Soñar con el cielo
que nos espera; Dios es el cielo.
Por: P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oración.com
PADRE NUESTRO, QUE ESTÁS EN EL CIELO...
¿DÓNDE ESTÁ EL CIELO? ¿A QUÉ CIELO NOS REFERIMOS?
Después de haber considerado la paternidad de
Dios y nuestra condición de hijos, damos ahora un paso adelante. El n. 2794
del Catecismo nos explica que el cielo que mencionamos en el Padre
Nuestro: "no significa un lugar ["el
espacio"] sino una manera de ser; no el alejamiento de Dios sino su
majestad. Dios Padre no está "en esta o aquella parte", sino
"por encima de todo" lo que, acerca de la santidad divina, puede
el hombre concebir. Como es tres veces Santo, está totalmente cerca del corazón
humilde y contrito."
No pretendo hacer un discurso teológico, sino
sólo sugerir las resonancias interiores que podrían suscitar en nuestra mente y en
nuestro corazón las palabras "Padre Nuestro,
que estás en el cielo", de tal manera que al rezar
la oración que el Señor nos enseñó lo hagamos con pleno sentido.
EN
SÍNTESIS, al
decir: "Padre Nuestro que estás en el
cielo":
- Soñar con el cielo que nos espera; Dios es el cielo.
- Gustar su presencia y cercanía en la intimidad de nuestro corazón.
- Renovar nuestra decisión de seguir a Cristo: el Camino al cielo.
- Soñar con el cielo que nos espera; Dios es el cielo.
- Gustar su presencia y cercanía en la intimidad de nuestro corazón.
- Renovar nuestra decisión de seguir a Cristo: el Camino al cielo.
LO DESARROLLO UN POCO: CULTIVAR EL DESEO DEL CIELO; ALIMENTAR LA NOSTALGIA
DE ETERNIDAD.
Sueño mucho con el cielo, realmente lo deseo, y
mucho. Es lo que más deseo: la posesión eterna de Dios en el cielo, la
intimidad de vida con la Trinidad para siempre, sin posibilidad de perderla.
Por el pecado fuimos desterrados de la
patria celestial (Gn 3) y por eso Cristo bajó del cielo para
llevarnos de nuevo con Él a la Casa del Padre. De allí venimos y allá queremos
volver. Es allí donde Dios nos tiene preparada una morada (Jn 14,2-3).
El cielo nos remite al misterio de
la Alianza de Dios con los hombres, a su plan de amor para
nosotros. En la tierra transcurre nuestra vida temporal, pero somos ciudadanos del cielo, somos de
Dios y para Dios. Por eso hemos de "aspirar a las
cosas de arriba, no a las de la tierra." (Col 3,2)
Cada vez que rezamos el Padre Nuestro cultivamos
ese deseo profundo de cielo, es decir, de volver al seno del Padre y permanecer
allí junto a Él y en Él para siempre.
EL CIELO ESTÁ DENTRO DE NUESTRO CORAZÓN. UN LLAMADO AL
RECOGIMIENTO.
«El "cielo" bien
podría ser también aquéllos que llevan la imagen del mundo celestial, y en los
que Dios habita y se pasea» (San Cirilo de Jerusalén, Catecheses mystagogicae, 5, 11).
Dios no habita "allá
arriba" sino "aquí adentro".
"El santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario." (1 Cor,
3,17)
Jesucristo dijo a la mujer samaritana: "el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed
jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que
brota para vida eterna.» (Jn 4, 14) Es
decir, el Reino de Dios está dentro de nosotros (cf. Lc 17,
21).
Así, el recuerdo del cielo en el Padre
Nuestro es un reclamo a la interioridad, a recogernos en el
silencio de nuestro corazón, en nuestro escondite interior (cf Mt 6,6), para encontrar allí a
Dios. No es necesario recurrir a
representaciones celestes inalcanzables, lo tenemos no sólo cerca, sino dentro.
El Dios que está sobre todas las cosas, está dentro de todas las cosas y de
manera muy especial, dentro del corazón humano. El cielo es la posesión de Dios
y la comunión con Él, por eso la relación de amistad íntima con Dios
en el propio corazón es una antesala del cielo.
Al pronunciar esas palabras alegra y llena
de recordar que Dios es cercano, como dijo San Agustín: "más íntimo a mí que yo mismo", y que "Los ojos de Yahveh están sobre quienes le temen,
sobre los que esperan en su amor, para librar su alma de la muerte, y
sostener su vida en la penuria. Nuestra alma en Yahveh espera, él es nuestro
socorro y nuestro escudo; en él se alegra nuestro corazón, y en su santo nombre
confiamos." (Salmo 33, 18-21)
RENOVAR
NUESTRA VOCACIÓN A LA SANTIDAD: SEGUIR E IMITAR A CRISTO.
Estamos ocupados en mil cosas del quehacer
diario, estirados por las relaciones sociales, las cosas materiales, los
problemas de la vida, etc. El trajín nos absorbe. En medio de tanto ruido es
bueno rezar el Padre Nuestro, salir del círculo de nuestro
egoísmo y entrar en la inmensidad y en la intimidad de Dios.
Cuando "Yahveh
dijo a Abram: «Sal de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la
tierra que yo te mostraré." (Gn 12, 1) y cuando escuchamos a
Jesús decirnos: "No me toquen, aún no he subido al Padre" (cf. Jn 20,17),
hemos de entender que esa tierra a donde debemos ir y
ese lugar a donde hemos de subir con Cristo es el de la santidad de vida, la
identificación con Él. Es un
avanzar y un ascender en sentido místico.
Por la encarnación, el Verbo lleno de amor
desciende y abraza nuestra humanidad para ofrecernos la redención, y con ella
abrirnos las puertas del cielo. Con su muerte y resurrección, la muerte ha sido
vencida, Jesús nos ha obtenido la vida eterna. En la Ascensión, Jesús retorna al
Padre llevando consigo su humanidad glorificada. La victoria es definitiva. Con
el Hijo de Dios el Hombre se introduce en el cielo. Y desde
el cielo, Su filiación –somos hijos en el Hijo (cf. Benedicto XVI,
23/V/2012)- nos arrastra al Padre consigo. Desde ahora, el cielo está
abierto y nos llama; el camino lo
conocemos: es Él, Cristo. Él es el Camino, la Verdad y
la Vida. (cf. Jn 14,6) En la medida en que le amamos y nos
transformamos en Él, ascendemos a su encuentro, nos adentramos en la Vida,
vivimos plenamente en la Verdad del hombre, llamado por naturaleza a hallarse
en Dios. Esta idea la desarrolla magistralmente el P. Jean Corbon en su libro "Liturgia frontal".
Cada vez que rezamos el Padre Nuestro le decimos
al Padre: Quiero llegar a donde estás tú, pero no
quiero esperar hasta entonces, quiero ser ahora como tu Hijo Jesucristo, por
ello me propongo alejarme de todo pecado, caminar contigo, vivir
en gracia, ser todo tuyo.
Artículo publicado
originalmente en: ¿Dónde está el
cielo?
Este artículo se puede reproducir sin fines comerciales y citando siempre la fuente www.la-oracion.com
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