Por: P. Evaristo Sada LC | Fuente: laoracion.com
Tentaciones las tenemos todos y a cada paso. A
veces las vemos venir, otras nos sorprenden como el ladrón. A veces son
declaradas, otras como lobos con piel de oveja. A veces las vencemos, otras nos
atrapan y nos hacen daño, tanto daño. Por eso Jesucristo nos enseñó a pedir: "No nos dejes caer en tentación".
LA TENTACIÓN ES CUESTIÓN DE VIDA O MUERTE
Las tendencias desordenadas que llevamos dentro
son agresivas y "son muerte; más las del espíritu, vida y
paz" (Rom 8,6) Nos pasamos
toda la vida en guerra, guerra entre las tendencias del espíritu y las de la
carne. "La vida del hombre sobre la tierra es
una milicia" (Job 7,1)
Nos sirve para la ocasión la historia del viejo
Cherokee en diálogo con su nieto: Una mañana un viejo Cherokee le contó a su
nieto acerca de una batalla que ocurre en el interior de las personas. Él dijo,
"Hijo mío, la batalla es entre dos lobos
dentro de todos nosotros. Uno es malvado: es ira, envidia, celos, tristeza,
pesar, avaricia, arrogancia, autocompasión, culpa, resentimiento, inferioridad,
mentiras, falso orgullo, superioridad y ego. El otro es bueno: es alegría, paz amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, benevolencia, empatía,
generosidad, verdad, compasión y fe."
El nieto lo meditó por un minuto y luego preguntó a su abuelo: "¿Qué lobo gana?" El viejo Cherokee
respondió: "Aquél al que tú alimentas."
¿POR QUÉ PERMITE DIOS LAS TENTACIONES?
- La tentación nos ayuda a recordar
que somos débiles y vulnerables, que
tenemos una naturaleza caída que exige vigilancia, una flaqueza que necesita
del auxilio de la fuerza de Dios. Nos recuerda que de todo ello
hemos de ser salvados y nos llena
de gratitud y amor hacia Jesús nuestro Redentor.
- El sufrimiento que trae la tentación es un modo de reparar por nuestros pecados.
- La circunstancia de la tentación nos da la oportunidad para confirmarle a Dios nuestra opción por Él.
- La situación de ser tentados nos ayuda a conocernos a nosotros mismos y a crecer en la virtud: "Quien no ha pasado pruebas poco sabe, quien ha corrido mundo posee gran destreza." (Eclesiástico 34,10) "El horno prueba las vasijas de alfarero, la prueba del hombre está en su razonamiento." (Eclesiástico, 27,5) Dios, por misericordia, quiere probarnos para instruirnos, dice San Agustín. Estos momentos son útiles como prueba de nuestras fuerzas espirituales. Abraham fue puesto a prueba, también Israel en el desierto. Cuando combatimos en la tentación y ponemos nuestra fuerza en Jesús y no en nuestras falsas seguridades, nos hacemos más fuertes y conquistamos la corona que Dios prometió a los que lo aman. El cristiano es un luchador, cuando deja de luchar se aleja de Dios. La militancia es indispensable para conquistar la cumbre del ideal cristiano.
La tentación nos coloca en la verdad de nosotros
mismos, y nos permite elevar los ojos a Dios misericordioso, poniendo toda
nuestra confianza en Él, el Dios que no defrauda.- El sufrimiento que trae la tentación es un modo de reparar por nuestros pecados.
- La circunstancia de la tentación nos da la oportunidad para confirmarle a Dios nuestra opción por Él.
- La situación de ser tentados nos ayuda a conocernos a nosotros mismos y a crecer en la virtud: "Quien no ha pasado pruebas poco sabe, quien ha corrido mundo posee gran destreza." (Eclesiástico 34,10) "El horno prueba las vasijas de alfarero, la prueba del hombre está en su razonamiento." (Eclesiástico, 27,5) Dios, por misericordia, quiere probarnos para instruirnos, dice San Agustín. Estos momentos son útiles como prueba de nuestras fuerzas espirituales. Abraham fue puesto a prueba, también Israel en el desierto. Cuando combatimos en la tentación y ponemos nuestra fuerza en Jesús y no en nuestras falsas seguridades, nos hacemos más fuertes y conquistamos la corona que Dios prometió a los que lo aman. El cristiano es un luchador, cuando deja de luchar se aleja de Dios. La militancia es indispensable para conquistar la cumbre del ideal cristiano.
NO DEBEMOS EXPONERNOS A LA TENTACIÓN, PERO TAMPOCO DEBEMOS
HUIR DE LA BATALLA
En la batalla debemos
resistir con toda firmeza. San
Cirilo de Jerusalén compara la tentación a un torrente difícil de atravesar.
Algunos no dejan que la tentación les trague y atraviesan el río; son nadadores
valientes y fuertes que no se dejan arrastrar por la corriente. Otros entran al
río y se ven arrastrados. Una cosa es quemarse, otra chamuscarse.
En el Camino de Perfección, Santa Teresa explica
que cuando un alma llega a la perfección no pide más al Señor que le libre de
las tentaciones, de las persecuciones y las batallas. Más aún, desea el
sufrimiento y lo pide al Señor, como el soldado que busca las grandes batallas
porque sabe que el botín será generoso. Estas personas no temen a los enemigos
declarados, se enfrentarán a ellos y saldrán victoriosas con la fuerza de Dios.
El enemigo al que temen y del que piden al Señor que les proteja es al
que se camufla, el demonio que se
presenta con cara de ángel luminoso y que no se declara sino hasta después de
haber vencido. Estos enemigos te hacen caer en tentación sin que te des cuenta.
Te seducen, te engañan, te atrapan y dañan gravemente tu alma.
Santa Teresa recomienda que en la tentación, dediquemos más tiempo a la oración y supliquemos la ayuda del Señor con humildad,
pidiéndole que nos permita sacar bien del mal. Cuando el Señor ve nuestro deseo
de servirlo y darle gusto, será fiel y vendrá en nuestro auxilio. El demonio,
que es muy astuto, nos hace creer que tenemos la virtud necesaria para afrontar
las tentaciones. Es necesaria la humildad para reconocer nuestras debilidades y
pedir ayuda al Señor a base de oración y vigilancia.
La postura de fondo debe
ser una voluntad firmemente determinada a no ofender a Dios y siempre buscar
agradarlo. En la tentación, aceptar que somos pobres y
vulnerables; nunca la presunción de sentirse fuerte y virtuoso, porque por allí
se mete el demonio. "Velad y orad, para no
caer en tentación: el espíritu está pronto, pero la carne es débil" (Mt
26,41)
¿QUÉ PEDIMOS A DIOS EN EL PADRE NUESTRO?
Lo que pedimos a Dios no es
que no seamos tentados, sino que que no seamos tentados por encima de nuestras
fuerzas. "Y fiel es Dios que
no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la
tentación os dará modo de poderla resistir con éxito". (1
Cor 10,13)
Cuando se te presenta la tentación, depende de ti cómo la manejas en tu interior. No ves al
demonio, pero sientes tus pasiones y tienes que combatir para salir victorioso.
Necesitamos la gracia de Dios para salir triunfantes, por eso
le decimos: no nos dejes caer en tentación. Es
decirle: ayúdame, solo no puedo. Por eso, junto
con la oración y la vigilancia, nos fortalecemos cuando intensificamos nuestra
vida sacramental. Es Dios, todo vida y salud del alma, quien nos concede las
fuerzas que necesitamos. La confesión y
la comunión frecuentes fortalecen nuestro organismo espiritual, algo así
como las vitaminas cuando estamos débiles y tememos agarrar un buen resfriado o
algo peor.
Con esta petición suplicamos a Dios que el
enemigo no pueda nada contra nosotros si Él no lo permite. Como dijo Cristo a
Pilato: "No tendrías ningún poder sobre mí si
no se te hubiera dado de lo alto" (Jn 19,11)
Padre Nuestro, te lo
suplico, ¡no me dejes caer en tentación!
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