5 preguntas que
puedes hacerte si te crees muy bueno.
Por: Kristina Hjelkrem | Fuente: Catholic-link.com
Parece fácil ser cristiano;
no matarás, no mentirás, no robarás y tienes el cielo ganado.
Los 10 mandamientos nos los enseñan desde que
somos pequeños (al prepararnos para la
primera comunión) y desde entonces intentamos cumplir con ellos para ser las
buenas personas que queremos ser. La verdad es que querer ser buena persona
es un gran comienzo, y querer cumplir con los mandamientos aún más.
Recordando el pasaje del joven rico, cuando este
va al encuentro del Señor y le pregunta: «Maestro
bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”, Jesús le responde “Tú sabes los
mandamientos: ‘no mates, no cometas adulterio, no hurtes, no des falso
testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre”». A primera
vista parece que lo estamos haciendo bien.
Traduciendo ese pasaje a nuestra vida, no solo
se trata de atender a los 10 mandamientos –que a veces pueden sonar un poco
arcaicos– («no codiciarás a la mujer de tu prójimo»),
sino que se trata de cumplir con los deberes de tu estado (tu situación
cotidiana actual). Por ejemplo, si soy estudiante de la
universidad y contextualizo
dichos mandamientos a mi día a día: voy a misa los
domingos, separo un espacio para mi oración, hablo con mis padres regularmente
y nunca les alzo la voz; intento (al menos intento), no hablar mal de nadie y
hago mis deberes de forma diligente.
Ahora bien, ¿y si
siempre he sido una persona responsable y virtuosa?, ¿si como el joven rico todo
esto lo he cumplido bien? ¿Ahora qué?, ¿ya soy buena? No
debemos olvidar que a la pregunta del joven el Señor también le responde: «¿Por qué Me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo uno,
Dios».
La mayor tentación de un cristiano comprometido
con su fe está en que podemos llegar a creernos buenos. Creer que hemos hecho suficiente. Entender la vida cristiana como un catálogo
de reglas que tenemos que cumplir para «ser bueno» es
un error que conlleva una profunda tristeza. Quien se gana el cielo y quien
vive con esa alegría en la tierra, no es la persona que concibe la vida como un
continuo poner vistos en una to-do-list. Claro está que cumplir con los
mandamientos es necesario (no me malinterpreten) pero esto no es suficiente
para ser llenar el corazón del hombre.
Entonces,
¿cómo se es santo y se gana el
cielo?
El joven rico se pregunta lo mismo y le dice al
Señor : «Maestro, todo esto lo he guardado desde mi
juventud” a lo que Jesús responde “Una cosa te falta: ve y vende cuanto tienes
y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; entonces vienes y Me sigues».
¿Cómo entender estas
palabras tan exigentes del Señor en nuestra día a día? Estas 5 preguntas te
pueden ayudar:
1. ¿ME HE PUESTO HOY AL SERVICIO DE LOS DEMÁS?
El Señor nos invita a vivir nuestra vida desde
una perspectiva distinta, la de dejar todo a los demás por Él, por amor.
Ese «vende todo lo
que tienes» hoy en día es una forma de vaciar el corazón de prejuicios
contra los demás, de dar demasiada importancia a las apariencias, de
preocuparse excesivamente de uno mismo; y de darle la oportunidad de llenarse
de Cristo.
Un amor que «da a
los pobres» es aquel que se entrega por completo a los demás para vivir
con una apertura radical a los demás. Ya lo decía San Agustín «Ama y haz lo que quieras», ¡y no se equivoca! El
amor es el auténtico fin del hombre y lo único que puede colmar su corazón con
anhelos de eternidad.
2. ¿HE BUSCADO HOY SER INSTRUMENTO DE DIOS PARA QUE LOS DEMÁS
LE CONOZCAN?
Como hemos dicho arriba, no se trata solo de ser
buenos. El «nuevo»
mandamiento del amor renueva la
vivencia de las enseñanzas que Dios nos ha dejado (cumplir con los
mandamientos) de manera que engrandece la vida del hombre al no dejarla
circunscrita a la constatación de «buenas obras», a
conformarse con «ser bueno», sino que lo
lleva a ilusionarse con «ser perfectos como vuestro
Padre celestial es perfecto» (Mateo 5:48), perfectos en el amor. Y este amor, para que sea perfecto, es expansivo, busca siempre
transmitirse a los demás.
3. ¿HE PROCURADO CUIDAR ALGÚN MOMENTO DE ORACIÓN HOY PARA
PODER ENCONTRARME CON DIOS?
Sin oración no somos nada. Para subir un poco
más arriba del escalón de «ser buenos»,
necesitamos de la gracia. Nadie puede ser santo por sus propios medios.
«Siempre que sentimos en
nuestro corazón deseos de mejorar, de responder más generosamente al Señor, y
buscamos una guía, un norte claro para nuestra existencia, el Espíritu Santo
trae a nuestra memoria las palabras del Evangelio: “conviene orar
perseverantemente y no desfallecer”. La oración es el fundamento de toda labor
sobrenatural; con la oración somos omnipotentes y, si
prescindiésemos de este recurso, no lograríamos nada» (San
José María Escrivá).
4. ¿HE SIDO AGRADECIDO HOY CON DIOS POR TODO LO QUE ME HA
REGALADO?
Una de las condiciones más importantes para la
santidad es el agradecimiento. Todo lo bueno que tenemos
proviene de Dios y es a Él a quien primero debemos agradecer. Vivir en un constante agradecimiento nos ayuda a
crecer en la humildad y la alegría.
«El saber agradecer a los
hermanos es signo de que se tiene un corazón agradecido para con Dios nuestro
Señor y un corazón agradecido es siempre fuente de gracia» (Papa
Francisco).
5. ¿HE SABIDO HOY APRECIAR LO QUE LOS DEMÁS HAN HECHO POR MÍ?
No solo se trata de ser agradecidos con Dios, es
bueno también serlo con los demás. Ir más
allá de «ser buenos» implica ese ponernos
siempre en disposición, en apertura hacia los otros, y esto no se trata solo de
servirlos, se trata también de buscar valorar al otro por
quién es, aprender a ver en cada persona una oportunidad para vivir
el encuentro, la alegría y el agradecimiento.
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