cacareada y cacareadora “iglesia en salida". ¿Y en qué ha venido a parar lo de la iglesia como “hospital de campaña? CERROJAZO y TENTE TIESO…, QUE YA TE APAÑARÁS por tu cuenta y riesgo.
“Y que Dios te la depare buena". Como se cuenta de aquel médico de pueblo del siglo XIX que llevaba en el bolsillo una serie de recetas; de modo que cuando tenía que recetar algo, echaba mano al bolsillo, sacaba una y, sin mirarla siquiera, se la daba al enfermo y le decía exactamente esas palabras. Aclaro que es una anécdota “irreal", mero chascarrillo, sin más connotación. Y no lo cuento por los médicos, como es lógico y se entiende, sino por los miembros de la Jerarquía Católica que están haciendo lo que están haciendo.
Por cierto: aprovecho para aplaudir a todo el personal sanitario y personal hospitalario en todas sus facetas, incluida la limpieza, la comida y la ropa, para mandarles, junto al aplauso, mis oraciones de sacerdote: lo hago con todo gusto y afecto, especialmente con la Santa Misa.
¿Cómo es posible que hayamos llegado a esto en la Santa Madre Iglesia? Porque llegar se ha llegado: es innegable. No en todas las diócesis, pero sí en la mayoría… pretendiendo además que esta postura por lo eclesial es “un bien” para sus hijos. Quizá para las ovejas estaría muy bien, que para eso son ovejas; pero para los hijos…, para los hijos de Dios en su Iglesia… pues, en fin.
Me escribía una señora buenísima -católica, por supuesto-, escandalizada y dolorida por estas medidas tan inhumanas y tan hueras de espiritualidad y de vida sobrenatural -tan vacías de Dios, se mire como se mire-; me escribía: “En mi cabeza, desde luego, no cabe que la Iglesia pueda cerrar sus puertas ante una situación de emergencia o calamidad, como no entendería que una madre dejara en la calle a su hijo enfermo o necesitado y en medio de la lluvia. Creo que existe un abismo inmenso entre permitir a los fieles participar de las Eucaristías con las debidas precauciones, que no se trata de ser imprudentes, y privarles incluso de esa posibilidad… E igual de desafortunada me parece la idea de suspender la Adoración Perpetua: ’sin Mí no podéis hacer nada’; o dificultar el acceso a los Sacramentos… San Juan Pablo II: ‘No tengáis miedo, abrid de par en par las puertas a Cristo’. Eso le pido al Señor, que esta Iglesia suya no tenga miedo de abrir sus puertas”.
Es desolador ver la figura del Papa caminar a solas, sin más compañía “obligada” que la de los guardaespaldas: pero es la imagen exacta de lo que se ha hecho y se está haciendo en la Iglesia: VACIARLA y convertirla -en eso están muchos- en una cáscara vacía, un trampantojo, mientras se mantienen cargos, instituciones y demás que, como cisternas agrietadas no pueden retener el agua.
Es incomprensible, por mor de doloroso, oír a un canónigo de una muy ilustre catedral española decir que iba a celebrar la Santa Misa: “porque se siguen diciendo; pero SIN PUEBLO; eso sí: la catedral sigue abierta para el que quiera entrar a rezar"…, pero NO PARA asistir a MISA y COMULGAR…
Y más incomprensible si cabe la afirmación de que “nos confesemos con Dios", que es lo mismo que decirle a uno “que se confiese con una farola"; porque “eso” ni ha existido en la Iglesia, ni existe, ni podrá existir.
Existe el SACRAMENTO de la CONFESIÓN, donde uno se confiesa exactamente con Dios, a través de persona interpuesta: el sacerdote. Sí existen también los “actos de contrición perfecta” que, de suyo, cuando no hay posibilidad de acercarse a confesar, perdonan los pecados…, siempre que acompañe el propósito serio y honrado de confesarlos en cuanto se pueda.
Pero, ¿quién es el guapo que puede decir “yo he hecho un acto de perfecta contrición"? Por eso SIEMPRE está la Confesión, y los sacerdotes debemos estar a mano para facilitarla: no para decir que estamos fuera de servicio.
¿Cómo se puede dejar a los fieles, desde la propia Jerarquía que debería vivir única y exclusivamente para ellos, y más con una epidemia galopante, SIN los medios de Salvación, ordinarios y extraordinarios, entregados por el mismo Jesucristo a su Iglesia, cuando más falta les hacen?
¡Que sea Trump el que diga que establece un día de oración por esta pandemia, ya tiene mérito! Ni siquiera es católico, para más inri. Nadie en la Iglesia ha dicho algo igual. Y menos antes que él.
TODO ESTÁ SIENDO YA UN DISPARATÓN… que, en la Iglesia Católica, día a día va creciendo y se hace más y más dañino.
¡Señor, ten piedad! ¡Apresúrate a socorrernos! ¡Mira que perecemos!
José Luis Aberasturi

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