Una buena parte de
las intervenciones vaticanas de los últimos años en congregaciones, institutos,
asociaciones, etc., religiosas sigue el siguiente patrón:
1- Se envía a un
delegado pontificio para hacer una evaluación del grupo… sin explicar bien a
cuento de qué.
2- Se les nombra
un comisario pontificio, sin explicar bien a cuento de qué.
3- Se les
aniquila sin posibilidad de que puedan hacer nada y sin explicar bien a cuento
de qué.
El “a
cuento de qué” lo suelen despachar con acusaciones generalistas, que es
la forma típica de actuar de los estados totalitarios contra los disidentes.
Familia Christi es el último
ejemplo, pero como ese hay todos los que se quiera y más.
Otra de las características habituales de este proceder es que se obra
así sobre todo con grupos de corte conservador o tradicionalista.
Sin la menor duda, la
Inquisición obraba de forma más garantista para los acusados. Y cuando se
emitían condenas, se explicaban las razones.
A día de hoy, lo mejor que
pueden hacer aquellos grupos de fieles, seglares o sacerdotes, que quieran
organizar algo que “huela” a defensa de la
fe entregada a los santos, es hacerlo fuera del ámbito del derecho canónico. No
pueden fiarse de tener un buen obispo sobre ellos, porque eso les convierte en
más “peligrosos” y en objetos de deseo de
los “aparatich” del sistema.
Luis Fernando Pérez
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