Redescubrir el papel
de la familia como escuela de solidaridad y de auténtica vida cristiana.
Por: Ramiro Pellitero | Fuente: iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.com.es
Hoy se ve necesario explicar mejor los
fundamentos de la familia cristiana. Y es así, expone el documento de trabajo
para el próximo sínodo, por el ambiente individualista de la cultura dominante
que no es capaz de valorar el darse a los otros, la caridad. La solidaridad y
la caridad están en la esencia del proyecto humano –de la propia naturaleza del
hombre– y cristiano.
La familia cristiana, construida sobre el amor,
es el primer ámbito donde se ejercita y se aprende el darse a los que en ella
conviven. Pero para realizarlo así, y dado el clima individualista que nos
rodea, precisa de una formación que le ayude a vivirlo día a día, y a descubrir
su papel como escuela de solidaridad y de auténtica vida cristiana.
Hay que explicarlo mejor también por las dificultades actuales para comprender la ley natural como fundamento de la fe familia. No se trata tanto –matiza– de defender un concepto abstracto, sino más bien la necesaria relación que el Evangelio establece con lo humano en todas sus expresiones históricas y culturales.
Hay que explicarlo mejor también por las dificultades actuales para comprender la ley natural como fundamento de la fe familia. No se trata tanto –matiza– de defender un concepto abstracto, sino más bien la necesaria relación que el Evangelio establece con lo humano en todas sus expresiones históricas y culturales.
EL
ORDEN DE LA CREACIÓN
1. Para
desarrollar esa propuesta ante todo se nos invita a ser conscientes de las
actuales dificultades a la hora de explicar la ley natural. Una dificultad
surge cuando se considera que no todos están de acuerdo en qué sea lo “natural”. A menudo se identifica con lo meramente
“espontáneo”, lo que brota del sentimiento y
la emotividad. También hoy se asiste frecuentemente a la interpretación de la
libertad y de la felicidad en clave subjetivista, que sería lo único válido
para fundamentar los “derechos humanos”. Por
otra parte una visión tradicional de la “ley
natural” parece “desmentida” por la
investigación científica (la evolución, la biología y las neurociencias).
Incluso, según la “ideología de género” la
sexualidad de cada individuo dependería de los condicionamientos y necesidades
sociales, y no tanto de la biología o de la naturaleza.
Todo ello estaría llevando a poner en duda la
firmeza del compromiso matrimonial “para siempre”. Además
algunas costumbres de ciertas culturas consideran la poligamia o el repudio de
la mujer como algo “natural”. Por no hablar
del sinfín de situaciones anómalas e “irregulares” respecto
al matrimonio “natural” que abundan en
nuestra cultura.
En suma, según esta lectura, no existiría lo “natural” como referencia común. Sin embargo, al
menos por lo que se refiere a los cristianos, la experiencia es que “la ley natural es universalmente aceptada ‘de hecho’ por
los fieles, aunque no se vea la necesidad de justificarla teóricamente”
(n. 26).
En resumen, hay quienes objetan que la ley
natural no sirve para explicar la moral sexual de la Iglesia. Existe de hecho
una contestación práctica de la ley natural sobre la unión entre hombre y
mujer, apoyada sobre todo en el subjetivismo y el individualismo.
ATENCIÓN AL LENGUAJE, COMBATIR EL INDIVIDUALISMO
2. ¿Qué hacer ante estas dificultades? La
respuesta del documento preparatorio sinodal comienza por atender al lenguaje.
Se sugiere, ante todo, que al expresar lo que es el matrimonio y la familia, se
dé mayor importancia al lenguaje bíblico (que habla del “orden de la creación”), con sus formas narrativas, y al
lenguaje simbólico tal como el que utiliza la liturgia. Y que se preste
particular atención al mundo juvenil.
Como marco de conjunto, se propone que se
presente a la familia en el contexto de la vocación de la persona en Cristo.
Los cristianos compartimos la convicción de que la familia es el ambiente
natural de crecimiento y escuela de humanidad, amor y esperanza para la
humanidad. Y lo es en cuanto que a través de ella Cristo revela el misterio y
la vocación del hombre. Al mismo tiempo, hoy la familia se encuentra muchas
veces en situaciones difíciles y complejas que requieren una mirada compasiva y
comprensiva. “Esta mirada es lo que permite a la
Iglesia acompañar a las familias como son en la realidad y a partir de aquí
anunciar el Evangelio de la familia según sus necesidades específicas” (n.
31).
Entre esas situaciones y desafíos – como una
primera “herida” de la familia en la
sociedad actual– está el intento de su privatización; es decir, de recluirla
como en un recinto cerrado y para el bien de sólo sus propios miembros,
ocultando o impidiendo que la familia eduque para servir al bien común. Es, por
tanto, necesario, combatir el individualismo en su versión “familiar”. Esto implica preguntarse cómo
estimular la participación de la familia en la sociedad (y, antes, cómo educar
la vida de familia dentro de la familia misma). Y se traduce en las relaciones
entre familia y trabajo, familia y educación, familia y salud, familia y
derecho (comenzando por la defensa de la vida humana desde su concepción).
ALGUNAS PROPUESTAS FORMATIVAS
3. Algunas
propuestas formativas. Como se ve, no se trata solamente de defender la familia
como institución “natural”, sino de mostrar
la belleza del proyecto cristiano sobre el matrimonio y la familia, que lleva a
plenitud el amor humano entre varón y mujer y los abre a un horizonte
universal. He aquí algunas propuestas.
a) La
referencia primera a la Trinidad. Dios es en sí mismo como una familia,
comunión de Personas que viven eternamente en unidad perfecta. Y el matrimonio
es la imagen de Dios entre nosotros, porque en el matrimonio “Dios hace de los dos esposos una sola existencia”
(Francisco, Audiencia general, 2-IV-2014).
b) La
familia de Nazaret como modelo y ejemplo para la familia cristiana, puesto que “la familia es el lugar ordinario y cotidiano del
encuentro con Cristo” (n. 36). La unión con Cristo, por parte de los
miembros de la familia, es garantía para salir adelante también ante las
dificultades, con paciencia y comprensión. “Hacer
familia”, sobre todo para un cristiano, es un don y una tarea diaria.
c) La
educación del amor. La familia puede definirse como “signo
eficaz de la existencia del amor de Dios”, como “santuario
del amor y de la vida” y “primera escuela de
humanidad”. En la familia debe acontecer la primera experiencia del
amor, que es lo opuesto a la soledad. Y esto, no solo para los hijos, sino para
todos los miembros de la familia. La familia es así lugar privilegiado para el
desarrollo integral de las personas, tanto desde el punto de vista humano como
cristiano.
d) El
papel de los padres se considera, en esto, fundamental: su testimonio de fidelidad en la igual dignidad y en la
complementariedad de sus diferencias, su testimonio de fe cristiana, de oración
–oración personal y familiar, lectura de la Biblia, bendición de la mesa, rezo
del rosario, etc., y de sacramentos –especialmente la confesión y la Eucaristía
dominical– y un estilo de vida coherente con esa fe. He ahí los pilares seguros
sobre los que se puede construir el espacio y el tiempo que necesita la
educación cristiana de los hijos. En todo esto se señala la importancia
de la parroquia que debería ser “familia de
familias” sobre todo para la vida sacramental.
e) El “deseo de familia” que tienen muchos jóvenes es un
verdadero signo de los tiempos que hay que acoger. Muchos de ellos perciben el
valor de un vínculo estable y duradero, de un amor fiel e indisoluble que apoye
el crecimiento humano y espiritual.
f) El
acompañamiento de las familias, con misericordia y ternura, por parte de otras
familias, de las parroquias, de los movimientos y asociaciones. Acompañamiento
especialmente necesario ante las situaciones difíciles (crisis de diversos
tipos, violencia, abandono, etc.).
g) La “formación constante y sistemática sobre el matrimonio
como vocación, sobre el redescubrimiento del ser padres (paternidad y
maternidad) como un don”. Además de la preparación inmediata de las
parejas para el matrimonio, esto precisa “una
formación más constante y articulada: bíblica, teológica, espiritual, pero
también humana y existencial” (n. 49). Se recogen buenas experiencias en
la línea de que los padres participen en las catequesis que se dan a sus hijos;
que se aprovechen las fiestas litúrgicas como la Navidad y la fiesta de la
Sagrada Familia para esta formación; y que se proteja, también desde el punto
de vista civil, el domingo como día del Señor y de las familias.
Cabe apreciar que el mayor interés de estas
propuestas no es simplemente el de un conjunto de ideas que se les habrían
ocurrido a un grupo de expertos. Ante todo consiste en un hecho: arrancan de la
vida de cristianos que, conscientes de su misión e ilusionados con su tarea de
iluminar y vivificar la sociedad en la que viven, toman nota de lo que está
pasando, y presentan sus experiencias, reflexiones y propuestas para ayudar a
los matrimonios y a las familias cristianas.
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